21 septiembre 2020
Patria en mitad de los presupuestos
Lourdes Pérez
Asoma el gran dilema moral y político del país: cómo dialogar y pactar con la izquierda abertzale preservando la memoria veraz del horror
Los lacerantes rescoldos del terrorismo de ETA han vuelto a avivarse con el estreno en el Zinemaldia de la versión televisiva de ‘Patria’ y una incierta y zigzagueante negociación de los Presupuestos españoles que naturaliza a EH Bildu como interlocutor del Gobierno Sánchez. La sacudida emocional que viene desatando la obra de Fernando Aramburu entre un público que va de las víctimas a los verdugos, pasando por los concienciados, los indiferentes y quienes pueden aproximarse a nuestra tragedia con una mirada liberada de las ojeras del pasado, se entremezcla así con la ‘real politik’ más cruda. Con el utilitarismo de un Ejecutivo PSOE-Unidas Podemos cuya geometría parlamentaria, tan variable como ambigua, ha normalizado la presencia de EH Bildu en la búsqueda de pactos en el Congreso; hasta el punto de que el presidente apuesta por sumar a Arrimadas y a Otegi en un novedoso –y en apariencia inverosímil– ensayo de la cuadratura del círculo. Tras décadas en la trinchera de la violencia, el independentismo de izquierdas vasco está descubriendo una obviedad histórica: que nada legitima más, que no existe mayor efecto blanqueador, que el que ofrece el escaparate de la democracia institucional.
La dramatización de ‘Patria’ copa pantallas y debates mientras el vicepresidente Iglesias escenifica su sintonía con EH Bildu y el secretario general de las Juventudes Socialistas en Euskadi pide a su Gobierno que no rebaje el listón ético exigible a la izquierda abertzale por necesidades aritméticas. Si lo hacemos adrede no nos sale una conjunción astral que resuma con tanta elocuencia el gran dilema moral y político que afronta el país: cómo encauzar el diálogo post-ETA y los eventuales pactos con EH Bildu, un actor votado y representado, preservando la integridad de las víctimas y la memoria veraz del horror. Una memoria que ha sido y es el escenario vital, de una forma u otra, de varias generaciones de vascos. Pero que está amortizada en la España política del Covid que vive al día.
No deja de ser sorprendente la convulsión que ha provocado y sigue provocando ‘Patria’ cuando ya no quedan ganas de acordarse de ETA y la política transita, ligera sin el lastre de la amenaza, por otros derroteros. Una interesada impostura sobrevuela el éxito de la novela de Aramburu: el adanismo según el cual habríamos descubierto lo que nos pasó leyendo esas páginas sobre nosotros mismos. La peripecia de Bittori y Miren puede emocionar, sobrecoger, conmocionar, interesar e incluso indignar a ojos de cada lector. Pero lo que no cabe es interpretarla como la revelación de una realidad que era tan visible, tan tangible, como los tiros, las bombas y la sangre derramada. Si hay vascos que aún no habían levantado ese velo es por la determinación de no querer ver, de no querer escuchar, de no querer leer.
Porque antes de ‘Patria’, cuando la lucidez libraba un pulso diario con la violencia, hubo otros libros valiosos; y, sobre todo, se escribieron muchas crónicas de periódico dando cuenta de cómo se mataba y cómo se moría. Quien quería saber, supo. En tiempo real. En un tiempo oscuro y oprimente protagonizado por etarras simples y fanatizados como el que retrata Aramburu, pero también por otros que, albergando potencialmente lo mejor, terminaron ofreciendo a esta sociedad lo peor de sí mismos. Uno de nuestros tabúes que sigue sin respuesta
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