miércoles, 30 de septiembre de 2020

14 septiembre 2020 (3) El País (opinión)

14 septiembre 2020 


 

Un acusado de los ataques del 17-A dice que no tiene “creencias religiosas”

Driss Oukabir y Mohamed Houli se desentienden de los ataques del 17-A para evitar la condena

Los tres acusados por los atyentados de Barcelona y Canbrils de agosto de 2017 han trazado ya su estrategia para evitar (o aminorar) una condena. Ninguno de ellos participó directamente en los ataques del 17-A, pero sí ayudaron a planearlos. Driss Oukabir, que se apeó en el último momento del plan, alega en su escrito de defensa que carece de “creencias o inquietudes religiosas” y que atravesaba una “difícil situación personal”. Mohamed Houli, que fue herido en la explosión de la casa ocupada la víspera del atentado, argumenta que se vio “obligado a obedecer” las órdenes del imán de Ripoll.

Driss Oukabir afronta una petición de la fiscalía de 36 años de cárcel por organización terrorista, fabricación de explosivos y conspiración. Su papel en la célula yihadista de Ripoll (Girona) es peculiar. A diferencia del resto, no fue influido por Abdelbaki Es Satty, el imán que está considerado el cerebro de los atentados y que murió en una explosión fortuita la noche del 16 de agosto de 2017. Aquel incidente destrozó la casa de Alcanar (Tarragona) que el grupo había convertido en un almacén de explosivos y obligó a reelaborar el plan inicial, que pasaba por cometer un gran atentado con bombas en Barcelona.

Driss debía participar en esos ataques que el azar frustró. Una de las pruebas, según la fiscalía, es que el 16 de agosto acompañó a otros miembros del grupo a alquilar una de las furgonetas que debía contener los explosivos. Esa misma noche, sin embargo, le dijo a su hermano que no estaba preparado. Moussa Oukabir sí lo estaba y acabaría siendo abatido por la policía durante el ataque en Cambrils que sucedió al atropello mortal de La Rambla. Además de ser el mayor del grupo, Driss era el único que tenía antecedentes policiales (por malos tratos).

La trayectoria errática de Driss ha sido ahora empleada por la defensa para tratar de atenuar los cargos. En 2017 atravesaba “una difícil situación personal” y estaba tratando de “conocer a otras personas de diferente sexo” por redes sociales. También subraya su pasado como consumidor de sustancias tóxicas: empezó con el cannabis y el hachís a los 16 años y a los 18 se pasó a la cocaína, lo que derivó en episodios de “agresividad”. “Manifestaba tics paranoicos”, añade el texto, que alude a su historial clínico.

Pero el corazón de la defensa de Driss está en su supuesto desapego de la fe islámica. ¿Cómo iba a querer participar en un atentado en nombre de Alá un hombre tan poco religioso como él? Driss “no comparte ninguna idea con Estado Islámico” (pese a que se hallaron vídeos de propaganda en su ordenador) y no puede ser condenado “por opinar sobre la actualidad y lo que él entiende que es el islam”, señala uno de los escritos, a los que ha accedido EL PAÍS. Pocos días antes del 17 de agosto de 2017, Driss regresó a España desde Marruecos. Su objetivo, siempre según la defensa, no era sumarse a los ataques planeados por la célula sino asistir a una cita con la Agencia de Desarrollo del Ripollès para encontrar trabajo.

Driss juega otra baza a su favor al presentarse como una persona “poco ilustrada” con “una formación muy elemental”. Cursó estudios hasta 4º de ESO, lo mismo que Mohamed Houli, otro de los presuntos terroristas que se sentará con él en el banquillo de los acusados de la Audiencia Nacional. El juicio está pendiente de fecha, aunque es probable que se celebre este mismo año. Las acusaciones —Fiscalía, asociaciones de víctimas, ayuntamientos o el sindicato de Mossos USPAC— han presentado sus conclusiones. El abogado de USPAC, José Antonio Bitos, pide para ambos prisión permanente revisable.

Atenuante de confesión

Houli es un personaje clave en los atentados de Barcelona. Fue herido de gravedad en la explosión de la casa ocupada de Alcanar el día 16, y al recuperarse contó a la policía (y luego al juez) cuáles habían sido los planes de la célula: entre otros, un atentado con bombas en la Sagrada Familia.

Su abogada cree que esa colaboración es la mejor forma que tiene para salir airoso de un proceso en el que afronta una petición de 41 años de cárcel por los mismos delitos que Driss. Houli solicita que se le apliquen atenuantes por cooperación y “confesión espontánea”, ya que “aportó datos fundamentales a la causa que han servido de base a la investigación”. Su abogada no pide para él la absolución, sino una condena menor, a cuatro años. Y plantea que Houli no tuvo opción: una vez en la casa de Alcanar, “se vio obligado a permanecer bajo las órdenes del imán y cumplir las acciones que le eran impuestas”.

El tercer acusado es Said Ben Iazza, que afronta ocho años por colaboración con organización terrorista por prestar, a cambio de dinero, una furgoneta a Younes Abouyaqooub, que más tarde se convertiría en el autor material del atropello de la Rambla. Su abogado señala que en esa furgoneta solo consta que se transportó “agua oxigenada” y que Ben Iazza desconocía los planes de la célula.

Opinión:

Siendo asesor de la UAVAT en la que hemos asistido, hasta el momento, a 217 personas afectadas por los atentados de agosto de 2017, tengo que callarme muchas cosas hasta que llegue el momento de hacerlas públicas. A ser posible, en el juicio penal.

Pero ello no me impide repetir lo que he comentado a través de las redes sociales cuando me han preguntado sobre esta noticia comparando con las condenas impuestas por mi atentado en Hipercor: “Caride, Ernaga y Troitiño como autores materiales. Arróspide como inductor ideólogo y número 1 cúpula etarra. 13 víctimas conseguimos condena en 1995 contra Estado por responsabilidad civil subsidiaria (por mal trabajo FCSE). ¿Quizás con el CNI sería lo mismo y mejor no investigar?”.

 

 

 

 

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