06 julio 2020
La Transición, un periodo con luces y muchas sombras
El libro 'Las otras víctimas. La violencia policial durante la Transición (1975-1982)' presenta un análisis exhaustivo y riguroso sobre las 134 personas fallecidas debido a la impunidad de los distintos cuerpos policiales, con métodos todavía heredados de la dictadura
Hay hechos y personas que merecen su lugar en la Historia. Las otras víctimas. La violencia policial durante la Transición (1975-1982) de David Ballester, ensayista y doctor en Historia Contemporánea por la Universitat Autònoma de Barcelona, les proporciona ese lugar. Editado por Prensas de la Universidad de Zaragoza, el libro aporta una investigación inédita hasta el momento. Se trata de un análisis minucioso de un ámbito a menudo soslayado en el relato general de la Transición: las 134 víctimas de la violencia policial.
“No había un estudio detallado y riguroso de las víctimas de la violencia policial durante este periodo”, asegura Ballester. “Normalmente se mezclaban las víctimas de la ultraderecha con las del terrorismo o se ponían en el mismo saco a los últimos fusilados del franquismo… Había un hueco historiográfico que debía ser llenado”, destaca. Con este libro, el autor ha querido “hacer una relación rigurosa y exhaustiva, sin exageraciones, porque también en este ámbito a veces nos encontramos con un discurso ideologizado en el sentido de cuantos más, mejor”, aunque también admite que podría haber más casos.
Las otras víctimas analiza esa violencia policial estableciendo tres parámetros: el gatillo fácil, las víctimas en la represión de movilizaciones de todo tipo y las que sufrieron con la práctica de la tortura. La obra ofrece cifras y estadísticas, además de la debida contextualización del periodo histórico y un capítulo dedicado a los cuerpos policiales. Igualmente, se presentan al lector las fichas de todas y cada una de las víctimas. “Hay una parte importante que se descarga mediante código QR y presenta fichas individualizadas con la voluntad de aportar el máximo de información posible”, apunta Ballester.
Este libro arroja luz sobre un periodo político oficialmente idealizado, pero también lleno de sombras ya que no fue tan idílico como se transmite en algunos discursos oficiales. Estas víctimas perdieron la vida por los continuados excesos policiales que tuvieron lugar entre el 20 de noviembre de 1975 y el 2 de diciembre de 1982. “Hechos que sucedieron en las calles y en las comisarías, sin que los diferentes gobiernos del periodo actuaran con la necesaria diligencia para poner fin a este tipo de violaciones de los derechos humanos”, afirma el autor.
En un capítulo inicial, Ballester se pregunta si la Transición fue modélica o inmodélica, pacífica o violenta. “Durante una parte significativa del periodo no había democracia y, una vez conseguido un régimen parlamentario y luego constitucional, este no resultó ser un producto inmaculado”, afirma en el libro. Para él, que tenga “evidentes lunares y zonas grises, no implica necesariamente que se cuestione su esencia democrática. “La violencia policial no se fue modulando hasta que las instituciones democráticas fueron tomando forma y se concretaba el cambio político”, remarca.
Tras la reflexión sobre algunos aspectos claves de la Transición, el autor analiza la evolución de los cuerpos policiales durante ese periodo, también protagonistas de este relato, y la necesaria transformación que habría tenido que realizarse en sus filas. “La ausencia de toda depuración en los cuerpos policiales, al lado de una notable falta de decisión y coraje por parte de los responsables políticos, hicieron del ámbito policial una de las tachas más lacerantes del proceso democratizador”, apunta Ballester. De hecho, tal y como señala, “no se los puede desligar de un entramado institucional del cual dependían”.
De la relación de víctimas mortales, en la categoría de gatillo fácil se englobarían 91 casos, los más frecuentes. Le siguen la represión en la calle, con 38 fallecidos, y luego las cinco víctimas que murieron tras ser sometidas a torturas. Además, estas 134 personas eran gene de toda condición. De hecho, solo una ostentaba un cargo público, concejal en una pequeña localidad, y otras dos pertenecían a una organización terrorista. Menos de una quinta parte del total, 23 personas, militaba en una organización política o sindical.
Tras numerosos ejemplos, el libro pone de manifiesto que los excesos y abusos constantes de diversos miembros de los distintos cuerpos policiales –con métodos heredados de la dictadura– se extendieron por todos los rincones de la geografía española. Una de las características transversales de todos los casos es “la impunidad de la que gozaron los perpetradores”, señala el historiador en el libro. Una situación que se vio acompañada con la indefensión en la que quedaron las víctimas y sus familiares.
“Es gente que ha estado olvidada. La hija de una víctima me dijo: ‘Nunca nadie se ha acercado a nosotros a preguntarnos qué nos ha pasado”, comenta el autor. En ese sentido, Ballester remarca que “hoy en día solo se han establecido en fecha reciente medidas reparadoras por parte de algunas comunidades autónomas”. El investigador, con esta obra, muestra la invisibilidad que han tenido estas víctimas durante decenios. Para él, ni se hizo justicia en su momento ni tampoco ahora.
La presión de familiares y entidades memorialistas y el papel de algunos medios de comunicación han hecho que este asunto, años después, despierte cierto interés en la sociedad. Pero la falta de reconocimiento demuestra que la sombra de la dictadura sigue siendo larga y que la democracia actual sigue presentando carencias. “Creo que la Ley de Memoria Democrática, para ser completa, debería reconocer a las víctimas de la violencia policial durante la Transición. Y, modestamente, me gustaría que este libro ayudase en este sentido”, concluye.
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