viernes, 3 de enero de 2014

02 enero 2014 (4) La Vanguardia (opinion)

02 enero 2014




Quim Monzó

Enviado por una victima que conoce muy bien las interioridades de muchos de los que dicen “representar a las” víctimas pero que jamás han pisado un hospital o un cementerio. Agradezco la colaboración de víctimas reales y amig@s que me hacen llegar información que consideran merece aparecer en este blog.
Aunque el artículo como tal no habla sobre la problemática del terrorismo y/o sus víctimas, me ha parecido acertada la propuesta de publicarlo al definir perfectamente a ciertos personajes que pueblan últimamente el mundo de “las” víctimas del terrorismo, opinando sobre un dolor que desconocen, sobre una historia que no vivieron y sobre una experiencia vital ajena de la que se han sabido aprovechar en su propio beneficio.

Rodeados de ultracrepidianos

Hace unos cuantos años, un día descubrí la existencia de la palabra procrastinación: la acción de dejar para mas adelante tareas que deben atenderse con urgencia a base de dedicarse a otras cosas más irrelevantes pero agradables. No sabía que existía y me llevé una gran alegría porque –como el burgués gentilhombre de Molière que no sabía que hablaba en prosa- vi que a menudo procrastino sin saberlo. Poco más o menos por la misma época, di con la palabra serendipia: un hallazgo afortunado e inesperado cuando estás buscando otra cosa. Desde entonces, ninguna novedad léxica me había fascinado tanto como la que vi la semana pasada por casualidad: ultracrepidarianismo. La vi en un testo en inglés, que explicaba que está en recesión, que cada vez se usa menos y que puede llegar a ser una de esas palabras que acaban sirviendo para poco mas que marcarte unos cuantos puntos más cuando juegas al scrabble.

En inglés es ultracrepidarianism y la definen como “tendencia a opinar y dar consejos sobre materias de las que no tienes ni idea”. He intentado saber en quñe otras lenguas se utiliza. De momento, he visto que la usan en portugués (ultracrepidanismo), en francés (ultracrepidanisme), en bosnio (ultrakrepidarianizam) y en español: ultracrepidarianismo. En ninguno de esos idiomas es de uso corriente y, por lo que veo, en castellano la usan sobre todo en Argentina, pero supongo que también en otros países de Latinoamérica. Su origen está en 1819, en una carta que un crítico literario envió a otro. Nació a partir de la frase que Apeles de Colofón dijo un día a un zapatero que se dedicaba a criticar sus pinturas: “Ne supra crepidam sutor iudicaret”. (Literalmente: que el zapatero no opine más arriba de los zapatos. De ahí a “Zapatero, a tus zapatos” hay sólo un paso).

Al individuo afectado por ultracrepidarianismo se le conoce como ultracrepidiano. Sabidillo, sabelotodo y sabiondo ya no están solas en el diccionario de sinónimos. Bienvenido sea ultracrepidiano, si tenemos en cuenta que, para no repetirnos, necesitamos muchas palabras análogas para definir a algunas de las personas con las que nos tropezamos durante el día. Desde primera hora de la mañana, cuando tipos que tienen tan poca idea de fútbol como yo dictaminan cual jueces supremos qué hizo mal el equipo en el partido de ayer, hasta los que, a lo largo de la jornada, te explican cómo solucionarían ellos la crisis en un pispás, o sentencian que, cuando un chino se muere, lo trocean y te lo sirven en sus restaurantes, ligeramente pasado por el wok, sea en forma de chop suey o de chow mien.

Quizá en inglés ultracrepidarianismo y ultracrepidiano estén en recesión, pero les juro que me vienen de perlas y, ahora que las he descubierto, las utilizaré tanto como sea necesario, para no repetir siempre lo de sabidillo, sabelotodo y sabiondo. Ahora sólo necesito memorizarlas bien, que no será fácil.





No hay comentarios:

Publicar un comentario