29 marzo 2025 (11.03.25)
Lo
que el 11-M nos sigue enseñando sobre la incesante amenaza del terrorismo
yihadista en Occidente
Tres
factores, presentes en el caso de los atentados del 11 de marzo de 2004 en
Madrid, prefiguraron qué células y redes yihadistas tienden a preparar y
ejecutar con más eficacia y con mayor letalidad actos de terrorismo. Las que
establecen conexión con alguna organización yihadista matriz, las que cuentan
con al menos un combatiente terrorista extranjero y las que incorporan
yihadistas con pasado como delincuentes violentos. Esa combinación de factores,
que se repitió en el caso de los atentados del 13 de noviembre de 2015 en
París, es de nuevo verosímil en la amenaza que el terrorismo yihadista supone
actualmente para las sociedades occidentales en general y las europeas en
particular.
Resumen
El
acervo de conocimiento resultante de la investigación académica sobre la
amenaza del terrorismo yihadista en las sociedades occidentales permite
identificar tres factores cuya presencia explica cuándo las células o las redes
operativas son mucho más eficaces en su voluntad de materializar dicha amenaza
en forma de atentados innovadores y con elevadas cotas de letalidad.
Esos
factores son los siguientes: en primer lugar, la conexión con alguna
organización yihadista matriz. En segundo lugar, contar con al menos un
combatiente terrorista extranjero. En tercer lugar, incorporar yihadistas con
pasado como delincuentes violentos. Esos tres factores estaban presentes en los
atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid y continúan advirtiéndonos de que
su combinación se asocia con las expresiones más cruentas e impactantes de la
amenaza del terrorismo yihadista, como pudo constatarse asimismo en los
atentados del 13 de noviembre de 2015 en París. Pero en la actualidad existe de
nuevo un considerable potencial de que se combinen esos tres factores de la
amenaza que para el mundo occidental suponen células y redes yihadistas. En Europa
occidental se han desbaratado recientemente complots terroristas que así lo
corroboran.
Análisis
A
lo largo de las últimas dos décadas, la investigación académica sobre la
amenaza que supone el terrorismo yihadista para las sociedades occidentales ha
acumulado un vasto conjunto de evidencia. Hablar hoy de la amenaza del
terrorismo yihadista es hacerlo de un amplio rango de expresiones, desde la que
es propia de los denominados actores solitarios hasta la que suponen células o
redes constituidas por hasta incluso varias docenas de integrantes. Pero
contamos con hallazgos suficientes como para saber bajo qué circunstancias es
mucho más verosímil que estas células y redes sean eficaces en su voluntad de
materializar dicha amenaza en forma de atentados innovadores y con cotas de
letalidad comparativamente mayores.
En
este sentido, los atentados perpetrados el 11 de marzo de 2004 en Madrid, es
decir los atentados del 11-M, no sólo corroboran esos hallazgos que ha
producido la investigación empírica sobre el terrorismo en el ámbito de las
Ciencias Sociales. También continúan advirtiéndonos acerca de algunos factores
que tienden a encontrarse presentes cuando el terrorismo yihadista se consuma
adquiriendo las características inherentes a sus manifestaciones más cruentas y
consiguiendo de este modo un impacto social muy superior al de otras
expresiones menos severas de la amenaza. Pero ¿cuáles son esos factores? ¿En
qué medida se prefiguraron en el caso del 11-M?
1.
Conexión con alguna organización yihadista matriz
Las
células o redes yihadistas que se movilizan para preparar y ejecutar atentados
dentro de las sociedades occidentales tienen una mayor probabilidad de
completar sus planes, es decir, de alcanzar el blanco o los blancos
ambicionados con las tácticas previstas y producir víctimas, si los desarrollan
en contacto de uno u otro tipo con alguna organización matriz. Alguna
organización yihadista asentada por lo común en una zona de conflicto o
territorio sobre el cual ejerce su influencia, en especial si el vínculo
incluye recibir instrucciones, entrenamiento y hasta recursos. Así lo observó
hace más de una década Javier Jordán en un estudio sobre incidentes de
terrorismo yihadista en Europa occidental en los 10 años posteriores al
11-S.[1]
Además
de registrar más eficacia operativa, las células y redes enlazadas de una u
otra manera con el mando central de una organización matriz suelen ser más
extensas y típicamente llevan a cabo atentados de mayor envergadura, a menudo
coordinados y complejos, asimismo con niveles de letalidad mucho más elevados.
Así lo constató una temprana investigación exploratoria de Scott Helfstein y
Dominick Wright sobre planes terroristas desarrollados por células o redes
yihadistas enlazadas con el núcleo de liderazgo de al-Qaeda.[2] Si bien son
células o redes que suelen desenvolverse bajo constreñimientos más intensos de
seguridad y vigilancia, por lo que sus planes puedan ser desbaratados incluso
más a menudo que los de células o redes con vínculos más débiles.
Los
atentados del 11-M pusieron de manifiesto la importancia que en términos de
eficacia y de letalidad tiene este primer factor, relativo a esos vínculos
organizativos, en concreto con respecto al mando central de una organización
matriz como al-Qaeda. La red terrorista que preparó y ejecutó la matanza en los
trenes de Cercanías empezó a configurarse en Madrid en marzo de 2002, siguiendo
instrucciones de Amer Azizi, el destacado miembro de la célula de Abu Dahdah
que no pudo ser detenido en la Operación Dátil por hallarse en Irán camino de
Afganistán y huyó a Pakistán integrándose en las filas de al-Qaeda.[3] Pero
hacia mediados de 2003, cuando ocupaba un puesto de responsabilidad como
adjunto al jefe de operaciones externas de al-Qaeda, consiguió que los líderes
de esta última apoyasen y facilitasen su plan para atentar en España.
Una
de las conclusiones del esclarecedor informe “The Case for Al-Qai’da Links to
the 2004 Madrid Bombings”, del National Counter Terrorism Center de Estados
Unidos (EEUU), fechado en agosto de 2008, que recoge una serie de datos y
hechos fundamentales para conocer cómo se planificó y preparó la matanza en los
trenes de Cercanías, es la siguiente: “Azizi estaba bien situado en 2003
–cuando estarían desarrollándose los preparativos de los atentados con bomba en
Madrid– para actuar de conducto entre el jefe de operaciones externas Hamza
Rabia y otros líderes de al-Qaeda y los activistas en Madrid. A través de
Azizi, al-Qaeda contaba con un vehículo para transmitir la aprobación de la
operación en Madrid o para proporcionar instrucciones detalladas”.[4]
Además,
la red del 11-M estuvo al mismo tiempo conectada con el directorio del Grupo
Islámico Combatiente Marroquí (GICM), que entonces se encontraba establecido
entre Bélgica y Francia. En la práctica, dos de sus más notables miembros, como
eran Hassan el Haski y Youssef Belhadj, estuvieron de hecho entre los seis
integrantes del componente que introdujo en dicha red esa organización
yihadista magrebí. El GICM, entidad asociada con al-Qaeda, se había reorientado
operativamente después de perder sus bases en Afganistán tras el 11-S, optando
en aquellas circunstancias por priorizar la práctica de la yihad allí donde
residieran sus miembros y partidarios, como en Marruecos y en España.
2.
Presencia de combatientes terroristas extranjeros
Si
los integrantes de una célula o red yihadista activa en cualquier país
occidental se preparan para atentar, la presencia entre ellos de al menos un
individuo que cuente con experiencia como combatiente terrorista extranjero o
que haya recibido entrenamiento terrorista en el exterior es un segundo factor
capaz de incrementar considerablemente la eficacia de esos preparativos, es
decir, que se completen según lo previsto. Además, esa presencia de al menos un
individuo con experiencia combatiente o entrenado en el exterior hace que la
probabilidad de que el atentado o atentados a los cuales den lugar sean letales
tienda a duplicarse. Este es el denominado efecto del yihadista veterano al
cual se refirió Thomas Hegghammer en un importantísimo estudio pionero sobre el
tema.[5]
En
los países occidentales ha recalado una muy pequeña parte de los yihadistas con
experiencia de entrenamiento o combate en zonas de conflicto. Incluso sólo una
limitada proporción de los combatientes terroristas extranjeros partidos de
esos países retorna y lo hace con un compromiso militante acentuado. Pero, si
optan por implicarse en elaborados actos de terrorismo y finalmente lo hacen,
su contribución a la movilización con fines terroristas de células o redes
puede ser decisiva. No sólo por las destrezas con que cuentan para la
preparación y ejecución de atentados. También porque su experiencia les
confiere un carisma gracias al cual radicalizar, reclutar y agrupar individuos
que bien pueden permanecer largo tiempo en estado durmiente bien pueden activarse
en poco tiempo. También están en condiciones de aprovechar lazos existentes
entre yihadistas residentes en un mismo escenario local, aunque pertenezcan a
organizaciones u colectivos diferentes.
El
caso del 11-M continúa siendo un buen recordatorio de la importancia que sobre
la eficacia y letalidad de la amenaza terrorista supone el concurso de esos
individuos con experiencia como combatientes en zonas de conflicto o entrenados
como operadores en campos de organizaciones yihadistas. Entre quienes
prepararon y ejecutaron la matanza en los trenes de Cercanías, el marroquí Said
Berraj había recibido adiestramiento en tácticas de terrorismo, incluyendo
capacitación especializada en la manufactura y uso de artefactos explosivos
como los que estallaron en los vagones de esos trenes. En septiembre de 2000,
poco después de haberlo captado para su célula en Madrid, Abu Dahdah envió a
Berraj a un campo de entrenamiento de al-Qaeda en Afganistán, al cual se
desplazó en compañía de Azizi y de donde regresó a Madrid en febrero de
2001.[6]
Allekema
Lamari, exmiembro de una célula de la organización yihadista Grupo Islámico
Armado (GIA) desarticulada en Valencia en 1997 como resultado de la Operación
Appreciate, condenado en 2001 a 14 años de prisión, pero excarcelado en junio
de 2002 debido a un desajuste judicial, fue otro de los terroristas del 11-M y
con anterioridad a su llegada a España había sido combatiente yihadista en
Afganistán.[7] El propio Azizi, inductor de la movilización de la red del 11-M
y a la postre conducto entre ésta y el mando de operaciones externas de
al-Qaeda, había recibido entrenamiento en el uso de armas y explosivos, primero
en un campo yihadista de Zenica, en Bosnia, y, unos años después, en otras
instalaciones en Afganistán, concretamente los campos al Faruk, de al-Qaeda, y
Mártir Abu Yahya, perteneciente al Grupo Islámico Combatiente Libio (GICL), a
los cuales acudió en 2000.[8]
A
la red del 11-M pertenecieron además otros individuos de los que se sabe que
estuvieron en Afganistán, como parte de sus actividades yihadistas, aunque se
desconoce si recibieron entrenamiento o estuvieron implicados en combate. Tal
es el caso de Rabei Osman Es Sayed Ahmed, es decir Mohamed el Egipcio.[9] Al
nodo principal del componente del GICM en dicho entramado terrorista, el ya
aludido Youssef Belhadj, que muy probablemente estuvo en Afganistán al menos en
2001, se le atribuye de hecho el apodo de Abu Dujan al Afgani, sobrenombre de
alguien que había estado en Afganistán o tenía relación con este país.[10]
3.
Yihadistas con pasado como delincuentes violentos
Un
tercer factor de los que incrementa significativamente las capacidades con que
una célula o red yihadista cuenta para completar con eficacia y letalidad sus
planes para ejecutar atentados en países occidentales es la participación de
individuos con trayectoria previa como delincuentes violentos. Aunque esto no
es algo novedoso, ha sido especialmente observado en relación con la amenaza de
Estado Islámico, a partir de su emergencia en 2014 como organización rival de
al-Qaeda, en investigaciones como la desarrollada, respecto a la movilización
yihadista en países de Europa occidental, por Rajan Basra, Peter R. Neumann y
Claudia Brunner.[11]
La
presencia progresivamente más visible y pronunciada de este tipo de yihadistas
en el seno de células y redes inmersas en la preparación de atentados
terroristas, tal y como han corroborado ese y otros trabajos posteriores, ha
permitido a esos elencos disponer de importantes habilidades derivadas de su
experiencia delincuencial previa. Entre estas habilidades se incluyen una
particular facilidad para adquirir armas de fuego y explosivos con los que
fabricar bombas, una familiaridad con la violencia que rebaja su umbral
psicológico para implicarse en actos de terrorismo y una especial destreza para
conducirse eludiendo actuaciones policiales de seguimiento y control.
Otras
habilidades prácticas y logísticas muy valiosas, de entre las transferibles por
yihadistas con pasado como delincuentes, son las de acceder a documentos
falsificados a través de entornos delincuenciales conocidos, procurar
domicilios seguros en los que ocultarse y obtener, precisamente mediante
actividades criminales, los recursos financieros necesarios. Todo lo cual
aumenta sobremanera las posibilidades de que los planes terroristas que esté
preparando una célula o red yihadista se materialicen en atentados.
Una
vez más, el caso del 11-M prefigura la trascendencia de este factor. Uno de los
tres componentes que tuvo la red a que pertenecieron los yihadistas que
atentaron en los trenes de Cercanías –y el último en ensamblarse, pues lo hizo
en el verano de 2003– procedió de una banda de delincuentes violentos
radicalizados en el yihadismo cuyos integrantes contaban con amplia y
prolongada trayectoria en el tráfico ilícito de drogas y otras manifestaciones
de delincuencia violenta como el robo en viviendas, el comercio ilícito con
bienes sustraídos o la falsificación de documentos. Hasta 10 miembros de la red
del 11-M, gran parte de ellos con antecedentes penales, provenían de esa banda.
Eran todos marroquíes, residentes –legalmente o no– en España y entre ellos se
encontraba su cabecilla, Jamal Ahmidan, conocido como El Chino.[12]
A
través de los estos yihadistas con trayectoria previa en la criminalidad
violenta y de las relaciones que tenían con otros círculos criminales es como
la red del 11-M consiguió contar con un inusual número de individuos dispuestos
a participar en actos de terrorismo espectaculares y altamente cruentos.
También acumular una gran capacidad financiera, aproximadamente millón y medio
de euros, más de 14 veces el coste estimado de la matanza en los trenes de
Cercanía.[13] Además, infraestructura, vehículos y documentos falsos. Y, por
último, acceder ilícitamente a explosivos industriales, sustraídos de una
explotación minera asturiana por delincuentes españoles nativos que la
intercambiaron por droga y probablemente algún otro incentivo económico
ofrecido por esos integrantes de la red del 11-M con pasado como delincuentes
violentos.
Conclusiones
Más
de 20 años después de haber ocurrido, los atentados del 11-M nos sigue
enseñando mucho sobre las peores expresiones que puede adoptar la incesante
amenaza del terrorismo yihadista en los países occidentales. En la red
terrorista que los llevó a cabo se dieron los tres factores que hacen de una
conspiración terrorista más eficaz y letal. En la década durante la cual
ocurrieron, la amenaza del yihadismo global para las sociedades abiertas estaba
relacionada con al-Qaeda. En la década posterior se sumó la relacionada con
Estado Islámico. Durante este periodo, los mismos tres factores coincidieron
también en la red que perpetró los atentados del 13 de noviembre de 2015 en
París.[14] No en vano, los atentados de Madrid y París son los actos de
terrorismo yihadista más letales acontecidos en Europa occidental. Tanto
al-Qaeda como Estado Islámico son hoy fuentes de amenaza terrorista en
Occidente, incluyendo sus expresiones más letales como producto de células o
redes en las que se combinen los tres factores.
En
lo que atañe a al-Qaeda, ni ha desaparecido ni ha dejado de proyectar su
amenaza terrorista sobre Europa. Sus dirigentes están priorizando una
estrategia de expansión de las ramas territoriales, tres de las cuales –Al
Shabab en Somalia, el Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes en el Sahel, al
igual que al-Qaeda en la península Arábiga– destacan en la actualidad por el
dominio espacial y la influencia social que han logrado en sus zonas de
operación, además de por su potencial de financiación y el desarrollo
tecnológico de herramientas para practicar el terrorismo. Puede que el mando
central de la estructura yihadista global se encuentre aún constreñido para
planear grandes atentados terroristas en esa región. Pero en el contexto
favorable de su retorno a Afganistán es verosímil que haya dado ya
instrucciones de iniciar la activación de células terroristas para operar en
Europa occidental, un escenario considerado más propicio que los de otras
sociedades occidentales.
Pero
las principales tentativas de ejecutar atentados espectaculares y altamente
letales que han tenido lugar en los últimos cinco años en las sociedades
europeas corresponden a células o redes que mantenían algún tipo de vínculo con
Estado Islámico, posiblemente anticipando una inflexión al alza –también
cualitativamente– en la amenaza del terrorismo yihadista dentro de la región
tras su relativo y breve estancamiento posterior al colapso del califato. Para
ser precisos, el principal vínculo de esas células o redes lo viene siendo con
la rama –o provincia— de Estado Islámico en Jorasán, extendido en Asia central
y el Cáucaso septentrional, ocasionalmente a través de intermediarios entre los
que se incluyen mandos intermedios que actúan desde Oriente Medio y que
ocasionalmente lo hacen online. Aunque en las conexiones de algunas de esas
células o redes operativas han aparecido igualmente lazos con provincias de
Estado Islámico activas en África.
El
entorno antiterrorista en que se han desenvuelto recientemente y van a seguir
desenvolviéndose células y redes yihadistas con planes para atentar en
Occidente ha cambiado mucho a lo largo del último cuarto de siglo. Esto hace
que les resulte más difícil preparar atentados complejos y altamente cruentos
sin ser desbaratados por los servicios de lucha contra el terrorismo, incluso
si se dan los factores que hasta ahora han estado asociados a una mayor
probabilidad de que esos planes culminen con matanzas terroristas. Al tiempo,
sin embargo, tanto al-Qaeda como, de manera más inmediata, Estado Islámico,
vienen generando en la actualidad, como consecuencia de sus actividades en
zonas de conflicto, las condiciones gracias a las cuales recuperar su potencial
para promover y facilitar operaciones de elevada letalidad en el mundo
occidental, en particular en las sociedades europeas.
Opinión:
Sobre las opiniones de Fernando Reinares, aprovecho a
recordar su comparecencia del pasado martes 25 de marzo en la Comisión de
Investigación por klos atentados de agosto2017 en Catalunya.
Aquí está el link:
https://www.youtube.com/watch?v=2-CjVvtkveI
Comisión de Investigación sobre el derecho a saber la
verdad y las implicaciones derivadas de los atentados de Barcelona y Cambrils
del 17 de agosto de 2017
XV Legislatura
Nº Sesion: 14
martes 25 de marzo de 2025 a las 11:00
1º. D. Fernando Reinares Nestares, investigador y
exdirector del Programa sobre radicalización violenta y terrorismo global en el
Real Instituto Elcano.
Comisión de Investigación sobre el derecho a saber la
verdad y las implicaciones derivadas de los atentados de Barcelona y Cambrils
del 17 de agosto de 2017
12:30 horas
2º. D. Ali Yassine, expresidente de la Mezquita Annour de
Ripoll.
Comisión de Investigación sobre el derecho a saber la
verdad y las implicaciones derivadas de los atentados de Barcelona y Cambrils
del 17 de agosto de 2017
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