30 marzo 2025
Los
asesinatos nunca aclarados de la RAF en Alemania planean sobre el juicio a la
presunta terrorista Daniela Klette
La
antigua militante de la Fracción del Ejército Rojo (RAF) se sienta en el
banquillo por los 13 atracos a mano armada que presuntamente cometió entre 1999
y 2016
"Soy
consciente de mi situación. Será un juicio con mucha carga política aunque se
sostenga lo contrario", afirmaba la presunta terrorista de la extinta RAF
Daniela Klette, cuando finalmente tomó la palabra, cinco horas después de
iniciarse su juicio. No se la juzga por su supuesta implicación en los
atentados de la Fracción del Ejército Rojo (RAF), sino por 13 atracos a mano
armada, cometidos según la acusación entre 1999 y 2016 por el trío que formó
con los prófugos Burkhard Garweg y Ernst-Volker Staub. Pero sobre su proceso
planean los asesinatos de autoría nunca aclarada, entre el total de las 34
víctimas mortales y 200 heridos que dejó la autoproclamada banda
anticapitalista y marxista alemana hasta su disolución en 1998.
El
asesinato no prescribe, es la máxima del sistema judicial alemán que se aplica
tanto a los juicios tardíos contra nonagenarios o incluso centenarios cómplices
del nazismo como contra ex terroristas como Klette, de 66 años. Se la considera
miembro de la tercera generación de la banda que fundaron a mediados de la
década de los 70 Andreas Baader y Ulrike Meinhof. Los atracos que se atribuyen
al trío de Klette corresponden a su ‘segunda vida’, la que se labró como
‘Claudia’, bajo diferentes apellidos falsos. Llevaba 30 años buscada por la
policía hasta que en febrero del año pasado la policía llamó a su puerta. Para
sus vecinos, era la amable mujer de un piso de la quinta planta en la
Sebastianstrasse, 73, en el multiétnico distrito de Kreuzberg. Sacaba a pasear
al perro, daba clases de recuperación de matemáticas y bailaba capoeira en un
grupo del barrio.
Un
grupo de investigación periodística reconoció en Facebook su rostro entre los
danzantes de un desfile de carnaval del barrio. Se reveló así su auténtica
identidad como pieza clave del trío de ‘jubilados de la RAF’, como se les llama
por la edad, que perpetró sus atracos a mano armada en distintos puntos del
país, con un botín total de 2,7 millones de euros. En su modesto piso de dos
habitaciones guardaba armas automáticas, munición, un kilo en oro y 250.000
euros en metálico. Se entregó sin oponer resistencia, pero tuvo tiempo de
enviar un mensaje a uno de sus compañeros prófugos: ‘me han pillado’.
Solidaridad
residual
“Todo
esto es exagerado”, comentaba uno de los periodistas acreditados para seguir el
proceso, en primera fila de la treintena de puestos asignados a los medios de
la Audiencia de Celle, la ciudad de Baja Sajonia donde se abrió el juicio, el
martes pasado. Se refería a los enormes dispositivos de seguridad que envuelven
el juicio. La procesada y sus tres abogados están aislados en su ‘vitrina’ de
cristales blindados. El público corriente, como la treintena de representantes
de la prensa y un par de medios extranjeros, entre ellos EL PERIÓDICO, está
tras una segunda muralla de cristal blindado. Llamó la atención que el teórico
periodista al que las medidas de seguridad le parecen exageradas cruzara un
amistoso saludo con Klette. La procesada había entrado en su vitrina entre
abrazos solidarios con sus abogados, más el saludo cómplice al ‘periodista’.
Se
trata de Karl-Heinz Dellwo, como le identificó el semanario ‘Der Spiegel’. Un
ex terroristata de la RAF juzgado y condenado por el atentado y toma de rehenes
con dos muertos en la embajada alemana de Estocolmo, en 1975, en libertad desde
1995. Que lograra acreditarse como periodista, cuando supuestamente hay enormes
medidas de seguridad, es uno de los enigmas del proceso. Antes de superar los
controles de acceso, Dellwo y la enviada del diario de la izquierda radical
‘Junge Welt’ Ariane Müller, se habían sumado a la concentración de solidaridad
con Klette.
Eran
apenas una treintena de simpatizantes los que se han acercado a Celle, una
ciudad de 78.000 habitantes de Baja Sajonia y a 150 kilómetros de la cárcel de
mujeres donde está recluida la procesada. Exhiben sus pancartas pidiendo
‘solidaridad internacional’ y corean canciones de bandas punk extintas como la
RAF, donde se califica de ‘asesina’ a la policía. Es una protesta tan ruidosa
como residual.
“Tuvieron
acceso a las armas de la RAF, estaban entrenados en su manejo, amenazaron con
ellas e hicieron temer por sus vidas a empleados o cajeros, inclusive una
embarazada. Al menos en una ocasión dispararon a matar sobre uno de ellos”,
explica en un aparte con los medios Stefen Hörnig, parte de la acusación
particular. Representa al conductor de un transporte de dinero contra los que
se dirigieron los tiros del trío en uno de sus atracos. Supuestamente Klette
estaba al volante del auto utilizado por el grupo.
La
tapadera de la autoría colectiva
Para
el juicio de Celle se prevén una cincuentena de vistas todo este año. A ese
proceso deberá seguir otro, el relacionado con su existencia anterior como
miembro de la RAF. Ahí deberá responder por un atentado contra el Deutsche Bank
en 1990, contra la embajada de Estados Unidos en Bonn de 1991 y contra una
cárcel, en 1993. Son casos menores, como todos los de la ya agónica tercera
generación de la RAF. “Es una vergüenza para el Estado de Derecho que se siga
sin esclarecer la autoría de los asesinatos del ‘otoño alemán’”, opina el
columista del diario conservador ‘Frankfurter Allgemeine Zeitung’, Reinhard
Müller. Se refiere a los asesinatos de la etapa más mortífera de la banda
terrorista, entre octubre y noviembre de 1977.
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