10 marzo 2025
Aniversario
del 11M: pacto de silencio y revictimización
Víctor
Sampedro, Catedrático de Opinión Pública y Comunicación Política en la URJC
En
2024, cumpliéndose veinte años del 11-M, ningún gobierno o parlamento (fuese
local, autonómico o estatal), guardó ni un minuto de luto oficial por las
víctimas del peor atentado cometido en suelo europeo. El 11 de marzo de 2004
murieron una de cada dos víctimas del terrorismo en la Comunidad de Madrid.
Durante años, la inmensa mayoría no recibió un céntimo de la CAM. Los muertos
del 11-M representan a una de cada cuatro o cinco conciudadanos caídos por
terrorismo en toda España. Aún esperan un homenaje de Estado, laico y
apartidista.
Ningún
medio - ni un solo periódico, radio o televisión – mencionó en los anuarios y
balances del 2024 el XX aniversario de aquella masacre. El actual “debate”
sobre “desinformación” escamotea los precedentes del “trumpismo” patrio. Se
sigue encubriendo a los responsables de haber instalado la máquina de lodo y
odio de la (ultra)derecha madrileña que marca la línea del PP.
Instalaron
en la opinión pública el peor bulo imaginable, atribuyendo al atentado una
autoría etarra y una intención electoral inexistentes. Los yihadistas
decidieron la fecha antes de saberse que el 14 de marzo habría elecciones. El
PP acusó al PSOE de lo peor que le puedes imputar a un adversario: planear,
facilitar o permitir que maten a tus electores para llegar al poder. Sin
aportar una sola evidencia mantienen las insidias, sabiéndose impunes. Toda la
cúpula de los servicios de seguridad (nombrada por el PP y el PSOE) fracasó
estrepitosamente. Ni un solo cargo político dimitió o fue cesado.
Esperanza
Aguirre y las redes corruptas del PP madrileño aprovecharon el 11-M para
hacerse con el PP. Y de paso purgaron a los directores de elmundo.es y del ABC,
cuando se negaron a secundar la teoría de la conspiración. Así lo contaban
Gumersindo Lafuente y José Antonio Zarzalejos en un libro de impacto limitado.
La
indolencia ayusista y voxista con las víctimas incómodas (véanse las 7291 de
las residencias) hunde sus raíces en el 11 de marzo de 2004. La degradación de
los estándares profesionales del periodismo, también. Jiménez Losantos y Pedro
J. Ramírez aún sostienen los embustes que, de haber prosperado, habrían puesto
en la calle a los autores del 11-M. Ahora les acompaña una legión de
pseudoperiodistas discípulos a quienes avalan y promocionan a mayor gloria de
quien mande (y pague) en el PP. Sin el amparo de los capos, los matones de
micrófono blanqueado serían irrelevantes.
Ojalá
el PSOE (y los medios afines) hubieran roto en 2004 el pacto de silencio que
suscribió Rodríguez Zapatero con los conspiranoicos del 11M. Se confirma en una
entrevista del año pasado, concedida al más conspicuo, el ínclito Pedro J. No
la enlazo para no dar clics al panfleto El (muy) Español del 5 y 6 de mayo.
[ZP
a PJ]: “la legitimidad de mi victoria se cuestionó ampliamente por el atentado
del 11-M, por la teoría de la conspiración. Yo tuve que escuchar cosas de que
llegué subido en los vagones de un tren...” Y el susodicho libelista replica:
“Hombre, esos fueron elementos circunstanciales muy singulares.” Sí, han leído
bien: la pseudoinformación, pasada y presente, resulta “circunstancial y
singular”. Lo mismo dijo Feijoo: que los bulos aznaristas del 11-M fueron “un
problema de comunicación”. Eso, que ya pasó.
[ZP
a PJ]: “la mayoría de las veces que me reuní con el presidente Aznar fue a
iniciativa mía. Y recuerdo muy bien la peor negativa que me dio, que fue el día
11 de marzo de 2004, cuando le llamé y le propuse una reunión de todos los
partidos […] Y me dijo que no. Sí, yo defiendo y se lo digo al presidente
Sánchez y al señor Feijóo, por supuesto. Que hablen, en privado, con poca
publicidad... es muy importante. Porque el diálogo siempre ayuda.”
El
diálogo en democracia, según el canon bipartidista, consiste en que quienes
mandan hablen “en privado, con poca publicidad”. ¿Como Putin y Trump, el zar y
el césar de la pseudoinformación, repartiéndose Ucrania? Den este gran salto
temporal, más que justificado. El abandono de las víctimas del 11-M anunciaba
el de los ucranianos y gazatíes. Auguraba estos tiempos en los que (con formas
manifiestas, prepotentes y hasta jocosas) la verdad, la justicia y la
reparación se sacrifican ante el lucro corporativo y la codicia electoral. Los
capos se dan la mano, literal y figuradamente, sin tapujos. En 2004, la Prensa
se plegó a las mentiras oficiales porque aquellas elecciones decidían la
expansión digital de los grupos mediáticos. Y el PP descubrió que podía dictar
titulares y que mentir no solo le salía gratis: le rentaba muy mucho en las
urnas. Escaló, pues, el alcance de sus patrañas. Y así hasta emitir deepfakes
en bucle.
La
reunión del 11 de marzo de 2004 en La Moncloa, a la que Zapatero no fue
convocado, no contó con otros representantes políticos que del PP. Tampoco, con
un solo miembro de los cuerpos de seguridad o inteligencia del Estado. Las
notas de prensa fueron pura pseudoinformación: publicidad electoral engañosa y
encubierta como comunicados oficiales.
Aznar
llamó personalmente y por teléfono a los directores de los grandes periódicos
para dictarles los titulares que atribuyeron el atentado a ETA. Y, con su
ayuda, convocó una manifestación oficial para el día 12; sospechando unos y
sabiendo el otro que había un comando yihadista suelto en Madrid. Aquella
manifestación tenía el mismo lema que el comunicado de la FAES veinte años
después: “Con las víctimas, con la Constitución y por la derrota del
terrorismo”. Las víctimas, como parapeto y ariete. La Constitución, patrimonio
exclusivo y botín de la guerra permanente contra el enemigo interno y externo.
Sus guerras son sus negocios y nuestros, los muertos. Puro trumpismo o
putinismo, que no llamamos aznarismo desde hace 20 años.
Solo
fuera de micrófono, cuando pensaba que no le grababan, Zapatero reconoció a
Iñaki Gabilondo lo rentable que resultaba alimentar, a la chita callando,
administrando silencios cómplices, una política de la crispación basada en
mentiras nunca desmentidas. Y es en lo estamos.
Pero
resulta una polarización asimétrica: la (ultra)derecha se desata y la izquierda
responde con sordina o mutismo. Se instala así una ficción sesgada, mendaz y
belicosa, que secuestra la atención pública. Esgrime y asienta prejuicios,
movilizando odios y filias. Provoca adhesiones y fobias irracionales emitiendo
mensajes que alcanzan eco viralizándose con robots y algoritmos en unas mal
llamadas redes sociales que, además, son suyas o de sus conmilitones digitales.
La
pseudoinformación revictimiza, perpetúa la condición de las víctimas que son
portadoras de verdades incómodas; en este caso, que el 11-M fue la respuesta de
la Yihad a la guerra de Irak en la que nos metió Aznar. Luego, les impidieron
colocar una placa que denunciase a sus verdugos. Suplantando su identidad,
negaban la de los afectados. Se la usurparon equiparándolas a las víctimas de
ETA. A Pilar Manjón le acusaron de inventarse que había perdido a su hijo
Daniel, de no conocer a su padre y de haber colaborado en su asesinato. Le
dieron muerte civil. La pasión continúa. Y, para más inri, algunos bloques del
monumento en Atocha, derribado precisamente en 2024, llegaron a venderse en
Wallapop.
El
acoso infligido a Manjón debe multiplicarse por las casi 200 víctimas mortales
y los casi 2000 heridos del 11-M. Se equipara al que sufrieron los familiares
de Ángel Berrueta, asesinado en Pamplona el 13 de marzo de 2004 por negarse a
colocar un cartel contra ETA en su panadería. Y hay que sumarle el suicidio de
Magdalena, la entonces mujer de Rodolfo Ruiz. Era el comisario de Vallecas al
que Losantos acusó en los tribunales (y aún desde sus tribunas) de manipular
las evidencias de los explosivos. Esperanza Aguirre le injurió llamándole
Gestapo del PSOE. Lograron que le inhabilitara un juez, antiguo represor del
estudiantado antifranquista. El lawfare contra Pedro Sánchez y sus socios
remite a una guerra judicial que se cobra cabezas hace décadas.
El
tejido que no cicatriza no se regenera. Las heridas que supuran no curan.
Extienden la gangrena. Las víctimas de ETA no afines al PP han acabado
denunciando que sufren una “revictimización tremenda que genera un dolor
insoportable”. La mentira ha acabado mortificando a las víctimas que reclama
como propias. Así lo denunció la AVT, habiendo sido no afín, sino servil al PP.
La principal asociación de víctimas enmarcó a las del 11-M como víctimas de
ETA. Colaboró en el acoso judicial a la Asociación de Afectados de Pilar Manjón
y a sus valedores. Propagó los bulos y homenajeó a sus artífices.
La
sombra del aznarismo, como la de los cipreses, es alargada. Cipreses son los
árboles que se plantaron en el Retiro para que el PP y la AVT celebrasen los
aniversarios del 11-M. Le llamaron el Bosque de los Ausentes. Gracias a la
Asociación de P. Manjón, se rebautizó como Bosque del Recuerdo. No sirvió de
mucho. ¿A que no saben dónde queda? ¿Y que está dedicado al 11-M?
Opinión:
Considero a mi amigo Víctor Sampedro como uno de los
máximos interesados en dedicar multitud de horas y presentar un enorme interés
en estudiar la cuestión del 11-M y el uso partidista del dolor ajeno.
Creo que no puedo añadir nada más.
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