09 junio 2014
Víctimas y víctimas para una Euskadi justa y pacificada
NO hay acuerdo en la sociedad vasca sobre quiénes deben considerarse víctimas. Algunos limitan la condición de víctimas a las ocasionadas por el terrorismo de ETA. Es frecuente que se añadan las provocadas por los GAL, el Batallón Vasco Español o la Triple A. Muchos cuestionan (no es mi caso) el denominar víctimas a las que padecieron torturas policiales. Algunos añaden también a los familiares de presos muertos en accidente cuando iban a visitarlos a las cárceles. Otros se refieren a las personas que abandonaron el País Vasco como consecuencia de la violencia de persecución padecida cuando la izquierda abertzale -en el nefasto programa Oldartzen de 1994- legitimó, cuando no alentó, la "socialización del sufrimiento". No extrañará que su cuantificación resulte compleja.
Así, este diálogo entre Javier Rojo y Nati Rodríguez, esposa de Fernando Buesa, tras su asesinato por ETA (en María Antonia Iglesias. "Memoria de Euskadi". Edit. Aguilar. Madrid 2009, página 796):
"- Nati, no sabes el odio que tengo, el rencor que tengo, la rabia y el odio que tengo dentro de mi contra estos por lo que nos han hecho.
- Javier, te estás equivocando, el odio no te perjudica más que a ti, no te conduce a ninguna solución, y hará que te equivoques en tus decisiones, tenemos que trabajar para que no haya más muertos, que sería lo que Fernando hubiera querido y, sobre todo, que no hagamos lo que ellos quieren que hagamos, que es violentar y romper a una sociedad".
Hoy, la Fundación Fernando Buesa sigue realizando una encomiable labor por la verdad y la convivencia en Euskadi.
El testimonio del etarra Carrasco, asesino de Jáuregui tras hablar con su viuda, Maixabel Lasa (no encuentro dónde recogí este testimonio. Si algún lector me lo señala, lo agradeceré):
"- Acudí con un solo objetivo: pedirle a ella y a todos los que tanto habían sufrido por mi culpa, perdón. Perdón por ser el causante de una gran injusticia, por ser el culpable del asesinato de su marido, el culpable de su sufrimiento, el culpable de haber destruido su proyecto de vida en común y sus sueños compartidos…. Para mí era vital escucharla. Poder estar con el familiar de la víctima del atentado en el que yo participé directamente (…), tener ocasión de escuchar sus impresiones y sus testimonios me permitió reevaluar racionalmente numerosas cuestiones de carácter ético y emocional y acercarme a una realidad largamente eludida…".
Al día siguiente del jueves 20 de octubre de 2011, fecha en la que ETA anunció que dejaba definitivamente las armas (armas que aún no ha entregado, como nos recordó Interpol el pasado 28 de mayo) participé en un programa de TV3 en Barcelona. Destacaba Eulalia Lluch, una de las hijas de Ernest Lluch. Eulalia animó a la sociedad vasca para hablar y dialogar sin deseos de venganza sobre el futuro abierto. Quería ayudar, no presionar ni dirigir hacia ninguna parte. Ninguna palabra de más, ninguna manifestación de odio, ninguna descalificación innecesaria, nada de que nadie se pudriera en ninguna cárcel. Dijo en algún momento, y lo apuntó con la máxima humildad y prudencia, que, desde su punto de vista, lo que ahora procedía era lo que su padre defendió con tenacidad y coraje y con mucha incomprensión. Estábamos, con ella, cuatro en el plató. Nos impactó a todos.
El 7 de noviembre de 2013 se presentó en la Universidad de Deusto la iniciativa Glencree que, discretamente, llevaba funcionando desde 2007, poniendo en contacto víctimas de diferentes victimarios. Ese día intervinieron en Deusto Forum Fernando Garrido, hijo del gobernador militar de Guipúzcoa que ETA asesinó en 1985, y Asun Lasa, hermana de Joxan, torturado y asesinado por la Guardia Civil , en lo que ha pasado a la historia como el caso Lasa y Zabala. He aquí una de las ideas que expresó Garrido: "Conocer de cerca que 'en el otro lado' también hay dolor, me ayudó a ver que hay mucho sufrimiento en las diferentes violencias y no solo en la que yo he sufrido".
Mirando al futuro, Euskadi necesita levantar el velo de los silencios sobre todas las víctimas. Necesitamos conocer la verdad. Toda la verdad. Euskadi necesita un enorme ejercicio de verdad y humildad. Necesitamos no uno, sino ciento y un estudios en los que desempolvar tanta miseria, tanto olvido, tanto odio, tanto fanatismo. Necesitamos escuchar más relatos, muchos relatos de tanta gente que ha sufrido tanto. Necesitamos avanzar en organismos, de diferente sensibilidad política, que busquen la verdad y la reconciliación. Si el término reconciliación causa problema, utilícese otro.
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