15 julio 2018
Víctimas del 17-A:
“Nos han dejado solos”
Las víctimas de los
atentados del 17 de agosto denuncian la dejadez de las administraciones
Tras muchos meses de silencio en el que los
medios de comunicación en contadas ocasiones hicieron alguna referencia a los
atentados de Alcanar, la Rambla ,
la Diagonal
y Cambrils, el domingo pasado La Vanguardia publicaba una imagen inédita de la furgoneta que se
llevó por delante la vida de 13 personas y rompió en pedazos la existencia de
muchos que aquella tarde de agosto paseaban felices por el corazón de
Barcelona. Las víctimas con las que en la última semana se ha puesto en
contacto este diario reconocen que no
estaban preparadas para enfrentarse de nuevo al vehículo, aunque fuera en una
simple fotografía en un papel. Aprovechan estas líneas para compartir su
angustia y formalizar una petición: “Que los medios de comunicación piensen en
nuestro sufrimiento y no nos castiguen con nuevas imágenes innecesarias”.
A un mes del primer aniversario de los ataques
del 17-A, muchas víctimas denuncian que ese silencio forzado y unánime que se
ha forjado alrededor de estos atentados ha ahondado en su aislamiento, en su
soledad. “Las administraciones nos han dejado completamente solos”, aseguran
con angustia.
Silvia Mompart había pasado uno de los días “más
felices de su vida”. Y de eso hablaba con su hija Marina mientras paseaban
abrazadas, Rambla arriba, en busca del tren de vuelta a Rubí. Iban a parar para
comprar unas pulseras que ya habían visto y que llevaban grabado “I love
Barcelona” de recuerdo de la maravillosa jornada. Un poco rezagados caminaban
los tíos y Xavi, de tres años, con su mono de rayas, su chupete y dormido en el
cochecito. Andaban por el Liceo.
“Alcé la vista, oí los gritos de la gente. La
furgoneta bajaba acelerando. Aparté a mi hija hacia un lado y el vehículo giró
hacia el otro”. Allí estaban Xavi
y sus tíos. Fue Marina la que descubrió a su hermano bajo los restos de
unas bicicletas. “Lo abracé en mis brazos. ‘Cariño mío no te preocupes, que
mamá está aquí contigo’, le dije. Mi hijo suspiró. Entonces fue cuando empecé a
gritar pidiendo ayuda”.
Miquel, Eva, Dani y Leo son
los cuatro guardias urbanos que se acercaron, los evacuaron hasta la entrada del Liceu y
con un desfibrilador trataron de reanimar al pequeño. Los metieron en un coche
patrulla y los llevaron al centro médico más cercano, Pere Camps. Nada pudieron
hacer por el pequeño.
Con los cuatro policías siguen hablando. “En
realidad son los únicos que en este tiempo se han preocupado de mi y de mi
familia”, lo cuenta Silvia serena. Absolutamente nadie de las administraciones
la ha llamado para saber cómo estaba, cómo seguía. Tiene asignada una
trabajadora social desde el Ministerio del Interior que el primer día, estando
aún en el tanatorio, les habló a Silvia y al padre de Xavi de la indemnización.
“Durante este tiempo ni he notado calor, ni estima, ni empatía, ni cariño. Sólo
se preocuparon del dinero. En alguna ocasión me han preguntado qué necesito. Lo
único que necesito no me lo pueden dar”.
Silvia rechazó al principio la ayuda psicológica.
Pero al cumplirse el medio año y descubrir que era incapaz de recoger la ropa
de su hijo, de cambiar incluso las sábanas de la litera que compartía con su
hermana “descubrí que necesitaba ayuda”. Ahora ya ha recogido la ropa. Casi
toda la ha entregado a un centro, pero ha guardado en una caja algunas prendas. El
chupete, su bañador, su gorra de los minions...
En verano recogerá los juguetes, desmontará la
litera y dejará que Marina tenga su habitación. Este invierno con el colegio
tenía programada con su clase una excursión para visitar el Liceu pero no pudo
ir. “Le cuesta, pero me esfuerzo en que crezca y viva sin miedo”.
Muy cerca de donde esa tarde Xavi se quedó
dormido para siempre,Yolanda Ortiz salía
de tomar unas cañas y unos refrescos en la Boqueria con su madre, Carme, y sus hijos Iván y Daniela. Ya se habían incorporado al
paseo cuando frente a ellos irrumpió la furgoneta. “Tuve una reacción
instintiva. Agarré a mi hijo y le empujé hacia mi. El vehículo pasó a menos de
un metro. No me quito de la cabeza el ruido de los acelerones”. Se escondieron
en una tienda y perdieron la noción del tiempo. Cuando muchas horas después se
abrieron las persianas, lo primero que vieron fueron a dos guardias urbanos.
Eran Ibán y Carlos.
“Mi hijo gritó: ‘Mama, los swat (unidades
policiales de élite). Estamos salvados’”. Los
dos guardias urbanos los sacaron de allí e Iván quiso hacerse una foto de recuerdo con
ellos. Los trasladaron a un hospital de campaña y después al CAP de
l’Hospitalet, donde se quedaron aislados. “Estaba bloqueada. No era capaz de
llamar a un taxi para regresar a mi casa. Suerte de unas amigas me vinieron a
buscar de madrugada”. Desde ese momento empezó a sentir lo que ha sido una
tónica todos estos meses, el absoluto abandono.
Desde entonces todo lo hizo por su cuenta. Nadie la buscó, ni la telefoneó, ni se
preocupó de cómo estaba ella, sus hijos o su madre. Ni a ellos,
ni a las decenas de personas que estaban aquella tarde en la Rambla , en la Diagonal , en Cambrils o
la madrugada anterior en Alcanar. Yolanda tuvo suerte porque a Iván, que tenía 10 años, le tocó por
la seguridad social una psicóloga que se ha implicado y le está ayudando mucho.
“Mi hijo se despertaba por la noche con pesadillas”. También le ayudaron en su
colegio, donde le han apoyado conscientes de lo que había vivido”. Durante
meses, las únicas llamadas que recibieron, los únicos que se preocuparon por
ellos fueron los dos guardias urbanos que se preocuparon de visitar aIván y que comparten con el joven un grupo
de WhatsApp, en el que le preguntan, le cuidan y le miman. “Esos dos policías
han conseguido que mi hijo les cuente cosas que ni a mí ni a su padre les ha
explicado nunca”. Son su terapia.
Esa sensación de abandono y de absoluta
soledad de Yolanda –la misma que tenía Silvia o la que sintió durante mucho tiempo Susana López, que esperaba aquella
tarde el autobús frente a la
Virreina y aún llora cuando piensa– menguó cuando conocieron
el trabajo de la Unitat
d’Atenció i Valoració a Afectats per Terrorisme, creada en febrero y con tres
personas al frente, Elisa Micciola, Sara Bosch y Robert Manrique. En estos
meses, la unidad, con la ayuda del Ajuntament de Barcelona, ha hecho lo que no
ha hecho ninguna administración. Buscar, puerta a puerta, a todas las
víctimas. Y se entiende
por víctimas no sólo los familiares directos de los fallecidos, no sólo los
heridos, sino también aquellas decenas de personas que estuvieron en alguno de
los escenarios y a los que la vida les cambió el 17 de agosto.
A todos ellos nadie les había buscado. Y
ninguno de ellos sabía, porque nadie se encargó de contarlo, que tienen el
derecho a ser reconocidos como víctimas; que pueden personarse en la causa
judicial abierta en la
Audiencia Nacional contra los terroristas supervivientes del
comando Ripoll; que tienen el derecho a ser escuchados, abrazados, cuidados y
reconocidos.
Manrique, que sobrevivió al atentado de
Hipercor y que vivió de cerca el maltrato a las víctimas del 11-M en Madrid,
asegura que no se ha aprendido nada desde entonces. Que las administraciones
siguen descuidando a las víctimas. Yolanda resume con una frase el sentir de
muchas: “Durante meses sentí que me ignoraban porque sólo tenía el derecho de
abrir la boca para agradecer que había sobrevivido”.
Opinión:
Tras una semana de comentarios y reuniones, de llamadas y
solicitudes… finalmente se ha podido presentar la información que pone sobre la
mesa la realidad que están sufriendo muchos afectados por los atentados de
16,17 y 18 de agosto de 2017.
Estoy seguro que esta información traerá consecuencias
porque hay quien se llena la boca diciendo que la asistencia a las víctimas es
ejemplar y que las ayudas son inmejorables… pero la realidad es tozuda y no se
deja convencer por mucho que desde las alturas quieran vender lo contrario.
Existe una normativa desconocida para la infinita mayoría
de víctimas, tanto de atentados anteriores como de los tristemente actuales.
Incluso hay quien decidió preparar una reunión fechada a mediados de junio para
explicar una legislación que data…. ¡¡¡ de 2011 !!!! Como decía una de las víctimas,
“¿ahora, para qué, para la foto?”. Legislación y decisiones de una administración
a la que le falta mucho por aprender en cuanto a lo que significan las palabras
empatía, sensibilidad, solidaridad, templanza, comprensión y todas esas letras
que juntan en sus discursos pero que sonm vacías de contenido.
Ahora solo queda seguir trabajando porque la experiencia
adquirida tras mas de 30 años en el tema muestra que hay gente que miente más
que habla… y ya es difícil.
Pero de esas mentiras no tienen la culpa ninguna de las
personas que se sienten abandonadas ante una administración competente que no
se caracteriza por ser un organismo PRO-activo… sino simplemente un mostrador
burocrático sin alma ni conciencia.
La frase “quien quiera algo que venga a vernos” me retumba
desde marzo de 2014 como el momento en el que entendí que no había nada que
hacer con la administración actual. Y por desgracia lo había vivido desde 1987
aunque tenía la esperanza de que algo cambiaría.
Pero como siempre, la única Esperanza de la que me puedo
fiar y a la que siempre tendré a mi lado es mi esposa…
Solo queda agradecer a tantas y tantas víctimas que nos están
dando su confianza y su aprecio acudiendo a la Unidad de Atención y
Valoración de Afectados por Terrorismo (UAVAT).
Es la ventaja que tiene pertenecer a una unidad de
profesionales y no a una asociación de víctimas… que la política y el
partidismo tienen la puerta cerrada y por lo tanto, tenemos la libertad
suficiente para llamar a las cosas por su nombre.
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