29 junio 2018 (13.06.18)
Hija
de Ernest Lluch, muerto en atentado de ETA en 2000
Rosa Lluch no le convence ser
presentada como «hija de»; recalca que además de víctima ella es también
profesora de universidad, mujer, madre, catalana... y todo ello perfila una voz
diferente a las que han copado micrófonos muchos años.
«Con la declaración del daño
causado ETA fue mucho más allá de lo que yo pensaba»
Le pregunto primero por su evolución personal. Hasta 2008
usted no dio entrevistas, pero ahora sí lo hace, participa en charlas, ha
estado en la Ponencia
del Parlamento Vasco... ¿Cómo y por qué se produce ese paso del duelo a la
implicación, casi al activismo?
Bueno, yo tenía entonces mi vida: una tesis doctoral, una
plaza en la Universidad ,
situarme profesionalmente... Hasta que ví que era necesario que empezaran a escucharse
otras voces. Eso lo vi yo y también se me hizo saber. Pero no he hecho tantas
cosas...
¿Ayuda esta implicación a cerrar la herida?
Más que a cerrar la herida, ayuda a sentirte bien. Yo tengo
la herida cerrada, pero percibo que hay gente a la que le viene bien oír otro
discurso que no sea el mayoritario. Y si a la gente le viene bien, a mí me hace
bien. Recientemente hemos estado en un encuentro con otras víctimas en el
Ayuntamiento de Barcelona y un par de personas me han venido a pedir que diga estas
cosas. Yo tengo la suerte de tener un micrófono delante.
Existe incluso un foro de whatsapp entre víctimas
diferentes, ¿cómo es eso?
Son cosas de Robert Manrique [víctima de Hipercor], que me
mete en muchos líos. Debemos ser unos 50 y muchos son víctimas de los atentados
de este verano pasado, de 2017. Hay gente de Hipercor, que está ya como de
vuelta, cansada, y otros como los de las Ramblas que están empezando ahora a
sufrirlo todo. Es un grupo fantástico. La gente se va ayudando. Yo hasta ahora había
conocido muy pocas víctimas del terrorismo, muy pocas.
¿Y esas voces son realmente diferentes? Porque siempre
aflora una visión estandarizada de las víctimas...
Es que ha habido un interés de los poderes del Estado y los
medios de comunicación en que así fuera... Pero cuando rascas un poco, hay
muchísimos discursos. La mayoría de nosotros no pensábamos igual antes del
atentado terrorista, y el atentado te iguala en que nos hace a todos víctimas,
pero no te hace pensar igual. Quizás también tenemos que hacer autocrítica,
porque a quienes pensábamos distinto no nos ha interesado hablar, o hemos
tenido otras necesidades...
¿Qué sintió hace ahora un mes, cuando conoció la
autodisolución de ETA?
Me hizo ilusión y me gustó, pero la sensación de
tranquilidad, paz, esperanza, fue en Aiete. Aunque esta declaración de ETA me
ha sorprendido mucho...
¿La del reconocimiento del daño? ¿En qué sentido?
Llegué a la
Facultad , abrí un diario digital y la vi. Eran las 8 de la
mañana, estaba yo sola en el despacho, y por eso la leí sin escuchar lo que
otros decían sobre esa declaración. Y pensé ‘buah, estos tíos han ido mucho más
allá de lo que yo pensaba’. Han reconocido muchas más cosas de las que yo
pensaba que iban a reconocer. Me llenó de satisfacción. Luego, a las horas
empecé a oír que si había diferente categorización de las víctimas... Para mí
fue un gran paso, no definitivo si se quiere, pero un gran paso. Falta
recorrido y también falta paciencia.
En esa declaración ETA asumía expresamente que lo que
dijera no iba a «mitigar el dolor» de las víctimas. Pero ¿en su caso sí le
reconfortó?
Es que estas cosas son superpersonales... Yo no necesito el
perdón en mi caso, pero sí me ha venido muy bien saber que ellos creen que
matar a mi padre fue un error. O que empiecen a decir ciertas cosas, aunque sea
con la boca pequeña, porque entiendo que también tienen su público y no podemos
esperar que pasen en un día de ser terroristas a decir que la violencia estaba
mal. Eso tiene que ser un proceso lento. Pero sí, me parece positivo.
El atentado contra Ernest Lluch fue en un momento político
muy concreto, a la salida de Lizarra-Garazi, tras un proceso de negociación
incipiente con el Gobierno Aznar... ¿Se piensa mucho en que con más esfuerzo
esa muerte pudo evitarse?
Sí, yo creo que se pudo haber evitado. Fuera una
tregua-trampa o no, yo creo que el Gobierno y ETA perdieron allí una
oportunidad y que eso nos perjudicó a todos; a quienes tuvimos que sufrir el
terrorismo de ETA, pero también a ellos y a sus familiares. Claro que sí, te
queda el resquemor de pensar que había habido una tregua y decidieron volver a
empezar con los asesinatos.
En aquella manifestación posterior quedó en la memoria de
todos el mensaje de Gemma Nierga sobre la necesidad de dialogar. Pero sin
embargo, el final de ETA no ha venido por la vía del diálogo...
Pues yo no lo sé. Alguien nos lo tendrá que contar...
Quiero decir sin diálogo Gobierno-ETA...
Entiendo que no ha existido en los últimos tiempos, pero
creo también que ha habido algunos puentes ahí que nunca se han roto y otros
que se han intentado construir. Quiero pensar que ha habido algo, no quiero
pensar que hemos tenido unos gobiernos tan irresponsables que no hayan tendido
esos puentes. En cualquier caso, sí creo que ha sido básicamente un proceso
interno de la izquierda abertzale. En realidad, en el fin de ETA influyen
muchos factores: las Fuerzas de Seguridad del Estado –que han cumplido un papel
fundamental, a veces traspasando alguna línea roja que no deberían pero en
general quitando oxígeno a quienes defendían la violencia–; la labor de la
sociedad española, vasca o catalana; la madurez europea –porque hoy es muy
difícil aceptar que haya un grupo terrorista–... y, finalmente, hay una
autocrítica muy importante por parte de ETA. Hay un trabajo ahí muy importante
y que supongo que es muy duro.
Siempre que he podido, he intentado enterarme de lo que se
ve en el otro bando. Y hay un libro de Iñaki Rekarte, cuyo título lo dice todo:
‘‘Lo difícil es perdonarse a uno mismo’’. Lo difícil es eso, aceptar que yo
maté, que yo secuestré, que yo torturé... Es un proceso lento. Y vamos bien,
aunque en algunos momentos me da la sensación de que hay prisa. El entorno de
ETA tiene prisa porque ya ha dado sus pasos, y el otro lado tiene prisa por dar
esto por zanjado y que no pase nada. Pero yo soy historiadora, trabajo con la Edad Media , veo ahí
procesos de 200 años, y creo que los tiempos históricos no se pueden acelerar.
Pero entonces, ¿no hacen falta acciones políticas?
Por supuesto que sí, hacen falta. ¡Es que es una
irresponsabilidad que una organización terrorista quiera dejar las armas y haya
un gobierno que no se las coja! Eso es una obviedad. Hacen falta gestos
políticos, sin duda. Lo que no sé es si estamos preparados para ello.
Ahora hay cambio en La Moncloa , ¿alberga esperanza de esas acciones? Por
ejemplo, de una política carcelaria diferente...
Me parecería bien, pero creo que este gobierno tiene muchos
flancos abiertos y no sé si para ellos será algo prioritario. Sé que en Euskadi
sí es algo prioritario, pero en el resto del Estado nos queda muy lejos. Y otro
problema: ¿qué es esto de la dispersión? No lo sabemos, la gente no sabe.
Quizás esta pregunta sea delicada para usted, pero ¿se
interesa, se informa, conoce la situación de los tres presos condenados por la
muerte de su padre?
El que lo mató está en Almería, o eso es lo último que
supe. Creo que otro estaba en Sevilla. Y la mujer, ahora no lo sé.
Se lo concreto: ellos dos están en Almería y Huelva, y ella
en Pontevedra. ¿Lo ve con indiferencia, dado el motivo por el que les
condenaron, o le parece justo o injusto?
A mí, donde estén las personas que mataron a mi padre no me
afecta, no me supone nada. Creo que tienen que estar en la cárcel hasta que
cumplan su condena, pero no veo ninguna necesidad de que estén a centenares de
kilómetros de su casa, y así estamos castigando a unos familiares y amigos que
no tienen por qué pagar el delito que cometieron ellos. Yo soy partidaria de
que se acerque a los presos al País Vasco.
Su padre venía mucho a Euskal Herria, ¿sigue viniendo
usted? ¿Qué se encuentra?
Estuve el año pasado en Vitoria, en verano en Baztan... Lo
primero que veo es que está todo más limpio, no hay pintadas, no hay dianas...
La gente está más tranquila. Como en cualquier otra sociedad, aunque desde la
nuestra, la catalana, ahora suene raro decirlo...
Aprovecho el salto. Sin llegar ni mucho menos a los niveles
de Euskal Herria, pero en Catalunya hemos visto violencia política: los
porrazos del 1 de Octubre, los encarcelamientos... Como víctima de ella y como
catalana, ¿cómo lo vive y lo valora?
A mí lo que me ha molestado muchísimo es que se equipare a
los CDR (Comités de Defensa de la
República ) con terrorismo. El terrorismo es una cosa mucho
más seria. Estamos banalizando el sufrimiento de mucha gente. La sociedad
catalana no es violenta, y con esto no quiero decir que los vascos lo sean,
pero Catalunya no está acostumbrada a dirimir sus conflictos polític os con
violencia. La Policía
estuvo absolutamente desafortunada aquel día, pero la gran virtud de esta
sociedad es que que la gente no contestó. Quiero pensar que los policías
quedaron desubicados porque no entendían que la gente no respondiera. No sé, es
que yo nunca, nunca he entendido la violencia. Vuelvo a lo de los CDR: ¡es que
el grupo de watshapp echaba humo con esa noticia! Ahí estamos gente que piensa
distinto, pero todos coincidíamos en que llamar terrorismo a eso no se puede
permitir.
Miremos al futuro. ¿Es optimista sobre la resolución del
conflicto vasco y del catalán? ¿Cree que la tendencia es esa?
Soy optimista siempre y también en esto. Creo que los vamos
a resolver, aunque no sé cómo, por eso no soy política. Lo que veo de momento
en Euskal Herria es que vivís mejor, sin agresividad, sin que uno te mire con
odio y otro no te salude... Hay que vivir.
Opinión:
Sobre la entrevista nada que decir, Rosa Lluch es una de
las víctimas con las que coincido en la inmensa mayoría de planteamientos y
opiniones. Fui de las primeras personas en acudir al domicilio tras el atentado
que acabó con la vida de su padre, con quien estuve poco más de un año
colaborando en la investigación sobre el asesinato de Begoña Urroz… desde el
verano de 1999 hasta su muerte en noviembre de 2000.
Por ello es un honor que comparta el lío en el que la he
metido con el grupo de wassap en el que decenas de víctimas aportamos nuestras
opiniones, deseos y quejas sin importar ideologías personales, desde el respeto
y la buena educación.
Y son opiniones que sorprenderían a muchísima gente que se
cree que en el mundillo de víctimas del terrorismo impera una idea común.
El lío del grupo de wassap y otros relacionados con la realidad
social de cientos de víctimas del terrorismo, obras de teatro incluidas…
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