viernes, 1 de marzo de 2019

27 febrero 2019 ElCorreo Sevilla

27 febrero 2019



Así es la vida en Sevilla de uno de los yihadistas del atentado de Barcelona
Said Ben Iazza se mantiene en aislamiento, llevando una vida entre rezos y manteniendo que sólo se limitó a prestar documentos que luego se relacionaron con la masacre

Desde hace año y medio, la cárcel de Sevilla II, en Morón de la Frontera, tiene un huésped muy concreto, en el que están volcadas actuaciones concretas, ya sea por su seguridad o por mantenerlo en su estado de aislamiento sin que cree (ni le creen) problemas, debido a la naturaleza del delito por el que se encuentra entre rejas.

Es Said Ben Iazza, un joven de 26 años al que se considera responsable (como colaborador) de uno de los atentados más sangrientos que ha sufrido España en su historia reciente, el doble sufrido en Barcelona y Cambrils del 17 de agosto de 2017, que dejó una estela de muertos, y para el que aún se está a la espera de que se fije la fecha del juicio.
A pesar de los cargos que pesan sobre él y la posibilidad más que certera de que pase en prisión una buena parte de su juventud y su madurez, Said lleva una vida todo lo tranquila que su situación le permite en la cárcel sevillana. Está en régimen cerrado, con una "limitación regimental", separado del resto de los presos, y es así por su propia seguridad. Ante la presencia de determinados presos en las cárceles (terroristas, violadores, pederastas, etc.) se activan protocolos de seguridad que hagan que la propia población reclusa no tenga acceso a ellos, por el rechazo que determinados delitos provocan entre los propios presos.
Este joven es uno de los tres presos en situación de prisión preventiva por los atentados, y vive en medio de medidas de seguridad continuas, pero que está aceptando sin provocar problemas ni al resto de presos ni funcionarios.
Los que trabajan día a día con él lo definen así; “No es un preso conflictivo”.
Lleva más de un año en esta cárcel, y posiblemente cambie de prisión antes del juicio, ya que este tipo de presos no suele estar mucho tiempo en el mismo centro penitenciario.

En España desde 2011

Said Ben Iazza nació en Marruecos en 1993, y cuando se produjeron los atentados llevaba siete años en España, aparentemente bien integrado en la sociedad y sin dar problemas a sus vecinos. Vivió en Barcelona entre 2011 y 2015, y desde entonces y hasta que se produjeron los atentados se encontraba en la localidad castellonense de Vinaroz. Allí, pasaba completamente desapercibido entre los miles de compatriotas que han elegido España como lugar de residencia en los últimos años. Su ficha policial antes de los atentados no lo señala como alguien peligroso.
Trabajaba en una carnicería halal, una actividad de relacionada con su religión islámica de limpieza y despiece de carne, con clientes no sólo musulmanes, sino gente de todo tipo en el pueblo,una empresa propiedad de sus tíos, y en la casa de estos vivía. El grueso de su familia sigue en Marruecos.
Según el auto del juez que ordenó su ingreso en prisión, Said Ben Iazza facilitó su documentación a los autores de la masacre para comprar, el 12 de julio, 100 litros de peróxido de hidrógeno en un establecimiento de Tortosa (Tarragona).

Era la furgoneta que usaba

El material que se compró con su documentación fue trasladado en un vehículo que habitualmente utilizaba Ben Iazza, que le habría dejado, al igual que los papeles, a Younes Abouyaaqoub, conductor de la furgoneta que entró en la Rambla y se llevó por delante a decenas de personas, y que fue abatido cuatro días después por los Mossos d'Esquadra en Subirats.
Después de comprar esos 100 litros, concretamente quince días después, Mohamed Hichamy y Youssef Aalla -ambos fallecidos-adquirieron, según la resolución del juez, 240 litros de peróxido de hidrógeno “aportando para ello, nuevamente, la documentación de Said Ben Iazza”.
El joven marroquí fue llamado por la Guardia Civil a declarar como testigo. Pocos días después era detenido, acusado de ser presunto colaborador necesario para la realización de los atentados. Desde entonces, está en la cárcel de Morón esperando juicio, aunque se prevé que no sea un juicio sólo contra él, sino contra todos los responsables del atentado al mismo tiempo.

Aún sin programa de desradicalización

Said Ben Iazza se mantiene en situación penal de preso preventivo.No es peligroso, según los que se mueven con él en el día a día. Algunos presos se han acogido al programa denominado de “desradicalización violenta”, mediante el que se trabaja con internos con ideas radicales para intentar reconducir su postura, pero él no puede, aunque tampoco se sabe si quiere, porque no hay una sentencia firme contra su persona. A todos los efectos, aún es inocente.
Una de las claves de este programa y otros que se aplican a los presos, es asumir el delito impuesto en sentencia firme y, por supuesto, la voluntariedad. Es decir, el preso que quiere apoyarse en ese programa tiene que solicitarlo, pero a la vez asume su culpa.
Pero Said no parece dispuesto a asumir un delito que, sostiene, que no cometió. A día de hoy mantiene la versión de no tener contacto con los autores del atentado, e indica que les dejó el NIE a dos desconocidos para que alquilasen la furgoneta y con ella poder adquirir productos de limpieza.
El NIE es una especie de pasaporte. Se basa en un número emitido por la Dirección General de Policía para aquellos no nacionales que tengan permiso para residir en España. Está compuesto por una letra, siete números y un código de verificación, y supone una garantía tanto para su estancia en el país como para poder trabajar en el mismo.
A la Policía no le cuadra la versión, porque no ha sabido explicar por qué alguien deja sus papeles a alguien sin mayor problema.

Parece algo habitual

Sin embargo, su versión puede tener algo de veracidad, aunque todo está pendiente de lo que diga el juez, porque sobre este asunto aún hay muchas sombras. Hay muchos extranjeros que ceden su NIE a otros, como ocurre en delitos de narcotráfico, para adquirir números de teléfonos móviles y no puedan rastrear las llamadas ya que llaman desde otro usuario.
En ese contexto, y en base por su alta religiosidad, este preso asume las consecuencias de sus actos y remarca no tener constancia que iban a atentar, sino que su NIE se iba a usar para otro fin.
Lo que los investigadores tienen claro es que Said sabía que su documentación iba a ser usada para algún uso ilícito. Ahora, se trata de dilucidar si sabía el extremo al que podía llegar el asunto.
Mientras llega el juicio, Said Ben Iazza tiene un seguimiento dentro del Fichero de Internos de Especial Seguimiento (FIES). Los reclusos afectados por estos programas de intervención se dividen en varios grupos, y este preso está en el Grupo A. Ahí están los condenados por pertenencia o colaboración con grupo terrorista, alojados siempre departamentos de Régimen Cerrado, con intervención de las comunicaciones y control de todas sus actividades quedando separados del resto de la población reclusa.
Sólo puede salir al patio tres horas al día, y en ese momento sólo puede estar con cinco presos como máximo. Tanto a la salida de la celda como a su regreso, es cacheado. Además, tiene intervenidas todas las comunicaciones y relación con el exterior. Sólo puede hablar con los demás presos y los funcionarios. Se le controlan, así, las actividades que realiza, la relación con tras internos, con funcionarios y profesionales externos y con asociaciones y ONG´s. Su celda es revisada casi a diario, se le controla el correo que recibe, el dinero, los paquetes y los libros, y su seguimiento es actualizado informáticamente para cualquier novedad que haya que incluir en el mismo.
Salvo cambio de actitud, seguirá en ese sistema penitenciario hasta que un juez le llame a declarar a Barcelona para el inicio del juicio por los atentados.



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