14 abril 2014
Un cómic rescata a las víctimas de ETA del olvido
Hernández Cava y Seguí bucean en las entrañas del terrorismo etarra
La trama de Las oscuras manos del olvido (Norma), todo un homenaje a las víctimas de ETA, donde un mafioso marsellés sale de la cárcel y decide cumplir el encargo que le hizo 30 años antes un empresario vasco amenazado por la banda, de matar a los culpables si atentaban contra él o su familia, parece sacada de un thriller, pero no es así. Se inspira en el industrial Luis Olarra, que en 1982 hizo lo propio. Al nuevo trabajo del guionista Felipe Hernández Cava (Madrid, 1953) y el dibujante Bartolomé Seguí (Mallorca, 1962), premios nacionales de Cómic 2009 con Las serpientes ciegas, se le sumará en mayo He visto ballenas (Astiberri), de Javier de Isusi (Bilbao, 1972), sobre dos amigos de la infancia, uno exetarra y otro cuyo padre murió a manos de la banda. Ambos álbumes son los primeros que tratan en profundidad en viñetas el tema de ETA, que ya asomaba en el 2012 en La ola perfecta, de Ramón de España y Sagar Forniés.
PETICIÓN DE JUSTICIA / Las oscuras manos del olvido, título robado de unos versos de Quevedo, refleja «el vía crucis de las víctimas», que, sobre todo, reclaman «que se les haga justicia», aclararon Cava y Seguí este viernes, en Barcelona. «Podrán tener reconocimiento oficial, apoyo económico y psicológico, monumentos... pero no les podrán conceder justicia porque el poder político debe llegar a una serie de acuerdos para ir cerrando el problema, y ahí las víctimas son un engorro para los gobiernos y corren el riesgo de ser relegadas al olvido», opina el guionista, quien añade, rotundo, que no le interesa el discurso aberzale: «Si tratara del holocausto no iría a preguntar a los nazis».
La inquietante figura de la portada, vestida como los antiguos médicos que en la edad media trataban la peste, permite a los autores de Hágase el caos usarla como «idea universal de las víctimas», incluyendo referencias al conflicto armenio y al de Argelia y a la famosa novela de Camus. «La peste es un símbolo de cómo la sociedad puede contaminarse -cuenta Cava-. Ahora es la corrupción política y económica la que lo contamina todo. Pero puede ser con el terrorismo, la xenofobia o el populismo, que ya recorre Europa».
El álbum, ya publicado en Francia y que está dedicado a la hija del delegado de Telefónica en el País Vasco Enrique Cuesta, asesinado por la banda en 1982, nace de las impresiones que han dejado en Cava, autor de dos documentales para la Fundación Víctimas del Terrorismo, sus muchos amigos vascos y su época de profesor en Bilbao durante los «años de plomo» de ETA. «Bebe de infinitas historias -evoca-. Cómo el ayuntamiento de un pueblo en fiestas rechazó la petición de un día de luto de la familia de un concejal asesinado afirmando que 'la fiesta debía continuar', cómo unas maestras decían a hijos de padres asesinados que si los habían matado 'algo habrían hecho' o cómo los dueños del párking de la viuda de Fernando Buesa no limpiaban la pintada ETA, mátalos porque no se atrevían».
Seguí, que trabaja en el segundo volumen de Historias del barrio (con Gabi Beltrán), buscó con su cuidada gama de colores una luz y una atmósfera de thriller, con referentes del clásico del cine negro El samurái, de Melville, y de la novela policiaca. Así, el apellido del protagonista, Duhamel, es un guiño al editor francés que creó la mítica Série noire de Gallimard. «El personaje del mafioso, un asesino oscuro y atormentado y sin mucha ética, era perfecto para meterlo en ese avispero», relata Cava, en una sociedad, la vasca, en la que muchos «por miedo, lo que es comprensible, pero también por comodidad, que ya es más criticable, han mirado hacia otro lado».
Opinión:
Cada vez que aparecen noticias sobre una nueva producción relacionada con el tema de terrorismo me pongo a temblar. Generalmente se trata de ofrecer la visión desde la perspectiva del llamado victimario o, en contadas ocasiones, a través de alguna victima particular.
Bienvenida sea toda la información que sirva para conocer la realidad del colectivo... pero siempre me he preguntado la razón que debe haber para que nadie haya intentado hacer lo mismo con lo ocurrido en el atentado de "Hipercor"... ¿quizás porque se descubriría a esos indecentes que reciben pensiones e indemnizaciones sin haber sufrido daño alguno? ¿quizás por que así se podría saber quien va mendigando entrevistas a algunos medios para inventarse lesiones y secuelas que jamás ha sufrido?
En cada atentado hay familias anónimas que hemos sufrido lo indecible pero hemos trabajado para aprender a vivir con lo ocurrido... y en muchos atentados también han surgido, a través de los años, los impresentables de turno que se han aprovechado de nuestro dolor.
Si se hiciera una buena labor de investigación, el tema daría para mucho. ¿alguien se atreve?
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