23 septiembre 2015
Una
dirección sin autoridad
Luis R. Aizpeolea
A tan solo un mes de que se celebre el cuarto aniversario
del cese definitivo del terrorismo etarra ha sido detenida en el sur de Francia la cúpula de la banda destinada a gestionar su final. No cabe duda de que es la detención más importante de etarras que
el ministro del Interior, Jorge Fernández, ha ejecutado en sus casi cuatro años
de mandato y que es otro paso adelante en esa disolución de la banda que todos
los partidos, con más intensidad en el País Vasco, reclaman cansinamente.
Afortunadamente, desaparecido el dramatismo de los tiempos
en que la banda atentaba y asesinaba, la situación es otra. Cabe recordar que
la detención, en la primavera de 2011, del belicoso Mikel Karrera —al que la Guardia Civil
calificaba como el "último general de ETA"—, fue la decisiva porque
facilitó el final efectivo el terrorismo, materializado en la declaración de
ETA del 20 de octubre de ese año, a la que se oponía Karrera, y que la banda,
posteriormente, no ha vulnerado.
Así es que los tiempos son otros. David Pla e Iratze
Sorzábal eran viejos conocidos de las policías francesa y española. Pla ya fue
detenido hace unos años y puesto en libertad por la juez Levert. Estaban al
frente de una banda terrorista inactiva y extremadamente debilitada y su papel
era gestionar su final. Pero han sido incapaces. Instalados en Oslo, tras la
declaración del cese definitivo de ETA, fueron expulsados de Noruega en marzo
de 2013 por las presiones españolas.
Esta cúpula no ha tenido ni autoridad ni decisión para
proceder al desarme unilateral de lo poco que queda de ETA al que se
comprometió en 2013, presionada por la izquierda abertzale, también interesada
en la disolución de la banda. Incluso, hizo caso omiso de la oferta del
Gobierno vasco las pasadas Navidades, que se ofreció a supervisar el desarme
junto con el Comité Internacional de Verificación. Ha carecido también de
autoridad para imponerse en las cárceles. El compromiso de los más de 400
presos de ETA de acogerse a la legalidad penitenciaria y a la reinserción
individual, en diciembre de 2013, también por la presión de la izquierda
abertzale, ha quedado en agua de borrajas. En la cárcel no mandaba esta cúpula
sino un sector de presos veteranos como Mikel Antza y Soledad Iparraguirre. Es
obvio que el poder real de ETA reside en las cárceles y tiene su reflejo en el
sector más radical de la izquierda abertzale, que el pasado verano llegó a
plantar cara a su dirección con una numerosa manifestación pro amnistía en
Bilbao. Previsiblemente, estas detenciones van a exacerbar más los ánimos del
sector radical. Pero también puede ser una oportunidad para que la izquierda
abertzale imponga, de una vez, su autoridad.
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