05 febrero 2017
Kevin
Lacz: «Matar terroristas me hizo sentir como un futbolista al meter un gol»
El mundo se
divide en buenos y malos y él iba con los primeros. Este antiguo miembro de los
SEAL se aferra a este razonamiento binario para convivir con el recuerdo de los
insurgentes que aniquiló con su fusil en Irak, experiencia que ahora ha
relatado en un libro.
Formó parte del grupo de operaciones
especiales más exigente del ejército estadounidense -los temibles SEAL-,
participó en la guerra de Irak, vio morir a compañeros y por la mirilla de su
fusil observó cómo se desangraban los cuerpos de los insurgentes que acababa de
derribar de un tiro.
Con esas credenciales, esperas encontrarte
a un tipo duro, un sociópata turbio y arisco, pero sentado en un hotel
madrileño junto a su esposa, con quien ha escrito el libro donde relata su
experiencia militar, -'El último francotirador' (Crítica)-, Kevin Lacz podría
pasar por un feliz turista norteamericano más de excursión por Europa. Afable,
de sonrisa fácil y modos suaves, el soldado que asesoró a Clint Eastwood para
armar su película 'El francotirador', en la que él mismo aparece, solo te
inquieta cuando te mira -no te mira, te atraviesa con los ojos- y te habla. Él
no habla: dispara reflexiones compactas y cerradas como balas. Un francotirador
no duda.
Tras el 11-S, decidió alistarse en el ejército. ¿Qué pasaba por su
cabeza en ese momento?
Mi única idea era matar a todos los terroristas que
pudiera. El 11-S me tocó muy de cerca, un buen amigo de mi padre murió en las
Torres Gemelas. En aquellos días yo era un estudiante universitario, pero vi
muy claro que mi obligación era defender a mi país del terrorismo. Sesenta años
antes, mi padre se había alistado tras el ataque a Pearl Harbor. Entendí que
ahora le tocaba a mi generación hacer lo mismo. Creía que me mandarían a
Afganistán pero al final me enviaron a Irak. No me importó, porque aquello estaba
lleno de terroristas y pude exterminar a muchos, que es lo que más deseaba.
Cuando uno toma una decisión así, ¿valora que puede costarle la
vida?
Por supuesto, sobre todo cuando eliges ser un SEAL, como
hice yo. Desde el primer día asumes que tu vida va a estar en juego, pero a
continuación apartas esos pensamientos de tu mente, porque si no te paralizan,
y en una situación de guerra no puedes permitir que te ocurra algo así. El
miedo es real, lo puedes tocar, pero has de impedir que te bloquee.
¿Recuerda el momento en que ese miedo estuvo más cerca de
dominarle?
Clarísimamente: el 2 de agosto de 2006, el día que mataron
a mi compañero Mark Lee. Después de luchar durante horas con el enemigo,
ya de vuelta a la base, acompañé a Mark en sus últimos minutos de vida. Ahí ya
no me encontraba en peligro, pero de pronto me sentí muy vulnerable, más que
nunca en mi vida. La bala que se llevó por delante a mi amigo podría haberme
matado a mí.
¿Llegó a plantearse la retirada?
Eso nunca. En la guerra no puedes detenerte porque matan a
tu compañero, has que continuar. Sobre todo si eres un SEAL. Nuestro compromiso
con el objetivo nos distingue de otros grupos, y allí el objetivo lo teníamos
claro. Matar terroristas estaba por encima de todo.
En su libro describe con frialdad el momento en que mató por
primera vez.
La sensación que tuve fue de satisfacción, como cuando
haces bien tu trabajo. Y nada más. Me sentí como un hombre de negocios que
cierra una buena operación o un futbolista que mete un gol. Misión cumplida,
trabajo bien ejecutado, punto.
La diferencia es que usted acabó con una vida.
Cuando disparé a aquel terrorista, y a los que vinieron
después, no sentí que estuviera matando a un ser humano, porque alguien que
está dispuesto a poner un coche bomba para mutilar a mujeres y niños, a
atropellar a una multitud con un camión, como hicieron en Niza, o a ametrallar
una discoteca, como hicieron en París o Estambul, no es una persona. Es un
salvaje, un carnicero, una mente retorcida, alguien que he de eliminar antes de
que venga a mi país a hacer lo mismo. Esto es muy sencillo: nosotros somos los
buenos y ellos, los malos, y mi misión es acabar con ellos.
Pero usted llega a ver sus caras antes de disparar, en el libro
describe la nebulosa rojiza que se forma alrededor de su víctima cuando estalla
la sangre tras impactar la bala. ¿Ver todo eso no le afecta?
Me hace tener una relación especial con la vida. La misión
del francotirador consiste en eliminar a los malos, uno a uno, para proteger a
sus compañeros. Te sientes muy bien cuando sabes que matando a aquel tipo has
librado a los tuyos de morir por sus balas o sus bombas.
¿A cuántos ha matado?
Permítame que no responda a esa pregunta. Ese dato está
entre ellos y yo. Maté a suficientes terroristas como para sentirme satisfecho.
Y le aseguro que todos se lo merecían.
¿Le conmueve pensar que entre sus víctimas pudo haber inocentes?
Ahí es donde un SEAL actúa de forma diferente. Nosotros
tenemos un protocolo de actuación muy exigente, nos aseguramos de que el blanco
sea un enemigo claro, hacemos un trabajo muy quirúrgico, no matamos de manera
indiscriminada.
Pero a veces se producen errores. ¿No le preocupa?
Mire, esto es la guerra. Los norteamericanos no pestañeamos
cuando los aliados bombardearon Dresde en la segunda guerra mundial, ni
titubeamos al lanzar las bombas de Hiroshima y Nagasaki. Allí murieron muchos
inocentes, pero el mal fue exterminado. Le hablo de individuos que no han
dudado en usar a mujeres y niños como escudos humanos, lo he visto con mis
ojos. Eso dificulta el trabajo, pero no nos impide cumplir con nuestro
compromiso.
La semana pasada, una bomba mató a cinco civiles
en Ramadi, la ciudad iraquí donde usted estuvo. ¿Mereció la pena aquella
misión? ¿Qué opinión tiene del desarrollo de la guerra?
Las políticas fracasadas de Obama nos impidieron cumplir nuestro
objetivo. Cuando nos fuimos de Irak estábamos ganando la guerra, pero aquella
salida tan abrupta dejó el territorio dividido entre suníes, chiitas, curdos y
cristianos sin una transición prevista. Esto permitió al ISIS anidar
fácilmente. Por culpa de Obama, hoy seguimos viendo violencia en Ramadi,
Faluya, Mosul... Con Trump,
acabaremos volviendo allí para terminar el trabajo que dejamos a medias por
culpa de Obama.
¿Cree que eso es lo que va a ocurrir?
Trump va a marcar una gran diferencia respecto a Obama. Por
lo pronto, él llama al islam radical por su nombre e identifica claramente la
amenaza. Estoy convencido de que el nuevo presidente va a luchar con más fuerza
contra nuestro enemigo.
¿Qué cree que habría que hacer?
Es un proceso con varias fases. Lo primero es seguir cazando
terroristas estén donde estén. Pero esto no es suficiente, también hay que
impedir que sigan captando a nuevos fieles. El ISIS es atractivo para jóvenes
que no tienen trabajo ni futuro y de pronto se ven con mujeres, armas y
sintiéndose importantes. Hay que crear trabajo y oportunidades en los países
destrozados por la guerra. Y hay que contar con los musulmanes no violentos,
necesitamos que ellos también se rebelen contra los terroristas. Necesitamos
buenos imanes que les digan que no van a ir al cielo con 70 vírgenes si ponen
una bomba.
¿Se ve a usted regresando al frente?
No, yo ya cumplí mi misión, estuve ocho años en el ejército
y conocí la guerra, ahora le toca a la siguiente generación. Mi sitio está hoy
en el campo de la medicina. Me dedico a curar a heridos. Sigo colaborando con
los cuerpos especiales, pero ahora no con un arma en la mano.
Hay quien vuelve tocado del frente. Según cuenta en su libro, ese
no fue su caso.
Matar terroristas no ha sido una experiencia dramática que
me haya revuelto por dentro. No soy un ser insensible, quiero a mis hijos, a mi
familia y a mi país, amo la vida. Cuando asumes que has matado a gente que
estaba dispuesta a acabar con los tuyos, entonces puedes recordar sus cuerpos
desangrándose tras dispararles sin que eso te afecte. Ellos no tenían derecho a
volver con sus familias.
¿Le ha cambiado en algo aquella experiencia?
Matar terroristas me ha hecho valorar la vida más. Ahora,
cuando estoy con mis hijos, intento aprovechar al máximo esos minutos, más que
nunca, porque sé que pueden ser los últimos. La guerra me ha hecho mejor
persona, más comprometido con lo que hago, porque ahora soy consciente de que
todo puede acabarse en cualquier momento.
El perfil
Iba para médico, pero
los atentados del 11-S le hicieron abandonar la
universidad y enrolarse en el ejército. Pensaba hacerse marine, pero el día que
fue a alistarse vio un cartel de los SEAL, el cuerpo de operaciones especiales,
y se inscribió.
Tras superar los
duros entrenamientos se convirtió en Dauber, el sobrenombre con el que participó
como francotirador y ayudante médico en la guerra de Irak. En el verano de 2006
demostró sus habilidades con el fusil en Ramadi y dos años más tarde en la frontera
sirio-iraquí.
Amigo y compañero de
Cris Kyle, en cuya vida está basada la
película ‘El francotirador’. Ayudó a Clint Eastwood a documentar el filme y
formó parte del reparto. Hoy vive con su mujer y sus dos hijos en Florida.
Opinión:
Juzgar los motivos que llevaron a este individuo a
enrolarse en los SEAL lo dejo a la elección de cada lector, aunque menos mal
que iba para médico... pero sí debo decir que en la entrevista hay algunas de
sus respuestas que, personalmente, me parecen destacables.
La primera, al decir “Cuando disparé a aquel terrorista, y
a los que vinieron después, no sentí que estuviera matando a un ser humano,
porque alguien que está dispuesto a poner un coche bomba para mutilar a mujeres
y niños, a atropellar a una multitud con un camión, como hicieron en Niza, o a
ametrallar una discoteca, como hicieron en París o Estambul, no es una persona.
Es un salvaje, un carnicero, una mente retorcida…”
En mi anterior etapa laboral, cuando resulté herido grave
en el atentado de Hipercor, mi digna y respetable profesión era la de carnicero.
Ya he dicho en suficientes ocasiones que me repugnan los imbéciles, ignorantes e
ineptos que confunden una masacre, un derramamiento de sangre o un asesinato en
masa con una “CARNICERIA” y a quien comete alguno de esos delitos con ser un “CARNICERO”.
Mis protestas ante tal imbecilidad me aportaron el premio de “Carnicero de
Honor” otorgado por el Gremio de Carniceros.
Por ello denuncio nuevamente la asociación de ideas entre muerte y
carnicería y denuncio públicamente que este SEAL relacione sus acciones con una
honrada y digna profesión como la de carnicero.
La segunda, cuando dice que se alistó a los SEAL porque “el
11-S me tocó muy de cerca, un buen amigo de mi padre murió en las Torres
Gemelas”. Ayyy Kevin Lacz, cuánto fervor patriótico… si te hubieran asesinado a
tus padres y a tu hermano ¿qué habrías hecho como venganza? ¿Destruir el
planeta directamente? Te recomendaría que hablaras con Jordi Morales, con
Enrique, con Nuri, con Enric, con Mario, con Christian, con Jordi o Xavier, con
Maria José, con Jesús, con… ¿O es que los familiares de las víctimas mortales
son menos “defensoras de nuestro país”? ¿O es que los cientos de víctimas del
terrorismo que hemos sufrido graves heridas “defendemos menos a nuestro país”
por no habernos alistado a matar terroristas? ¿Cuántos ciudadanos han tenido
amigos muertos en cualquiera de los cientos de atentados ocurridos en España?
¿Son menos “defensores de nuestro país” por no haberse alistado en ningún sitio
para matar terroristas?
Kevin Lacz… solo espero que pidas perdón a los carniceros (y
excarniceros) que puedan sentirse ofendidos por tus comparaciones aunque viendo
tus argumentos, serás un muy buen SEAL, serás una máquina de matar que hasta quiere
a su familia, a sus hijos y a su país… pero dudo que tengas la suficiente dignidad
y valentía como para pedir perdón por las comparaciones que utilizas. ¿O es que
en la Academia
de los SEAL no te enseñaron semántica?
Y a todo esto ¿el sindicato de futbolistas no tiene nada que decir?
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