19
febrero 2017
Euskadi y Madrid, entre dos
memorias
Es la mejor fórmula para no repetir
lo ocurrido. Para no cometer injusticias, poder convivir y saber olvidar. Se
llama memoria y en Euskadi han comenzado a construirla desde dos orillas. ‘Dos
memorias’ hilvanadas de testimonios y hechos, que aspiran a hacer justicia
con todos, y que avanzan de forma paralela. Ambas se han propuesto documentar
con rigor lo que sucedió, sellar para siempre lo que lo provocó y abrir un tiempo
nuevo para vivir en paz. Cada una de ellas se elabora con sus matices, sus
subrayados y sus luces y sombras. A un lado la que engarzan las instituciones
vascas en el Instituto Gogora, al otro la que documenta el Ministerio del
Interior en el Centro Memorial de Vitoria. Ambas abordan el dolor más
reciente, el de ETA. Gogora también lo hace con el más lejano, el de la Guerra Civil y el
Centro Memorial con el presente, el yihadista.
Una memoria compleja de esculpir y que requiere no sólo de
voluntad y reconocimientos, sino también de tiempo. Muestra de todo ello es lo
vivido en el último mes en el País Vasco, donde mientras todos los partidos,
incluido el PP, se unían -80 años después- para honrar a las víctimas de la Guerra Civil ante un
‘Columbario de la Dignidad ’
y descanso a los restos de 27 víctimas de la guerra, pocas jornadas antes, en
el Parlamento Vasco, se volvía a evidenciar que la unidad en torno a una
memoria, un relato consensuado sobre la violencia más reciente, tendrá que
esperar. El PP renunciaba a formar parte de una ponencia sobreMemoria y Convivencia aduciendo que se rebajaba la exigencia
de deslegitimación de la violencia a la izquierda abertzale.
Relatos en los que los conceptos juegan un papel
determinante. “Inclusiva” con todas las víctimas y experiencias vividas, es el
que predomina en el prisma sobre el que se levanta la memoria del Gobierno
vasco y “justa con las víctimas”, el que lo hace en la del Memorial. El pasado
jueves una nueva perspectiva, la de Elkarrekin Podemos, se incorporaba oficialmente
al Instituto Gogora, del que ahora pasará a formar parte.
Y mientras unos y otros redactan cómo se contará la
historia oficial de lo ocurrido, el País Vasco volvió a constatar que aún hace
falta tiempo. Quizá más de lo deseado. Diferencias en torno a la
celebración de un minuto de silencio por una víctima volvían a enrarecer el
clima político en Lasarte, las pintadas acusando de “Asesino” al
PNV -atacando una de sus sedes- o las concentraciones de Sortu ante
varias comisarías para acusar de torturadora a la Ertzaintza nos
trasladaban a escenas del pasado. A este inquietante dejà
vu se sumaban las acusaciones de “chivato” y “mentiroso”
lanzadas desde el sector más duro de la izquierda abertzale a Arnaldo Otegi por
insinuar su deseo de retornar a las armas, “nos pone en el punto de mira”,
denunciaban. Torturas, puntos de mira, pintadas y chivatos.
Relatos con prioridades y matices diversos
Es en este contexto en el que las ‘dos memorias’ del
terrorismo de ETA se construyen en Euskadi. Por el momento no son
iguales. Del relato de sus máximos responsables se concluye que mientras una
prioriza los consensos alcanzados en pos de una memoria “inclusiva”, la otra
fija en primer lugar las graves carencias en lo relativo al reconocimiento de
daño causado que aún persisten. Mientras una reitera que es hora de relegar las
diferencias y “convertir en noticia” lo que nos une, la otra reivindica que no
se deje ni un resquicio sin cerrar ante una justificación del pasado terrorista
de ETA como remedio para vacunarse y que nadie tenga la tentación de volver a
enarbolar la bandera de la banda terrorista. Dos focos para una misma memoria.
“El desacuerdo en esta materia debería ser la noticia.
Llevamos muchos años poniendo en valor la diferencia, cuando ahora se generan
espacios de encuentro permanentemente, uno tras otro. Lo que hoy debe ser
noticia son precisamente esos consensos que se están alcanzando”, asegura
Aintzane Ezenarro, directora del Instituto Gogora. Este centro aspira a
“preservar y transmitir” la memoria de las “experiencias traumáticas” y
violentas del último siglo, lo que abarcan desde la Guerra Civil hasta la
dictadura Franquista, ETA y los “contraterrorismos ilícitos”. Ezenarro pone
como ejemplo los numerosos actos que desarrolla Gogora, como el celebrado en
uno de los municipios más agitados en los años de violencia etarra, Mondragón,
donde cientos de personas escucharon los testimonios de víctimas de ETA “sin
crispación”. “Diría que en Euskadi se están danA lo largo de sus más de dos
años de actividad, Gogora ha desarrollado actividades en favor de la memoria,
tanto la “histórica”, relativa a la Guerra Civil , como la más reciente, la vinculada
a ETA desde 1960 y al terrorismo de Estado. Apuesta por una memoria que no
pueda emplearse ni para excluir, ni para equiparar acontecimientos y menos aún
para legitimar ningún terrorismo o conculcación de derechos. Una de las
herramientas más valiosas con las que trabaja son los testimonios grabados de
120 víctimas del terrorismo, -a través del programa Gertu-,
de las alrededor de 300 familias víctimas del terrorismo que existen en
Euskadi, y con cuyas experiencias no sólo se organizan actividades de
sensibilización sino también actos en centros educativos vascos.
Una memoria sin “reconstrucciones ideológicas”
El otro hacedor de memoria es el Centro Memorial de las
Víctimas del Terrorismo, que dirige el periodista Florencio Domínguez, experto
en ETA. En el patronato de la institución, presidida por el Rey, también está
presente el Gobierno Vasco y el de Navarra. Adscrito al Estado, establece como
su objetivo prioritario “preservar y difundir los valores democráticos y éticos
que encarnan las víctimas del terrorismo”. Domínguez asegura que la memoria en
la que ellos trabajan va asociada a “la verdad histórica”. Afirma que en este
proceso en ningún caso se trata de hacer “una reconstrucción creativa del
pasado” o de adaptar lo ocurrido “a una visión del presente. Insiste en el
rigor documental e investigador como la premisa esencial para dar forma a una
memoria colectiva. En el caso del Centro Memorial esta tarea está asignada al
Instituto de historia Social Valentín de Foronda “para dar soporte acreditativo
y solvente a todo lo que se haga, sin reconstrucciones ideológicas”, asegura
Domínguez.
En este centro, cuya sede se encuentra aún en construcción
en el antiguo Banco de España de Vitoria, y cuyas puertas al público se
abrirán, probablemente en 2018, albergará una de las bases de datos más amplias
de la historia de ETA. Además del material de particulares, asociaciones de
víctimas y diferentes entidades que ya lo han cedido, el Centro Memorial
albergará el material de ETA incautado por la policía francesa en los últimos
treinta años.
Además del análisis de ETA, también incluye entre sus
tareas el estudio y documentación de otras manifestaciones terrorista como los
GAL, la Triple A ,
el Batallón Vasco Español o los GRAPO y una lacra más reciente, el yihadismo.
El riesgo de no cerrar bien ‘la herida’
Domínguez afirma que en la elaboración de esa memoria una
de las mayores dificultades es la resistencia de amplios sectores de la
izquierda abertzale “a adoptar una mínima autocrítica a la actuación de ETA, de
su trayectoria, eso es una grave carencia”. “Eso imposibilita que pueda haber
un marco compartido para afrontar ese pasado”. En su opinión, la realidad
social que vive el País Vasco hace necesario poder contar con una memoria
rigurosa de lo sucedido. Recuerda que es necesario actuar de manera activa para
extender una visión crítica de lo sucedido, sin dejarse llevar. “Actualmente,
en Euskadi conviven generaciones, como las menores de 25 años, que no han
tenido una vivencia del terrorismo de ETA, y las más mayores, que sí la han
tenido, pero que quieren desentenderse, quieren olvidar”.
Respecto a la necesidad de aferrarse al paso del tiempo
como el mejor impulso para consensuar una memoria, tanto Ezenarro como
Domínguez, consideran que es mejor adelantarse. En el caso de la responsable
del Instituto Gogora, señala que el tiempo no siempre es garantía de poder
acordar un relato. “Basta con hacerse una pregunta: ¿ha pasado tiempo
suficiente desde la
Guerra Civil y el Franquismo como para que tengamos un
discurso mínimo del Estado español sobre lo ocurrió y que lo que sucedió estuvo
mal?”. Añade que en el País Vasco, en un plazo mucho más corto de tiempo, ya se
han dado pasos “para compartir una reflexión crítica respecto a lo que ha
ocurrido”.
Por su parte, para el director del Centro Memorial la
máxima prioridad debe pasar por dejar bien asentado en la sociedad “la idea de
que no hubo ninguna justificación para el terrorismo”. Domínguez advierte de
que si se deja al albur del tiempo esta tarea “estaremos dejando una puerta
abierta en la que, quizá no a corto plazo pero sí a futuro, una generación
nueva pueda recuperar esa bandera de razones que dejó ETA”.
Opinión:
En cada ocasión que leo o escucho información sobre “memoria”,
“dignidad” o temas similares me viene a le mente el historial de gente que se
dedica a explicar relatos de dolor que no han vivido… son los mismos que,
gracias a esas tretas y mentiras, consiguen que se desvirtúe el magnífico
ejemplo que desde el colectivo de víctimas hemos dado constantemente.
Sería importante que los organizadores de actos, seminarios
y reuniones varias se tomaran la molestia de escuchar los relatos de aquellas víctimas
que no mantienen ningún tipo de contacto con partidos políticos ni con siglas
que denotan un seguidismo partidista. Una breve ojeada a algunas webs de
ciertas asociaciones ofrecen pistas inequívocas de cual será el mensaje oficial
que aportarán, incluso sin haberlo consultado previamente con sus miembros.
Es una labor que dura unos pocos minutos pero que demuestra
de manera muy clara lo que se puede encontrar dentro del colectivo.
Y lo mismo podría aplicarse a ciertos miembros de la clase
periodística.
No hay comentarios:
Publicar un comentario