04 marzo 2020
Es importante
recordar
Marcos Hernando
Se hace necesario renunciar al eufemismo y recuperar el
sentido de palabras como normalización, porque la ambigüedad del término
posibilita significados muy distintos. Puede indicar sometimiento a la norma o
recuperar un estado de convivencia perdido
El olvido de la sociedad y el entorno
penaliza la memoria de la
víctima,
cuestiona su propia existencia,
la aísla condenándola a su suerte.
Es una agresión póstuma
La nota exculpatoria que ETA filtró
a los medios tiempo después de su 'altoelfuego', en noviembre de 2018, afirmaba
que su último Zutabe (boletín interno) reconocía -entre otros atentados de los
que eludía autoría- que el de la cafetería Rolando de Madrid en 1974 donde
murieron 13 personas, más 70 heridos, y el de Tolosa de Sanjuanes de 1981 donde
murieron tres jóvenes, fueron obra suya. De este último afirmaba que "fue
un error".
¡Como si todos los demás hubieran
sido un acierto!
Reconocer haber cometido delitos
tan graves no se resuelve con un "mea
culpa" o con pedir perdón, porque se trata de delitos contra
la vida de las personas, contra la convivencia democrática. Delitos que suman
unos 300 aún pendientes de esclarecimiento y resolución judicial.
Si ETA era una organización con un
'frente político' debe haber responsables: ejecutores, inductores, encargados
de silenciar su autoría durante más de 37 años. Los abogados de HB-Bildu,
cuando se desconoce la autoría de la muerte de un ciudadano en un conflicto con
la
Policía-Ertzaintza , argumentan que debe asumir la
responsabilidad el cargo superior en la cadena de mando. No les falta razón,
aunque nadie puede eludir su responsabilidad en el cumplimiento de una orden
cruel, inhumana o temeraria. Por eso también aquí y ahora deberán afrontar su
culpabilidad quienes hicieron posible tales barbaridades. ¡Alguien deberá
responder!
Eso es asumir una responsabilidad.
No hacerlo supone, además de utilizar una doble vara de medir, ocultarse en el
grupo, en las siglas, en el bulto, en el paso del tiempo... Porque ETA no es un
sujeto físico, sino una suma de personas con deberes y derechos ante la ley. No
hacerlo evidencia un comportamiento propio de una banda, no de una organización
política.
Son ya 38 años sin los hermanos
durangueses Conrado e Imanol, y sin su amigo Iñaki, de Miravalles-Ugao. Los
tres (hijos, hermanos, padres, amigos, ciudadanos) fueron asesinados en Tolosa
aquel 24 de junio del 81. Conrado, herido grave, murió nueve meses después, el
28 de febrero de 1982, y un año más tarde murió su mujer, Nati, a consecuencia
del golpe.
La pérdida de cada uno ha dejado
una profunda herida en sus familias, amigos y en toda la sociedad. No es fácil
sobrevivir a este dolor, pero defender su memoria frente al olvido, su
existencia, su dignidad social -que hoy es el recuerdo- es uno de los motivos
que permite sobrellevar la pérdida.
Es importante recordar, contar los
hechos, la crónica veraz, porque el silencio y el miedo son impuestos propios
del terror.
Porque lo ocurrido se intenta
sustituir por un relato, una suma de versiones contada como verosímil,
equiparable a la verdad, con lo que el concepto y el hecho mismo se relativiza
y diluye hasta convertirse en una entelequia.
Se hace necesario renunciar al
eufemismo y recuperar el sentido de palabras como normalización, porque la
ambigüedad del término posibilita significados muy distintos. Puede indicar
sometimiento a la norma o recuperar un estado de convivencia perdido.
El olvido es el último delito, la agresión póstuma que se
impone no solo a las víctimas directas sino a toda la sociedad. Enmarañar lo
ocurrido, argumentar complejidad para poder esclarecerlo, es una tergiversación
muy socorrida. Cada cual se engaña como puede a la hora de eludir su
responsabilidad, pero la pérdida y la ausencia, las cicatrices y secuelas, la
memoria activa son herramienta y estímulo permanente e imborrable contra el
olvido.
Cuando los casos pendientes de
esclarecimiento se hayan resuelto, cuando los desaparecidos hayan aparecido,
cuando se esclarezca la responsabilidad de los que participaron en los delitos
por inducción, extorsión, secuestro, asesinato, cuando pongamos los medios
didácticos y sociales para que tales hechos sean considerados indignos y
despreciables -una verdadera y profunda catarsis individual y social- estaremos
en condiciones de renacer como sociedad, hablar de pasar página, tener altura
de miras y de normalización.
Porque es profundamente perverso e
inmoral pretender silenciar o tergiversar ahora lo ocurrido y olvidar el precio
pagado por llegar hasta aquí, pidiendo a quienes más han perdido que hagan un
esfuerzo y que olviden o perdonen, que se sacrifiquen un poco más... y si no lo
hacen, decir que son resentidos, que no tienen altura de miras.
El intento de ocultación de la
historia en el grupo, en el relato o en el tiempo pretende tapar, eludir
responsabilidades, encubrir un periodo muy negro que justificaba asesinato y
extorsión como medio para conseguir un fin presuntamente político... un terror
que sólo nos aportó muerte, enfrentamiento y desgarro.
Porque esto no ha sido
Fuenteovejuna, esto está más cerca del matonismo y de la omertá mafiosa que del
linchamiento del comendador.
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