jueves, 5 de marzo de 2020

04 marzo 2020 (3) eldiario.es

04 marzo 2020 


Es importante recordar

Marcos Hernando

Se hace necesario renunciar al eufemismo y recuperar el sentido de palabras como normalización, porque la ambigüedad del término posibilita significados muy distintos. Puede indicar someti­miento a la norma o recuperar un estado de convivencia perdido

El olvido de la sociedad y el entorno
 penaliza la memoria de la víctima,
cuestiona su propia existencia,
la aísla condenándola a su suerte.
Es una agresión póstuma

La nota exculpatoria que ETA filtró a los medios tiempo después de su 'altoelfuego', en noviembre de 2018, afirmaba que su último Zutabe (boletín interno) reconocía -entre otros atentados de los que eludía autoría- que el de la cafetería Rolando de Madrid en 1974 donde murieron 13 personas, más 70 heridos, y el de Tolosa de Sanjuanes de 1981 donde murieron tres jóvenes, fueron obra suya. De este último afirmaba que "fue un error".

¡Como si todos los demás hubieran sido un acierto!

Reconocer haber cometido delitos tan graves no se resuelve con un "mea culpa" o con pedir perdón, porque se trata de delitos contra la vida de las personas, contra la convivencia democrática. Delitos que suman unos 300 aún pendientes de esclarecimiento y resolución judicial.

Si ETA era una organización con un 'frente político' debe haber responsables: ejecutores, inductores, encargados de silenciar su autoría durante más de 37 años. Los abogados de HB-Bildu, cuando se desconoce la autoría de la muerte de un ciudadano en un conflicto con la Policía-Ertzaintza, argumentan que debe asumir la responsabilidad el cargo superior en la cadena de mando. No les falta razón, aunque nadie puede eludir su responsabilidad en el cumplimiento de una orden cruel, inhumana o temeraria. Por eso también aquí y ahora deberán afrontar su culpabilidad quienes hicieron posible tales barbaridades. ¡Alguien deberá responder!

Eso es asumir una responsabilidad. No hacerlo supone, además de utilizar una doble vara de medir, ocultarse en el grupo, en las siglas, en el bulto, en el paso del tiempo... Porque ETA no es un sujeto físico, sino una suma de personas con deberes y derechos ante la ley. No hacerlo evidencia un comportamiento propio de una banda, no de una organización política.

Son ya 38 años sin los hermanos durangueses Conrado e Imanol, y sin su amigo Iñaki, de Miravalles-Ugao. Los tres (hijos, hermanos, padres, amigos, ciudadanos) fueron asesinados en Tolosa aquel 24 de junio del 81. Conrado, herido grave, murió nueve meses después, el 28 de febrero de 1982, y un año más tarde murió su mujer, Nati, a consecuencia del golpe.

La pérdida de cada uno ha dejado una profunda herida en sus familias, amigos y en toda la sociedad. No es fácil sobrevivir a este dolor, pero defender su memoria frente al olvido, su existencia, su dignidad social -que hoy es el recuerdo- es uno de los motivos que permite sobrellevar la pérdida.

Es importante recordar, contar los hechos, la crónica veraz, porque el silencio y el miedo son impuestos propios del terror.

Porque lo ocurrido se intenta sustituir por un relato, una suma de versiones contada como verosímil, equiparable a la verdad, con lo que el concepto y el hecho mismo se relativiza y diluye hasta convertirse en una entelequia.

Se hace necesario renunciar al eufemismo y recuperar el sentido de palabras como normalización, porque la ambigüedad del término posibilita significados muy distintos. Puede indicar someti­miento a la norma o recuperar un estado de convivencia perdido.

El olvido es el último delito, la agresión póstuma que se impone no solo a las víctimas directas sino a toda la sociedad. Enmarañar lo ocurrido, argumentar complejidad para poder esclarecerlo, es una tergiversación muy socorrida. Cada cual se engaña como puede a la hora de eludir su responsabilidad, pero la pérdida y la ausencia, las cicatrices y secuelas, la memoria activa son herramienta y estímulo permanente e imborrable contra el olvido.

Cuando los casos pendientes de esclarecimiento se hayan resuelto, cuando los desaparecidos hayan aparecido, cuando se esclarezca la responsabilidad de los que participaron en los delitos por inducción, extorsión, secuestro, asesinato, cuando pongamos los medios didácticos y sociales para que tales hechos sean considerados indignos y despreciables -una verdadera y profunda catarsis individual y social- estaremos en condiciones de renacer como sociedad, hablar de pasar página, tener altura de miras y de normalización.

Porque es profundamente perverso e inmoral pretender silenciar o tergiversar ahora lo ocurrido y olvidar el precio pagado por llegar hasta aquí, pidiendo a quienes más han perdido que hagan un esfuerzo y que olviden o perdonen, que se sacrifiquen un poco más... y si no lo hacen, decir que son resentidos, que no tienen altura de miras.

El intento de ocultación de la historia en el grupo, en el relato o en el tiempo pretende tapar, eludir responsabilidades, encubrir un periodo muy negro que justificaba asesinato y extorsión como medio para conseguir un fin presuntamente político... un terror que sólo nos aportó muerte, enfrentamiento y desgarro.


Porque esto no ha sido Fuenteovejuna, esto está más cerca del matonismo y de la omertá mafiosa que del linchamiento del comendador.

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