13 marzo 2020 (10.03.20)
Están a otra cosa
José Luis Urrusolo
Hace mas de diez años que algunos presos
comenzamos a dar pasos en los que luego se conoció como “Vía Nanclares”. Era un
marco que facilitaba la aplicación de la legalidad penitenciaria en los casos
en los que había un desmarque de la actividad de ETA, un reconocimiento del
daño causado y la solicitud de traslado a la cárcel de Nanclares. Todo esto
estaba prohibido dentro de la política penitenciaria que la izquierda abertzale
imponía a sus presos.
Después incluso de desperdiciar
toda posibilidad de un final negociado, que difícil se hacía plantear algo tan
evidente como que ETA debía desaparecer, que el final de ETA debía estar
acompañado de una reflexión necesariamente crítica de nuestro pasado. Qué
difícil cuando los comisarios políticos salían constantemente en los medios de
comunicación asegurando que era imposible que ETA desapareciera mientras
hubiera presos en las cárceles. Desperdiciaron ocho años alargando
gratuitamente el desarme y la desaparición de ETA. Con mucha pompa y
escenificación para su parroquia y decepción para quienes esperaban algo más
que ayudara a cerrar heridas y recuperar la convivencia.
Y así siguen. Se empeñan en afirmar
que la izquierda abertzale ya hizo la autocrítica cuando en el Kursaal hicieron
referencia al dolor añadido que hubieran causado con su actividad política y de
manera no intencionada. Como si el causado de manera intencionada fuera solo
responsabilidad de otros. La ponencia Oldartzen y la socialización del sufrimiento
se debatieron y se apoyaron en las asambleas de la izquierda abertzale en los
pueblos. Por eso es tan importante que esa responsabilidad se asuma y no se la
dejen solo a los presos.
Comi si no fueran conscientes de la
difícil situación en la que les han dejado abandonados, siguen tratando de
afrontar el tema de los presos desde los fuegos de artificio, mareando la
perdiz, sin ir al fondo del problema. Incluso banalizando con ocurrencias como
que “nunca dijeron que matar estuviera bien”.
Para ello se ponen en marcha toda
una serie de movimientos como Sare, Foro Social… controlados por Sortu, por
militantes de Sortu, cuyo único objetivo es difuminar la responsabilidad de
Sortu y escenificar que se dan pequeños pasos, que se hacen cositas. Parece que
tiran del carro, pero tan despacio que frenan conscientemente la corriente
positiva que hay en la sociedad para superar los errores del pasado.
En un reciente escrito (“Otra
política penitenciaria: humana y legal” El Correo, 2-3-20), Josefa Azkarraga en
nombre de Sare frivoliza sobre los resultados de la política de dispersión de
la que él mismo fue parte con la “vía Azkarraga”. Decía que no se consiguió que
los presos de alejaran de ETA, que no hubo “desertores”, que no hubo
“defección”·, salvo unos pocos casos. Todo muy épico, hasta para elegir los
conceptos que ETA utilizaba con sus disidentes. Como si las palabras de Yoyes
sobre el derecho a discrepar y usar de su libertad no le sonaran a nada.
Como si en realidad no hubieran
tenido que hacer desaparecer a ETA, “porque les sobraba y estorbaba”, entregar
las armas a la Policía
y terminar solicitando a nivel individual un tratamiento como presos comunes.
Como para frivolizar con ese tema.
Además, ni fuimos tan pocos años en tantos años, ni era la dispersión sino la
discrepancia la que nos alejaba de ETA. Ni se puede obviar la presión social
que se ejercía sobre presos y familiares y el coste que tuvo, para evitar que
el preso decidiera por sí mismo sobre su pertenencia a un colectivo, sobre su
libertad para expresar sus discrepancias y también sobre los beneficios
penitenciarios a los que tenía derecho.
Ahora, a los que siguen en la
cárcel les dice que ánimo, que sigan fuertes, que ya no es un deshonor
solicitar el cambio de grado, ni trabajar en la cárcel, ni salir de permiso,
que lo intenten, que ya no tendrán que soportar los insultos, las campañas de
desprestigio y el acoso social a los que el entorno de la izquierda abertzale
sometía a los que lo hacían.
Pero no les facilitan lo
imprescindible. Porque, como decían los responsables del tema de presos en
Sortu, ellos están “a otra cosa”. De momento, a evitar lo fundamental: la
reflexión crítica y ética sobre todo el sufrimiento injusto que causamos desde
el mundo de ETA. No solo sus militantes.
Opinión:
Urrusolo está
condenado por 16 asesinatos. Por lo que parece, ya se dio cuenta hace años de
que todo el dolor que causó.
Leyendo su escrito
considero que ETA, aparte de una banda terrorista también sería una secta.
¿O no?
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