28 noviembre 2018
La policía rastreó a
40 personas del entorno de la célula de Ripoll
Los agentes
sospecharon que familiares de los yihadistas y amigos del imán conocían los
atentados
La detención y muerte de los autores de la masacre
de Barcelona y Cambrils solo fue el
punto de partida de la investigación sobre los atentados. Los Mossos, la Guardia Civil y la Policía investigaron a
fondo, con autorización judicial, a más de 40 personas ante la sospecha de que
conocieron los planes de los terroristas o les ayudaron a ejecutarlos. Entre
ellos hay familiares de los jóvenes de Ripoll, amigos del imán Abdelbaki Es
Satty —cerebro de los ataques— y otros individuos que se relacionaron con los
terroristas antes o después del 17 de agosto de 2017.
Para
no dejar cabos sueltos, los investigadores pidieron intervenir los teléfonos y
rastrear la vida de algunos familiares de la célula de Ripoll. Fátima A. habló
con una amiga por WhatsApp el 17 de agosto, tras el atropello masivo en La Rambla perpetrado por
Younes Abouyaaqoub pero antes del ataque en el paseo marítimo de Cambrils.
“Omar (Hichamy) me ha asustado. La manera en que salió de casa no era normal.
Tengo sospechas. Yo digo que son ellos, sus maneras últimamente no me
gustaban”, escribió Fátima. Semanas más tarde, comentó lo ocurrido con su
marido. “No han matado. Han sido víctimas del Gobierno y han salido otros
planes”. Una conversación que, según los Mossos d’Esquadra, “no puede ser más
esclarecedora para llegar a entender cómo piensan algunos miembros del entorno
familiar de los terroristas”.
Aziz
O. es hermano de dos de los terroristas de Barcelona —uno detenido y otro
abatido en Cambrils— y adquirió la condición de investigado cuando la Guardia Civil
observó que mantenía abierto un perfil sospechoso en Facebook. Allí mostraba un
Kalashnikov junto a un Corán y otras imágenes “bélico-religiosas próximas al
radicalismo yihadista”. Como Aziz era agente forestal en Tarragona, los
investigadores sospechan que pudo conducir a los terroristas hasta la casa okupa de Alcanar,
donde acumularon el material explosivo para atentar con bombas en Barcelona.
La mezquita de
Ripoll, bajo sospecha
La comunidad islámica Annour de Ripoll, donde trabajó
Abdelbaki Es Satty como imán, también ha estado en el punto de mira. Hammou M.,
secretario, le contrató para dirigir la oración cuando llegó de Bélgica. Según
el análisis de los Mossos, mantuvo un “contacto habitual” con “prácticamente
todos los miembros de la célula” pese a que afirmó en su declaración que solo
conocía a tres de ellos. Llamaba a Younes Abouyaaqoub, autor del atropello,
desde “cuatro teléfonos distintos”. Y lo hizo por última vez la noche del 17 de
agosto, cuando Younes ya estaba huido. También fue investigado el portavoz de
Annour, Hamid B. Una huella suya apareció entre un manual de instrucciones para
instalar la señal de wifi en la casa de Alcanar.
En
la explosión de Alcanar murió, entre otros, Es Satty, que en agosto hizo 148
llamadas a miembros de la célula. Su papel como cerebro de los ataques y
adoctrinador de los jóvenes de Ripoll que acabaron ejecutando una masacre
improvisada le convierte en un personaje central. Y transforma en sospechosos
de primer orden, también, a quienes tuvieron trato con él. Como Bennaceur A.,
con el que compartió celda cuando estuvo en prisión por tráfico de drogas en
Castellón. La Guardia
Civil destaca que, en los restos de la casa de Alcanar, se
encontraron huellas dactilares de Bennaceur en un diccionario de
árabe-castellano. Los seguimientos no dan para mucho más: trabaja a ratos de
temporero, está en situación irregular.
Los
restos de Alcanar han generado varios sospechosos. Entre los escombros apareció
un recordatorio de visita médica de Sidj A., lo que “indica su presunta
relación con alguno de los miembros de la célula”, según los investigadores. A
Jaouad E. —que publicó una foto con Mohamed Houli, superviviente de la
explosión— le sitúan en Alcanar y le atribuyen una “implicación directa e
inequívoca” en unos ataques que, sospechan, “conocía”.
El imán, centro de
las pesquisas
También
fue compañero del imán, aunque no de celda sino de piso, Noureddine E. De él
descubre la Guardia
Civil que cede su piso a extranjeros recién llegados a España
para que obtengan el empadronamiento a cambio de dinero. Otras personas
resultan sospechosas por sus contradicciones. Mohamed B., carnicero en Sant
Carles de la Ràpita ,
dijo a la policía que ni conocía ni había visto nunca a los chicos de Ripoll ni
al imán Es Satty mientras que varios testigos afirmaron rotundamente lo
contrario.
Otro
de los investigados, Adrián F. (alias Rachid) es un
hombre que se convirtió al islam —y se radicalizó— de la mano de Es Satty
cuando éste pasó por la mezquita de Castellón. Adrián mantuvo contacto con el
imán hasta julio de 2017. La
Guardia Civil constató que, tras los atentados, accedía con
frecuencia a chats sobre “proselitismo salafista” en Telegram. Dos testigos
protegidos han destacado a la policía el papel de Maki N., alias Sudaní, por su relación con Es Satty. Tras los
ataques, Sudaní les dijo
que el imán “no tenía nada que ver con lo ocurrido”.
Los
amigos y conocidos de la célula Ripoll también han estado en el punto de mira.
Los agentes detectan, por ejemplo, que Mohamed A., aprendiz de mecánico y
excompañero de trabajo de Younes Abouyaaqoub, muestra “cambios de conducta” que
invitan a pensar que está en pleno “proceso de radicalización”. Mohamed B fue
identificado en julio en un coche con matrícula francesa junto a Driss Oukabir.
El 14 de agosto, tres días antes de los ataques, se alojó en el hotel La Trobada de Ripoll. El
teléfono de contacto que dio allí es el mismo que Mohamed Hichamy, uno de los
terroristas, dio a la empresa Ruzafa para alquilar una de las furgonetas.
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