15 julio 2020
El
PP ha perdido la mitad de sus votos en Euskadi desde el fin de ETA y no es tan
difícil entender por qué
Pablo Casado no hace
autocrítica por el fracaso de su apuesta en Euskadi y echa la culpa a "la
sociedad española" por el ascenso de Bildu
En el manual de los fracasos electorales, no hay nada peor
en los partidos que echar la culpa a los votantes. En términos estrictos, es
una obviedad. Son los votantes los que deciden con sus papeletas cómo se
asignan los escaños en un Parlamento. En un plano más profundo, resulta penoso
recorrer ese camino. Eleva no saber perder a una categoría de ceguera aún
mayor. La ventaja es que permite fingir que nada ha pasado, nada que te obligue
a cambiar no tu ideología, sino tu mensaje o estrategia.
Esa sería la versión sobria de la respuesta
del PP. Para buscar comentarios que exigen al cerebro un gran esfuerzo de
interpretación, hay que acudir a las palabras de Isabel Díaz Ayuso. "Hoy
han conseguido que, por dejar de matar, obtengan lo que antes alcanzaban
matando", dijo en el mismo acto. Nunca se han concedido escaños en Euskadi
en función del número de muertos. "Aquellos que pegaban tiros en la nuca
en defensa de un proyecto totalitario en el País Vasco jamás pensaron que hoy
conseguirían tanto". Más allá de extender el terror, ETA no consiguió sus
objetivos políticos durante décadas. Los dirigentes de la organización
terrorista no estaban pensando precisamente en unas instituciones autonómicas
incluidas en el Estado constitucional y dominadas por el PNV como su gran
sueño. Su objetivo era la independencia y la expulsión de las instituciones del
Estado español, dos cuestiones que incluso la presidenta de Madrid debería
saber que no se han producido.
En la campaña, el PP y Ciudadanos
acusaron a Pedro Sánchez de blanquear a EH Bildu, lo que explicaría sus buenos
resultados. Es una interpretación que se repite de forma constante en varios
medios de comunicación conservadores. "Bildu rentabiliza el blanqueo de
Sánchez", tituló La Razón.
"El blanqueamiento de Pedro Sánchez impulsa a Otegui (sic) en las
urnas", escribió ABC. Si Sánchez es tan influyente en Euskadi –un punto de
vista muy discutible–, lo que no se entiende es cómo hizo que Bildu llegara a
22 escaños, pero no consiguió que su propio partido pasara de diez. Lo que es
seguro es que Sánchez pidió en campaña el voto para el PSE. De eso, tienen que
ser conscientes hasta los dirigentes del PP. Y si Bildu estuviera tan
'blanqueado', por emplear esa terminología, el PSE no tendría inconveniente en
pactar con ellos y sacar al PNV de Ajuria Enea. Y eso, a día de hoy, no va a
ocurrir.
La doctrina Mayor
Oreja
La confusión no es nueva y parte de
un proceso de autosugestión en el que el PP vasco se encuentra inmerso desde
hace mucho tiempo. Surgió de una teoría de Jaime Mayor Oreja, según la cual la
izquierda abertzale existía en el País Vasco porque existía ETA. No estaba
sustentada en ningún estudio sociológico ni encuesta. Por la misma razón, el
fin de la violencia serviría para propulsar electoralmente al PP. No muchos
dirigentes del partido se atrevían en público con la segunda premisa, pero
algunos sí. “Si conseguimos acabar con ETA,
que tengo esperanza de poder conseguirlo, el PP vasco va a subir como la
espuma, porque con libertad en los pueblos y en las calles de Euskadi, a ver
qué pasa con la gente que hasta ahora no se ha atrevido a votarnos", dijo
en 2011 Antonio Basagoiti, entonces presidente del PP vasco. En la década
posterior, la realidad le desmintió.
El PP ya tenía entonces serios
problemas para entender la realidad política y sociológica del País Vasco. La
violencia terrorista contribuía a contaminarlo todo, incluida la actividad de
los partidos en campaña. Pero ese es un error que ya es muy difícil de aceptar
en 2020 (nota: ETA anunció el fin definitivo de la violencia en octubre de
2011).
Existía al menos un precedente que
indicaba lo contrario a la premisa de Mayor Oreja. En plena tregua de ETA
propiciada por los acuerdos de Lizarra entre las fuerzas nacionalistas, Euskal
Herritarrok, encabezada por Arnaldo Otegi, superó en las elecciones vascas de
1998 en un 34% el porcentaje de los comicios anteriores (fue en esa tregua
cuando Carlos Iturgaiz pidió a las viudas de las personas asesinadas por ETA “un
poco más de sacrificio por la paz”. En las siguientes, en 2001, después de que
ETA reanudara los atentados y el voto nacionalista se reuniera en torno al PNV
de Ibarretxe, el voto a la izquierda abertzale se hundió hasta el 10% y perdió
la mitad de sus escaños en el peor resultado de su historia.
La evolución de los votos del PP en los últimos veinte años
deja poco margen para las interpretaciones. 251.743 votos en 1998, 326.933 en
2001, 210.614 en 2005, 146.148 en 2009, 130.584 en 2012, 107.771 en 2016,
60.299 en 2020. Cualquiera diría que hay un patrón en estas cifras. El fin de
ETA sólo contribuyó a acelerar una tendencia muy evidente. La derecha mediática
de Madrid acusaba a Antonio Basagoiti y Alfonso Alonso de ser unos blandos en
la contienda contra el nacionalismo vasco –ignorando que María San Gil ya había
perdido más de 100.000 votos con respecto a 2001–, y de ahí sus malos
resultados. Para confirmar la tesis aznariana de que todo lo que no sea la
máxima agresividad contra el nacionalismo contribuye a fortalecerlo, Pablo
Casado recuperó a Iturgaiz, candidato en 1998, y el castañazo fue de época.
Lo más paradójico de todo esto es
lo más obvio. El PP insiste en creer que puede influir en los votos que reciba
Bildu, pero no tiene ninguna posibilidad. Es obvio que sus electorados son muy
diferentes. La candidatura liderada por Maddalen Iriarte ha obtenido los
mejores números de la historia de la izquierda abertzale precisamente cuando ha
hecho hincapié en su programa en la primera palabra sin abandonar por completo
la segunda. Iriarte ha hablado más de políticas sociales, derechos de los
trabajadores y feminismo que de independencia. La decadencia de Podemos en
Euskadi y el estancamiento del PSOE han servido a Bildu para dominar el voto de
izquierdas, en especial entre los jóvenes. La fidelidad de su electorado le ha
favorecido en unos comicios que han tenido el mayor porcentaje de abstención en
Euskadi.
En la última década, muchos
votantes vascos del PP lo han tenido muy claro en las elecciones autonómicas,
en especial en Álava. El principal freno a la izquierda abertzale es el PNV.
Sólo Bildu puede poner en peligro en el futuro la hegemonía del partido de
Urkullu en la política vasca. Y esos votantes del PP quizá no sean licenciados
en Ciencia Política, pero tienen claras sus prioridades y saben cómo votar.
En Madrid, la dirección nacional
del PP sigue hablando de ETA, proetarras y batasunos. Quizá por eso y por otras
razones ha perdido el 81% de sus votos en Euskadi desde 2001 y la mitad de
ellos desde el fin de ETA. Cuando no conoces a tus votantes, sueles pagar las
consecuencias.
Opinión:
La frase “algo estará haciendo mal la sociedad española” relacionada con la subida de Bildu y
la bajada del PP demuestra el desconocimiento (o la mala intención) de aquellos
que se dedican a culpar al prójimo de los errores propios. ¿Qué culpa tendrá un
señor de Melilla de que las elecciones vascas hayan sido un desastre para
algunos?
Sinceramente, me cuesta creer que, salvo alguna excepción,
haya tan poco nivel en la clase política española.
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