26 noviembre 2013
Una mirada
No
quisiera pasar por alto una mirada. Me refiero a la que se cruzaron Rosa
Rodero, viuda del sargento mayor de la Ertzaintza , Joseba Goikoetxea, asesinado por ETA
el 22 de noviembre de 1993, y la ya exmilitantes de la banda, Carmen
Gisasola. Sucedió el pasado día 22 durante el acto con el que la familia y los
allegados de Goikoetxea querían honrar su memoria. Y, la verdad, no se me
ocurre mejor homenaje para alguien que ha muerto victima de la barbarie y del
odio que esa mirada llena de memoria y de futuro.
Era la primera vez que personas que han estado muy
activamente vinculadas a ETA asistían a un acto público en recuerdo de
quien fue asesinado por sus compañeros de organización. Pluralizo porque además
de Gisasola acudió también Andoni Alza. Ambos han roto luego todos los lazos
con la banda y han asumido el peso tremendo del daño producido. Pero una cosa
es practicar la autocrítica, admitir errores y acogerse a las posibilidades que
brinda la ley penitenciaria – y me refiero a la conocida como ‘vía Nanclares’
y otra, más difícil aun, cruzar los ojos con alguien que ha sufrido una
pérdida irreparable en nombre de la causa que tú respaldabas.
Una cosa es practicar la autocrítica, admitir
errores y acogerse a las posibilidades que brinda la ley penitenciaria – y me
refiero a la conocida como ‘vía Nanclares’ y otra, más difícil aun, cruzar los
ojos con alguien que ha sufrido una pérdida irreparable en nombre de la causa
que tú respaldabas.
Conocemos, o mejor, tenemos directas referencias de
los encuentros restaurativos que dentro de las prisiones han tenido lugar –
ahora el Gobierno de Mariano Rajoy los ha paralizado-- entre algunas víctimas y
miembros de ETA. Nos han explicado la carga emocional y simbólica que preside
esas entrevistas, siempre voluntarias y discretas, y el importante y positivo
efecto que en los interlocutores tiene ese diálogo. Pero nunca hasta ahora se
había producido un encuentro público entre alguien que perdió lo que más quería
y alguien que consideraba justificado arrebatárselo; no habíamos observado el
poder de una mirada.
Lo cierto es que todo fue bastante simbólico esa
fría mañana de viernes en la
Plaza de la
Convivencia donde recordaron a Goikoetxea dos años después de
que se hayan dejado de escuchar tiros y bombas. La plana mayor del PNV y
dirigentes emblemáticos como los exlehendakaris José Antonio Ardanza y Juan
José Ibarretxe compartían un espacio excepcionalmente plural. Porque allí
estaban también Edurne Brouard, la hija del dirigente de HB asesinado en su
consulta de pediatra el 20 de noviembre de 1984, o Axun Lasa y Pili Zabala,
hermanas de los jóvenes militantes de ETA secuestrados, torturados, asesinados
y enterrados en cal viva.
Familiares y allegados de otras víctimas de ETA
quisieron sumarse al recuerdo. Además no faltó la representación política del
PSE ni la de Bildu que, en esta ocasión no se limitó sólo a miembros de EA,
tradicionalmente habituales en este tipo de actos cuando concurrían ante los
ciudadanos como marca propia. Estuvo una candidata genuina de la izquierda
abertzale como Laura Mintegi. Todo un progreso. Y más cuando se recordaba a un
ertzaina, a un “zipaio”, a un especial enemigo para los radicales durante
décadas. Por eso, constituye todo un paso atrás -otro más- que nadie del
PP ni de UPyD acudieran al homenaje.
Y es más lástima todavía que no pudieran ser
testigos de esa mirada limpia que cruzaron Rodero y Gisasola. Hubieran podido
ver en ella que no hay olvido, que la memoria está muy viva, pero que se puede
revivir el pasado no para hurgar en la herida y hacerla más grande, sino para
cauterizarla.
Y, sobre todo, esos amigos de palabras a menudo
gruesas y vacías hubieran podido observar que cuando los ojos de Rosa Rodero y
Carmen Gisasola se cruzaron, quedaba abierto un espacio al futuro. En ese
momento pensé que sí, que un día la convivencia será posible. Entre todos, la
haremos posible.
Opinión:
No quiero pensar mal pero desde hace unos días no
encuentro información sobre las protestas de “las” víctimas del terrorismo en
los diarios de tirada nacional. Parece que, una vez utilizados los sectores de
víctimas que todos tenemos en mente, el tema ya no sea importante.
Dicho esto, debo decir que al menos por mi parte y
por parte de otras víctimas, seguimos exigiendo el respeto que merecemos
aquellas víctimas que siempre y desde tiempos inmemoriales hemos defendido la
pluralidad de opinión en nuestro colectivo. Por ello entiendo perfectamente la
actitud que presenta Rosa Rodero y digo bien alto y bien claro que siempre ha
sido una viuda (y por tanto, víctima reconocida del terrorismo) con las ideas
claras y una de las víctimas con las que he compartido mas horas, mas tiempo y
mas conversaciones en los últimos quince años.
Por ello me asquean y me repugnan aquellos que
durante un tiempo le han puesto buena cara en su presencia mientras por la
espalda la han apuñalado vilmente. Ella ya l@s tiene a tod@s
localizad@s. Algún día habrá que poner los nombres y apellidos sobre la
mesa, aunque ellos mismos se están descubriendo en las últimas semanas...
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