14
mayo 2017
Un memorial para las víctimas
La central de Lemóniz no es sólo un recuerdo fúnebre del
dolor causado por ETA. Es un monumento a una de sus mayores victorias. Es hora
de convertirlo en un mausoleo en honor de las víctimas.
La
organización terrorista parasitó una protesta antinuclear bastante popular cuyo
emblema fue diseñado por Chillida. Primero
voló torres y transformadores de Iberduero, luego puso bombas y mató a varios
obreros. En paralelo, las manifestaciones pasaron de corear «Lemoniz ez, ez, ez» (No a Lemóniz) a «Lemoniz, goma 2».
El
golpe de gracia llegó en febrero de 1981, cuando secuestró al ingeniero jefe de
la central, José María Ryan,
39 años, casado y con cinco hijos. Todo el arco político (menos los abertzales) de AP
al PCE, del PNV a Euskadiko Ezkerra, sindicatos, obispos, Amnistía
Internacional... se movilizó pidiendo su liberación. Fue el primer movimiento
de rechazo a la violencia, que no se repetiría a esa escala hasta 1997 durante
otro rapto, el de Miguel Ángel Blanco.
ETA
respondió con un comunicado que decía: «Ryan ha comparecido ante un consejo
revolucionario que le ha encontrado culpable de ser coautor en grado máximo de
las decisiones y ejecutorias llevadas a cabo por Iberduero SA en la central
nuclear de Lemóniz y, por tanto, puede ser ejecutado...».
Horas
después, su cadáver apareció en una senda forestal con las manos atadas, una
venda en los ojos y un tiro en la nuca.
El
asesinato de su sustituto, Ángel Pascual, un año después, paralizó las obras. Y
así pasaron ¡35 años! De silencio. En Lemóniz y en la sociedad vasca. Un
agujero negro en la memoria colectiva. Un monumento colosal a los que imponían
su ley mediante juicios sumarísimos y ejecuciones nocturnas. En nombre de la
patria.
Ahora
que los terrenos han pasado al Gobierno vasco, el lehendakari Urkullu tiene
una oportunidad histórica. Más allá del aprovechamiento de la dársena, ahí
tiene la ocasión de auspiciar la reconciliación entre los vascos y el recuerdo
de las víctimas del terrorismo. Y de paso, redimir la mala conciencia de tantos
silencios.
Hay
que recuperar Lemóniz. Llenar sus salas con los retratos de los que cayeron
bajo las balas. Con un relato honrado de lo que pasó en los años del plomo.
Antes de que nadie recuerde quién fue Ryan.
Opinión:
Qué fácil es para algunos opinar ahora sobre lo que debe
hacerse con tal o cual espacio público, fábrica, edificio o hasta central
nuclear. Qué lejos quedan ahora aquellos momentos en los que cuatro “descerebrados”
nos hacíamos fotografías en los pocos lugares que en Euskadi recogían algún
tipo de homenaje o de recuerdo a alguna víctima concreta.
Y es que para muchos, para demasiados, desde octubre de
2011 han cambiado mucho las cosas… gracias al trabajo de pocos, muy pocos, poquísimos…
Y si de paso se puede dejar caer el mensajito partidista o
ideológico, pues no pasa nada… Algún día habrá que explicar quienes fueron los
que de manera anónima conseguimos esos avances y, desde luego, “casi” ninguno
de los que ahora se aprovechan del trabajo ajeno estaban ni se les esperaba
entonces, en aquella época de los llamados “años de plomo”.
Seguramente la historia pondrá a cada uno en su sitio, pero
lo más doloroso es que aquellos que jamás nos plegamos a los intereses
partidistas ni nos dejamos convencer por los cantos de sirena políticos no
merecemos el reconocimiento por la labor efectuada.
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