Regreso
al lugar del crimen con un mensaje de paz
El hijo de un policía asesinado por ETA vuelve
a Euskadi 36 años después del suceso que le rompió la vida
Justo 36 años después de que ETA asesinara
a su padre, el policía nacional Antonio Cedillo, su hijo José Miguel regresa al
lugar del crimen en el alto de Perurena en Errenteria (Gipuzkoa) para rendirle
el reconocimiento que no tuvo en su momento y para abogar por la convivencia.
“Necesito hacerlo por mi padre y por mí”, dice Cedillo, que confiesa no haber
pisado Euskadi, igual que su madre, Dolores García, desde que el 15 de
septiembre de 1982, con solo tres años de edad, lo metieron
urgentemente en un avión con destino a Sevilla, junto a ella y al ataúd. “Recuerdo mis pies chocando contra la
madera del féretro porque íbamos amontonados, los lloros de mi madre y el
inmenso ruido del avión”. El próximo 15 de septiembre regresa al alto de
Perurena, acompañado de su familia —incluida su madre, enferma— y de una
representación institucional andaluza y vasca. Pretende plantar un olivo y leer
un mensaje de reconocimiento a su padre y a la convivencia. “Nadie puede
devolverme a mi padre. Pero puedo hacer que su nombre aparezca ayudando a
construir la convivencia que hubiera querido para mí y sus nietos. Finiquitado
el terrorismo de ETA ha llegado el momento de la convivencia”, señala.
El asesinato de Antonio Cedillo fue
especialmente cruel. El 14 de septiembre de 1982 su patrulla de la Policía Nacional fue
atacada por un comando de ETA en
el alto de Perurena. Tres agentes cayeron abatidos. Pero Cedillo, herido,
sobrevivió. Lo recogió el conductor de una furgoneta para trasladarlo al
hospital. Los terroristas, al percibirlo, pararon la furgoneta y lo remataron
de un tiro en la nuca. La tragedia no terminó ahí. Al día siguiente, Julián
Carmona, policía nacional y compañero de las víctimas, se suicidó en la misma
capilla ardiente. Eran los
años de plomo. “Yo estaba allí. Recuerdo cómo llegó, desencajado, y tras
desfilar delante de los féretros, se pegó un tiro. Me sacaron de allí y mi
siguiente recuerdo es el del avión”.
Estas vivencias marcaron su vida. “Estuve un
año sin hablar. Desde los cinco años tuve que ser asistido por psicólogos. A
los 12 empecé con medicación prescrita para adultos. Vivo con ataques de ansiedad
y dificultades de sueño, y para controlarlos sigo tratamiento psicológico y
medicación de por vida. Desde hace unos años también me tratan una enfermedad
física autoinmune”, explica.
No supo la verdad completa del asesinato de su
padre hasta hace siete años. “Fue casualmente. En una librería sevillana hojeé
el libro Vidas rotas y allí descubrí cómo habían matado a
mi padre. Mi madre, para evitarme sufrimientos, me había dicho que murió en una
refriega con atracadores. Fue una conmoción y en la librería tuvieron que
atenderme. Cambió mi vida”.
Cedillo indagó sobre el asesinato de su padre.
“Conseguí un atestado de tres páginas y una carta del hospital, que no
aportaban nada. Tampoco había certificado de la autopsia, pero el único
superviviente del atentado me dijo que vio a mi padre cosido a balazos. De la Audiencia Nacional
supe que tres de los terroristas que atacaron a mi padre murieron en refriegas
posteriores con la policía y un cuarto vivía en Cabo Verde. Solo hubo un
condenado, Zabarte Arregi, por colaboración. Comprobé que el caso no se había
investigado suficientemente y que, finalmente, había prescrito”.
La historia de Cedillo no termina aquí. “Hubo
un momento, cuando supe cómo mataron a mi padre, que sentí mucho odio. Mi madre
siempre me ha aconsejado por mi bien que libere mi rencor. Yo no olvido ni
perdono porque nadie me lo ha pedido. Pero no puedo consumir mi vida
perjudicando con mi odio a quienes me rodean. En esta liberación del rencor he
encontrado la respuesta en hacer a mi padre el homenaje que hubiera querido que
le hicieran. No fue una persona violenta y si le dieran a elegir entre la paz y
la violencia, elegiría, sin duda, la paz”.
Así es que hace un mes decidió homenajear a su padre en
Errentería y llamó al alcalde de la localidad, Julen Mendoza, de Bildu.
“Le dejé un aviso y me respondió al siguiente día. Le conté la historia de mi
padre y le dije que quería volver. Se interesó por ella y se trasladó a
Sevilla. Estuvimos hablando cuatro horas en el aeropuerto. Me dijo que
trasladaría mi iniciativa al Ayuntamiento. Me trajo un libro sobre las
vulneraciones de derechos humanos en Errenteria en el que cuenta todas las
iniciativas de convivencia celebradas en la localidad, como homenajes del
Ayuntamiento a víctimas del terrorismo y encuentros entre víctimas de distinto
signo. Fue una conversación liberadora y sanadora para mí”.
José Miguel Cedillo cree que “casi siete años
después de terminado el terrorismo tenemos que procurar la convivencia en paz
sin olvidar la justicia, el reconocimiento y la reparación; quienes sigan
enquistados en el pasado, tendrán que explicar por qué lo hacen”.
El desamparo de los niños golpeados por el
terrorismo
Uno de los objetivos de José Miguel Cedillo es
que las instituciones amparen a quienes padecen traumas infantiles derivados
del terrorismo, como los que está padeciendo él. “La ley no reconoce a los
niños como víctimas del terrorismo, aunque son los que más lo padecen, cuando
sí lo hace con los hijos de las víctimas de violencia de género. No hay
cobertura para secuelas indefinidas como la mía. Hay que mendigarlas y la
inserción laboral es inexistente”. Cedillo relata como, tras mucho insistir su
madre y él, lograron que el entonces ministro de Interior, Jorge Fernández, les
recibiera. “Estuvimos reunidos durante horas con él y nos prometió hacer algo,
pero no lo hizo. Su sucesor, Juan Ignacio Zoido, ni nos recibió”.
Cedillo extiende su escepticismo hacia la Oficina de Víctimas del
Terrorismo y algunas asociaciones de víctimas. “Han hecho mucho menos de lo que
esperaba. Buscan, sobre todo, el interés mediático y político. Ofrecen gruesas
declaraciones de quienes han perdido la perspectiva del dolor ajeno. Burocratizan
el sufrimiento”.
La sorpresa llegó con el nuevo ministro,
Fernado Grande-Marlaska. “Como tenía buen concepto de él, por su trayectoria,
le envié una carta. Mi sorpresa fue que a los dos días llamó para hablar
conmigo. Se mostró muy sensible a la situación por la que pasan los hijos de
las víctimas del terrorismo y se comprometió a incluirlas en la Ley de Víctimas. Lo confirmó
en la Comisión
de Interior del Congreso y ahora lo que pido es que lo aceleren”. Sin embargo,
no ha tenido suerte con la carta que envió en el mes de agosto al nuevo
presidente del PP, Pablo Casado: “No me ha respondido”.
Opinión:
Ya dije hace unos meses que la decisión
de José Miguel me merece todos los respetos y mi admiración. Aunque jamás he
hablado como familiar de víctima mortal del terrorismo sí he conocido una
triste y enorme cantidad de familiares de asesinados y me he podido
encontrar con personas de una talla humana y de una dignidad suprema.
Cuando en la entrevista se menciona a su
madre y se dice que no ha vuelto a Euskadi, me ofrece la magnífica oportunidad
de explicar que no es necesario vivir en o visitar Euskadi para realizar una
excelente labor en beneficio de “las” víctimas del terrorismo. De hecho, mi
etapa en la antigua Asociación de Víctimas del Terrorismo como delegado en
Catalunya coincidió con la etapa como delegada en Andalucía de Dolores García y
dudo mucho que exista en aquella comunidad alguien que haya hecho más por las
víctimas que ella…
Por lo tanto, mi agradecimiento a José
Miguel por su valentía y sus objetivos y a Dolores García por tantos años
compartidos aprendiendo a asistir a otras víctimas… labor que
desgraciadamente hay politiquillos y algunos aprovechados del dolor ajeno que
jamás sabrán apreciar…
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