14 septiembre 2018
José Miguel Cedillo:
«Necesitaba recorrer el camino que hizo mi padre el día que ETA lo asesinó»
El hijo y la viuda
del policía Cedillo regresaron 36 años después a Errenteria junto al alcalde
Mendoza
El silencio de la mañana fue ayer el único
testigo del regreso de la viuda y el hijo del policía nacional Antonio Cedillo
Toscano al Alto de Perurena, en Errenteria, el lugar donde, tal día como hoy de
hace 36 años, murió asesinado por ETA, junto a otros tres agentes. Un comando
etarra formado, entre otros, por Josu Zabarte, 'El carnicero de Mondragón', les
tendió una emboscada. Cedillo resultó herido, logró escapar del lugar y fue
recogido por un albañil que pasaba con su furgoneta, pero los etarras le
obligaron a bajar del vehículo y le remataron allí mismo. Han pasado tres
décadas largas desde el día en que Miguel Ángel Cedillo, con tres años y medio,
y su madre, Dolores García, una joven de 25 años rota por el dolor, tuvieron
que marcharse corriendo de Euskadi en un avión, sentados al pie de un ataúd.
«Necesitaba recorrer el camino que hizo mi
padre el día que ETA lo asesinó. Y ha sido un momento muy especial que yo
esperaba y deseaba», relató Cedillo, todavía emocionado, minutos después de
caminar por el Alto de Perurena. Acompañados por el alcalde de Errenteria,
Julen Mendoza (EH Bildu), la viuda de Antonio Cedillo y su hijo repitieron,
paso a paso, el mismo viaje que hizo su padre aquel 14 de septiembre de 1982.
«Hemos hecho hasta las mismas paradas que hicieron ellos. Hemos visitado el
caserío donde desayunaron, la carretera donde los etarras escondidos entre la
maleza les ametrallaron, donde paró la furgoneta que le recogió malherido y
donde, unos metros más allá, hicieron parar al albañil, obligaron a mi padre a
bajar y le remataron justo al lado de lo que hoy es el Mugaritz», describió el
hijo del policía asesinado.
A José Miguel Cedillo le faltaban piezas
del puzzle de su vida, las que se dejó en el camino aquel 14 de septiembre y
que ahora trata de recomponer. Sus únicos primeros recuerdos son dos imágenes,
la capilla ardiente de su padre, en la que uno de sus compañeros, Julián
Carmona, se suicidó delante de todos los presentes, y el viaje en avión junto a
su madre. «Me acuerdo de la mirada del niño cuando se suicidó el compañero. La
tengo clavada en mi mente. Fue horrible, por eso he tratado siempre de
protegerlo», recordaba ayer Dolores García, que no pudo dejar de llorar en todo
el recorrido por el lugar del atentado. Ella siempre quiso regresar a Euskadi,
donde asegura que vivió «lo más bonito de su vida, su matrimonio, y a la vez el
horror más grande de mi vida».
Desde que aterrizaron el miércoles por la noche en el
aeropuerto de Loiu, madre e hijo tienen un objetivo claro en su visita a
Euskadi, rendir a Antonio Cedillo el homenaje y el reconocimiento que no tuvo
entonces y contribuir a construir la convivencia. «Allá donde esté mi padre
seguro que está orgulloso de nosotros», reflexiona José Miguel.
Las secuelas de aquel drama le han acompañado toda su vida.
Estuvo un año sin hablar, comenzó a medicarse desde muy pequeño y lleva desde
los cinco años acudiendo al psicólogo. «Estuve casi cinco años encerrado en
casa con una agorafobia terrible», relata José Miguel. En la actualidad vive
con ataques de ansiedad y dificultades de sueño que tiene que controlar con
tratamiento psicológico y medicación de por vida. «Una enfermedad autoinmune me
acompaña además desde hace unos años», repasa.
En casa de los Cedillo García no se
conoció la verdad completa del asesinato hasta hace siete años en que hojeó en
una librería de Sevilla el libro 'Vidas rotas', de Florencio Domínguez, Marcos
García Rey y Rogelio Alonso. Allí descubrió cómo fue el crimen. Entendió
entonces que su madre, «para evitarme sufrimientos», le había dicho que murió
en una refriega con atracadores en una peletería. Desde que supo que era hijo
de una víctima de ETA, José Miguel Cedillo emprendió una peregrinación por las
instituciones para reclamar amparo para los hijos de asesinados que padecen
traumas infantiles derivados del terrorismo. «La ley no reconoce a los niños
como víctimas del terrorismo, aunque son los que más lo padecen, cuando sí lo
hace con los hijos de las víctimas de violencia de género», expone.
Memoria en Perurena
No fue hasta hace dos meses
cuando tomó la decisión de honrar la memoria de su padre con un reconocimiento
en Euskadi. Lo primero que hizo fue llamar al Ayuntamiento de Errenteria y
encontró total colaboración por parte de su alcalde, Julen Mendoza, que no
tardó ni una semana en trasladarse a Sevilla para mantener un encuentro con
José Miguel Cedillo. Charlaron en el aeropuerto durante cuatro intensas horas y
ayer se volvieron a encontrar en Errenteria.
No está confirmada, sin embargo,
la presencia del regidor de EH Bildu en el homenaje de mañana, sábado, en el
Alto de Perurena, donde sí estará presente el socialista Isidoro Ramos, alcalde
de Olivares, el pueblo natal de Antonio Cedillo, de donde su regidor traerá un
olivo para ser plantado en el lugar donde ocurrió el asesinato, como símbolo de
«la convivencia en paz» que la familia Cedillo García quiere contribuir a
construir. Hoy viuda e hijo mantendrán un encuentro en Vitoria con el
secretario de Derechos Humanos y Convivencia del Gobierno Vasco, Jonan
Fernández.
Opinión:
Nuevamente agradezco a Dolores la excelente labor
realizada como delegada en Andalucía de la antigua AVT en la década de los años
90, una época en la que ser víctima del terrorismo era casi sinónimo de padecer
una enfermedad contagiosa.
Y también envío un enorme abrazo a José Miguel de
parte de muchas víctimas que están contactando para hacerle saber nuestro
aprecio. Seguramente aparecerán también las que, viviendo de nuestro dolor,
querrán dar lecciones de dignidad o jugando a ser psicólogos hablarán de un
supuesto “síndrome de Estocolmo” o comentarios parecidos mientras no se
atreven a opinar sobre aquellas capaces de estrechar la mano al asesino de 24
personas…
Hipocresía en estado puro.
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