24 febrero 2019
«Sufrí un atentado de ETA y quiero que en los colegios conozcan
la historia»
Durante febrero y
marzo está contando lo que vivió el 20 de enero de 1986 a alumnos extremeños
dentro de un programa del Ministerio del Interior
Al cacereño José
María González le amputaron una pierna tras un ataque de la banda terrorista
José María González Garrido nunca olvidará la madrugada del
20 de enero de 1986. Por aquel entonces este cacereño nacido en la localidad de
Montehermoso estaba dedicándose a lo que siempre había soñado. Era guardia
civil y llevaba nueve meses desempeñando su labor como cabo primero en Oyarzun
(Guipúzcoa). Tenía 21 años y toda una vida por delante. Sin embargo, muchos de
sus sueños se truncaron en un segundo. Esa noche su mundo se derrumbó.
«Desde las 22.00 horas hasta las seis de la mañana estuve
de servicio en el puerto de Pasajes. Al terminar, mi compañero Vicente Blanco y
yo nos subimos a un coche para regresar a Oyarzun. Yo iba de copiloto. Delante
de nosotros iba otro de nuestros vehículos. Cuando llevábamos recorridos unos
dos kilómetros escuchamos una ráfaga de metralleta y a continuación el coche
explotó. De repente, todo se paró. La explosión fue muy fuerte y vi una llama
de fuego enorme. Me eché las manos a la cara y mi compañero y yo nos tumbamos
en el asiento. Él empezó a gritar porque toda la metralla le había llegado a la
cara. Me toqué la parte superior de mis piernas y no noté dolor ni ninguna
molestia. Al salir, apoyé primero con la derecha. Cuando hice lo mismo con la
izquierda me caí al suelo. Estaba totalmente seccionada, pero no me dolía. Me
arrastré diez o doce metros, saqué mi arma reglamentaria y disparé dos tiros al
aire para avisar tanto a mis compañeros del coche delantero como a los
terroristas de que estábamos vivos. Hasta allí se acercaron varias personas de
una fábrica cercana que habían escuchado la explosión. Me dijeron que ya habían
llamado a la ambulancia. Recuerdo que llovía y me rodeaba una gran mancha de
sangre. Fui yo quien me tuve que cortar hemorragia con un torniquete. En el
trayecto al hospital, al pasar por una banda reductora, perdí el conocimiento».
Con esas palabras José María González contó el viernes su
historia ante alumnos del colegio María de la Paz Orellana de
Trujillo y del instituto Sierra de Montánchez. En el mes de marzo ofrecerá
otras dos jornadas en Navaconcejo y en Torrejoncillo para estudiantes. «Sufrí
un atentado de ETA y quiero que en los colegios conozcan la historia, que no se
olvide», destacó González antes de sincerarse ante adolescentes de 14 y 15
años.
Ellos nacieron entre 2004 y 2005 y cuando empezaron a tener
uso de razón la organización terrorista anunció «el cese definitivo» de su
actividad asesina. Eso fue el 20 de octubre de 2011. Desde que la banda mató a
tiros el 7 de junio de 1968 al guardia civil José Antonio Pardines Arcay en Villabona
(Guipúzcoa) han pasado más de cinco décadas. En su negro historial hay 3.500
atentados, 7.000 víctimas y 864 muertos. De ellos, 55 son extremeños, aunque
ETA nunca cometió un atentado en esta comunidad.
Los alumnos de la región que actualmente cursan 4º de ESO
pueden conocer esos datos a través de los libros. Sin embargo, tal y como
resalta González Garrido, «testimonios de supervivientes son necesarios porque
el tiempo pasa muy deprisa y hay que recordar que se sufrió mucho».
Es consciente de que es muy complicado que lo entiendan. No
le falta razón a juzgar por el silencio y la atención que mantuvieron los
estudiantes durante la charla. Incluso dos levantaron la mano cuando José María
preguntó si alguno quería ser guardia civil.
Ellos, junto a sus tutores de curso, mostraron interés por
conocer más allá. ¿Están los terroristas en la cárcel?, ¿qué pasó con su
compañero?, ¿cómo se vivía en el País Vasco en esa época? o ¿se puede perdonar?
fueron algunas de las cuestiones que le plantearon.
Para todas ellas tuvo respuesta. Los artífices del atentado
fueron integrantes del comando Donosti y les condenaron pero hoy están en
libertad. A él le amputaron la pierna izquierda por encima de la rodilla y su
compañero Vicente Blanco sufrió lesiones que también le obligaron a retirarse
de la Guardia Civil.
La vida en el País Vasco para José María se reducía al
cuartel. «Había mucha tensión. Nadie nos saludaba. Al miedo se sumaba el
desprecio social. Si entrábamos en un bar se vaciaba, pero al final te
dedicabas a hacer tu trabajo un día tras otro», comentó José María. «Sentíamos
frustración en muchos momentos. En mi caso porque desde los 12 años quería ser
guardia civil para ayudar a la sociedad y allí no podía, no me dejaban»,
aseveró antes de reconocer que él no puede perdonar. «Cuando fue el juicio del
atentado en la
Audiencia Nacional vi la cara de odio de uno de los
terroristas y eso no se olvida», concluye.
En 36 centros
Hoy, 33 años después del atentando que le obligó a aprender
a caminar de nuevo, está 'reviviendo' cada uno de esos instantes. Es uno de los
protagonistas del proyecto 'Testimonio directo de las víctimas del terrorismo
en centros docentes'.
Se trata de una iniciativa del Ministerio de Interior que
se está desarrollando en Extremadura en colaboración con la Junta. En concreto con la Secretaría General
de Educación y la
Dirección General de Emergencias Protección Civil.
El programa pasará por 36 centros educativos de la región y
en él participan 13 víctimas del terrorismo que están contando sus vivencias a
alumnos de 4º de ESO.
El proyecto, que comenzó en el País Vasco, es la primera
vez que se realiza en Extremadura y se está haciendo de manera simultánea en
Madrid, La Rioja
y en varias provincias de Castilla y León, donde están trabajando entre 30 y 50
víctimas del terrorismo.
La directora general de Apoyo a Víctimas de Terrorismo del
Ministerio de Interior, Sonia Ramos, explica que estas jornadas forman parte de
un programa educativo de testimonio en valores donde quieren dar a conocer cuál
ha sido la historia del terrorismo en España. Dice que «son palabras de no
venganza y de recuperación». Con esta idea pretenden que «los jóvenes vean que
es posible hacer frente a las diferencias a través del diálogo, el respeto y
sin llegar a la violencia».
Opinión:
Todo lo que sea aportar relatos veraces para que se conozca
la realidad de daño causado por el terrorismo es una excelente idea. Y todo
cuanto se diga debe ser absolutamente real y contrastado, para que no se cuelen
ciertos personajes que se inventan historias que jamás han vivido.
De otra parte, no estaría de más que en todas estas
conferencias se pudiera explicar la realidad del trato sufrido por las víctimas
anónimas del terrorismo, aunque me da la impresión que si quien organiza es una
de las partes responsables del abandono que durante décadas hemos sufrido la
inmensa mayoría, difícil será que se conozca TODA la realidad.
Y menos cuando quien selecciona a algunas víctimas para
estas labores es, en gran medida, el máximo responsable de tanto abandono.
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