28 diciembre 2021
Clases de terrorismo en las aulas: “Ponte en la piel de una victima”
Alumnos de Secundaria investigarán sobre el secuestro y la extorsión y reflexionarán sobre lo que significa estar amenazados. Describirán cómo lo pasa una persona que tiene que mirar cada día debajo del coche, llevar escolta o escoger rutas distintas para ir al trabajo. Y relacionarán los testimonios directos de allegados de asesinados por ETA o fallecidos en el 11- M con su «vida diaria».
«Intenta ponerte en la piel de un familiar directo de una víctima de terrorismo. ¿Qué crees que sentirías tú? ¿De qué forma podrías ayudarle?». Son algunas de las preguntas recogidas en las unidades didácticas sobre terrorismo que el Gobierno ha puesto a disposición de las autonomías y de los profesores de toda España. Los ministerios de Interior y Educación, en colaboración con el Centro Memorial de las Víctimas del Terrorismo y la Fundación Víctimas del Terrorismo, han redactado unos temarios que los docentes podrán incorporar de forma voluntaria a los materiales pedagógicos que utilizan los alumnos de 1 º de la ESO (12- 13 años) a 2 º de Bachillerato (17- 18 años).
La iniciativa se puso en marcha en 2018 – año en que el Gobierno vasco redactó sus polémicos materiales – y la primera unidad se presentó entonces para Historia de 4 º de ESO. A ella se suman ahora seis nuevas unidades que irán dentro de asignaturas como Historia de España, Valores Éticos, Filosofía y Psicología. En total, 26 sesiones de clase con materiales en castellano, euskera, catalán o gallego que fueron presentadas hace unos días por Fernando Grande- Marlaska y Pilar Alegría junto a la presidenta navarra, María Chivite, la única que, por el momento, ha asumido estas unidades para sus colegios.
Chivite esgrimió una encuesta que señala que más de la mitad de los alumnos admite tener escaso o nulo conocimiento acerca del terrorismo. El hilo conductor de estas unidades es el foco que se pone en las víctimas. Entre otras cosas, se persigue que los alumnos «se muestren sensibles» con sus testimonios y «aporten soluciones pacíficas argumentadas al problema del terrorismo». «El estudiante deberá ponerse en el lugar de la víctima para poder comprender la importancia de la convivencia pacífica », se indica. Entre los objetivos, además de «explicar el terrorismo sin dar protagonismo a los terroristas» y «propiciar la deslegitimación de esta violencia injusta», se habla de «promover la empatía y solidaridad hacia sus víctimas».
Los textos se centran en ETA (ubicada dentro de las organizaciones terroristas «nacionalistas radicales» junto a Terra Lluire) y en el yidahismo de Al Qaeda y el Estado Islámico, pero también se citan otros grupos de «extrema izquierda» (Frap, Grapo) o de «ultraderecha» (Batallón Vasco Español, Triple A); se habla de los GAL como «un tipo de antiterrorismo ilícito, parapolicial», y se mencionan, en el plano internacional, el IRA, las Farc, Sendero Luminoso, las Brigadas Rojas...
El Gobierno adopta un posicionamiento que insta a huir del «relativismo moral». «El terrorismo es necesariamente malo o injusto», concluye – e insiste en que «resulta a todas luces falso el empeño de ETA por legitimar su violenta historia en su lucha contra la dictadura». Pero, a pesar de que define el terrorismo como «una herramienta para imponer por la fuerza un determinado proyecto político», apenas explica en qué consiste ese proyecto político, ni desarrolla el nacionalismo de ETA, ni habla de sus consecuencias políticas, por lo que el significado político de la banda y de sus víctimas queda desdibujado.
Esta ausencia contrasta con las explicaciones mucho más detalladas que se dan sobre Al Qaeda. «Omite casi por completo la dimensión política del terrorismo de ETA. El nacionalismo es el elefante en la habitación. Es el que explica que hubiera una subcultura de la violencia y una tradición de violencia en el País Vasco y no en otros lugares de España. Y es, por tanto, el nacionalismo el que explica por qué el terrorismo de ETA no surgió por generación espontánea. Las unidades didácticas evitan que quede estigmatizada la ideología nacionalista por la que ETA asesinó», advierte Rogelio Alonso, catedrático de Ciencia Política de la Universidad Rey Juan Carlos y autor, entre otros libros, de La derrota del vencedor (Alianza).
Su nombre es uno de los que aparece como referencia en estas unidades. Alonso detecta «importantes carencias» en la redacción. «¿Cómo se va a evaluar si el alumno aporta o no soluciones pacíficas argumentadas al problema del terrorismo si no se habla de las respuestas al terrorismo más allá de generalidades?», se pregunta. «El estudiante no se puede poner en el lugar de la víctima si no se explica el significado político de las víctimas del terrorismo nacionalista y que fueron víctimas por oponerse a esa ideología. Si no se explica el contexto de la comunidad autónoma vasca y de la hegemonía nacionalista no se puede entender la estrategia de victimización de ETA. El problema no es que los jóvenes no sepan quién fue Miguel Ángel Blanco, es que no comprenden lo que su asesinato significó: fue asesinado porque no era nacionalista y todavía hoy hay una ideología nacionalista que legitima dicho asesinato», denuncia.
Alonso echa en falta que no se cite a Joseba Arregi – quien acuñó «el significado político de las víctimas» –, y le sorprende que se dé más protagonismo a Gesto por la Paz que a Basta Ya y al Foro Ermua. También le choca que, para hablar de la dependencia de los fines respecto a los medios, se recurra a Albert Camus y «no se explique cómo los fines del PNV están contaminados por la violencia terrorista de ETA ». La única mención al partido nacionalista es: «Tras romper con el PNV, ETA fue fundada en 1958
Opinión:
Ya he comentado en muchas ocasiones que toda la temática de explicar el terrorismo en las aulas, incluso contando con la colaboración de víctimas si es necesario, debería basarse en tres premisas.
La primera, que las víctimas participantes puedan hablar en primera persona de sus vivencias, las cuales deberían ser contrastadas y demostradas de antemano, porque es muy triste enterarse que hay quien va explicando relatos que jamás ha vivido.
La segunda, que quien participe lo haga a título individual y jamás erigiéndose en representante del colectivo de “LAS” víctimas del terrorismo, sin importar si tiene algún cargo en alguna sigla asociativa o si va por libre.
Y la tercera, quizás la más complicada: que quien participe en esas actividades no las aproveche para promover o presentar ideologías concretas que, a buen seguro, terminarán siendo mensajes partidistas.
Y una cuarta de propina: sería muy apropiado que quien participara pudiera explicar las inmensas y extensas problemáticas sufridas por parte del propio Estado en relación a la asistencia que, supuestamente, recibimos “LAS” víctima de su parte.
Me parece que la cuarta será imposible de cumplir.
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