08 octubre 2014
1980: el año
que ETA segó 93 vidas
Parece el título de un disco retro, pero la historia
que cuenta está lejos de ser glamurosa ni de haber terminado, por más que haga
cuatro años desde que la banda terrorista no mata. Iñaki Arteta, cineasta
bilbaíno comprometido con las víctimas de ETA –ha estrenado antes otros siete
largometrajes sobre el tema– presenta esta semana en la Seminci «1980», un viaje
al auténtico año de plomo de los «años de plomo». En este conmovedor,
documentado y contundente documental hay voz para ex terroristas convencidos de
su error como Teo Uriarte, para periodistas como Florencio Domínguez, Isabel
Durán y Cayetano González, para catedráticos que vieron la verdadera cara de
las ideas que apoyaban, como Aurelio Arteta, para políticos como Marcelino
Oreja, que fue aquel año ministro de Interior, o Antonio Merino, que lideraba
AP en el País Vasco. Y por supuesto, para hijos, nietos, esposas y amigos de
víctimas, al menos una veintena, que cuentan cómo abatieron a su marido, cómo
se llevaron a su padre de casa ante sus ojos, cómo algún paisano en mitad de
una plaza gritó «¡éste esta vivo!» para que lo remataran, cómo la muerte
irrumpía en un restaurante o en un bar cualquier momento de un año que salió a
un muerto cada cuatro días, y en que hubo en total 200 atentados y 93 víctimas
mortales. También hay voz para testimonios como el del entonces consejero de
Cultura del Gobierno Vasco, Ramón Labayen. Su forma de argumentar es en parte
la de esa sociedad que callaba y miraba a otro lado.
El nacionalismo, en la esencia
Ésa es una de las ideas de fondo
del filme de Arteta, quien atendió a LA RAZÓN : «Hay un clima, y más entonces. Una
sociedad como la vasca, que está perpleja ante lo que está ocurriendo, o
cómplice, incluso con los propios asesinos, y otra sociedad, la española,
preocupada por la tensión de aquellos años, y también muy alejada de las
víctimas. Una parte era comprensiva con el sustrato ideológico de ETA, que
venía del franquismo. Esa actitud ha llegado hasta nuestros días», explica el
director. «No se ha hecho aún un acto de contricción. Aquello no lo hicimos
bien».
Después de tantos documentales,
cuenta Arteta, «poco me puede sorprender. He entrevistado a cientos de víctimas
en estos años. Sólo para las películas, más de 200. Lo que me llama la atención
es la manera de matar que tenía ETA entonces: entraban a un bar, sin más, y
abrían fuego». Tenían una red social de apoyos, de colaboradores, y recibían
chivatazos sobre dónde cenarían los «txakurra» («perro», o sea, los guardias
civiles y policías). Militares y políticos de centro-derecha fueron objetivos
prioritarios no sólo aquel 1980, sino incluso durante los años posteriores:
«Guardia Civil, militante del PP... Era lo mismo: ha habido gente a la que
tenía cierta lógica que se matara. Esta fisura moral que se ha practicado
durante tanto tiempo deja huella: la excesiva protección del derecho de los
presos frente al olvido a que se ha sometido a las víctimas». Entonces,
prosigue, «había una cultura cargada, más que de odio, de crueldad hacia la Policía y todo lo que
viniera de lo español. Estaba en el ambiente». No había «asesinatos», había
«atentados». En las esquelas de la prensa local se leía «fallecido» en vez de
«asesinado». En los funerales, cuentan en el filme familiares de víctimas, los
conocidos no se acercaban a darles el pésame. A los muertos se los enterraba
rápido. «Las víctimas se encontraban que estaban en el lado de los enemigos,
donde no tenían que estar». Se llegaba a asumir, como una verdad, la sensación
de culpa. «Algo habrá hecho».
Lejos de hablar sólo –que no sería
poco– de las víctimas, «1980» ofrece lecturas histórico-sociales interesantes.
Como el papel de Francia en aquellos años –«tenían su santuario nada más cruzar
la frontera. Si hubiesen acabado con eso mucho antes, las cosas habrían sido
muy diferentes», recuerda Arteta– o el papelón de la Iglesia vasca:
«Lamentablemente, y más para los creyentes, no ha tenido un comportamiento
digno ni cristiano con las víctimas. La mayoría se ha situado con el
terrorismo. Lo que ocurría era ‘‘por una buena causa’’. Creo que todavía,
aunque la gente hable menos de esto, hay personas que siguen pensando lo
mismo». El testimonio en el filme del ex obispo de San Sebastián, José María
Setién, es en este sentido clarificador.
En el filme surgen también
reflexiones acerca de la esencia misma del nacionalismo. Arteta habla claro:
«Allá cada uno con su conciencia. El nacionalismo ha sido algo necesario para
la violencia terrorista. Si no hubiera habido ese sustrato de independentismo,
de generar mensajes de opresión, la violencia no hubiera aparecido en nuestro
país. Como todo lo que tiene que ver con nacionalistas, se reduce a tres
premisas y además son falsas. Es una cuestión de conciencia. O crees o no
crees».
Un relato peligroso
Se han estrenado, desde la Transición , medio
centenar de películas sobre ETA. Para Arteta resulta curioso que «el compendio
de lo que se ha hecho en torno a este tema, hasta ayer mismo, hasta mañana,
porque hay otras en camino, da una medida de lo que importa a los autores.
Realmente, las víctimas han interesado muy poco». A él, en cambio, siempre le
han preocupado: «Son un caudal de historias y la parte más sensible, la que más
ha sufrido todo esto. Cada historia de una víctima es una película en sí
misma». Sin embargo, lo normal en el cine español no ha sido acercarse a estos
dramas. Y esboza una advertencia: «Todo eso forma parte de un relato que se va
construyendo. El cine es una parte de eso. Pasa el tiempo y sólo se elaboran
narraciones que tienen que ver con la acción terrorista... Lo que se está
construyendo es un relato un poco peligroso. Si en algún momento estamos en una
lucha cultural contra el terrorismo es ahora, porque los que la han ejercido
están en las televisiones, en las tertulias, en la política... Querían tener el
poder para cambiar la historia». Hacer un filme como «1980», cree, tiene un
«sentido historico y de contrapeso frente a todo lo que pueda defender o dejar
en una posición ambigua frente a los que han hecho tanto daño». Y llama a no
olvidar: «España es lo que es ahora por todo lo que ha sufrido por el
terrorismo». Porque, pese a la tregua, otras cosas no han cambiado: «Los
pueblos en que hemos rodado están llenos de pancartas: en Oñate, en
Mondragón... La exhibición proetarra sigue». Y recuerda: «El objetivo para ellos
es el mismo: ganar».
Opinión:
He tenido el placer y el honor de
colaborar con algunos de los proyectos (luego felices realidades) de Iñaki. Le considero
una persona que a través del cine y la cultura ha estado siempre al lado del
colectivo de víctimas y sus trabajos me han parecido siempre excelentes.
Por eso considero que ha llegado
la hora de presentar una propuesta, a Iñaki o aquien se atreva: ¿para cuando
una película sobre el atentado de Hipercor? Ya presupongo que habrán ciertas trabas
por parte de la empresa (El Corte Inglés) o incluso de ciertas alturas
administrativas... hay mucho todavía pendiente de solución de aquellos
momentos.
Pero hacer algo así sería
reconocer la inmensa muestra de dignidad de la inmensa mayoría de víctimas del
atentado porque esos mismos ciudadanos con pérdidas familiares indescriptibles
serían la mejor demostración de la palabra “dignidad”. Y de paso serviría para
descubrir a aquellos que sin haber visitado jamás ni un hospital, ni una UCI ni
mucho menos un cementerio, llevan años viviendo del dolor ajeno y de explicar
unas secuelas que jamás han sufrido...
Hace uso días, con motivo de la
presentación de la película “Lasa y Zabala” varias víctimas de ese atentado (el
de “Hipercor”) presentamos nuestra opinión de manera pública. Desde ese día he
podido compartir muchos momentos con muchas de ellas y estarían dispuestas a “pasar
ese trago” para poner su granito de arena y seguir colaborando para que nadie
mas sufra lo que ya otros (de verdad) hemos sufrido.
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