lunes, 27 de octubre de 2014

25 octubre 2014 El Pais (opinión)

25 octubre 2014



Alfredo Tamayo Ayestarán, el teólogo de las víctimas de ETA
Pasó de combatir a la dictadura franquista al compromiso antiterrorista





Todos los años, desde hace tres décadas, el teólogo y sacerdote jesuita Alfredo Tamayo Ayesterán venía a Madrid para participar en el congreso de la Asociación de Teólogos Juan XXIII. Era uno de sus directivos y, como los colegas más veteranos y famosos —Casiano Floristán, José María Díez-Alegría, Enrique Miret Magdalena, etcétera—, concitaba el interés de los congresistas más jóvenes. Había construido una obra teológica y filosófica de calado —Nacionalismo, psicoanálisis y humanismo a la luz de Erich Fromm y La muerte en el marxismo: biografía intelectual de Ernst Bloch, entre otros libros—, pero llevaba años empeñado en un combate moral y social que le obligaba a estar muchas veces de actualidad en la batalla política de su tierra, el norte vasco. Ha fallecido este martes a los 90 años en Azpeitia (Gipuzkoa) y la noticia trascendió de la mano del Colectivo de Víctimas del Terrorismo del País Vasco (Covite). No ha sido casualidad. Simboliza hasta qué punto ha destacado el padre Tamayo en la entrega a las víctimas del terrorismo, con las que mantenía una estrecha relación y a las que dedicó muchos de sus escritos, el último, el libro titulado muy expresivamente Siempre a vuestro lado, con prólogo de Maite Pagazaurtundúa, presidenta de la Fundación Victimas del Terrorismo y diputada del Parlamento Europeo.
“En estos años me he sentido como rara avis en el mundo del clero de Gipuzkoa. De su seno no ha salido ni una sola palabra de arrepentimiento y de petición de perdón a las víctimas del terrorismo nacionalista, por su distanciamiento, por su silencio, por su falta de compasión. A la Iglesia vasca le ha faltado compasión con las víctimas”, declaró hace quince años Alfredo Tamayo, entrevistado por EL PAÍS. Pese a todo, nunca dejó de estar presente en el debate teológico, filosófico o eclesiástico, bien publicando libros, pero sobre todo en la prensa especializada, especialmente en El Ciervo y Razón y Fe, donde a veces también bajaba a los debates de actualidad, por ejemplo, afirmando que “los peores enemigos del Papa están en la Iglesia”.
Tamayo Ayesterán nació en San Sebastián en 1924; estudió en la histórica facultad de Oña (Burgos) y completó su formación filosófica y teológica en las universidades de Madrid, Münster (Alemania) e Innsbruck (Austria). Durante muchos años fue profesor de Historia de la Filosofía y Ética en el campus donostiarra de la Universidad de Deusto. Antes había fundado y dirigido la Escuela de Teología de los EUTG (Estudios Universitarios y Técnicos de Guipúzcoa), siempre con los jesuitas. Había ingresado muy joven en esta congregación, con la que evolucionó hacia el compromiso político y social en los últimos años del franquismo. No puede ser considerado, quizás, un teólogo de la liberación, pero sí un rebelde con causa en favor de la libertad y con el mundo del trabajo. Él mismo contó como pasó del compromiso antifranquista al combate antiterrorista y a la denuncia descarnada de la connivencia de muchos de sus correligionarios con el mundo etarra. Me refiero a la Iglesia católica vasca, también a varios de sus obispos. Reconoció Tamayo en un reciente artículo: “Durante los años del franquismo estuve vinculado con la oposición pacífica al régimen, del lado de los trabajadores y obreros. Incluso mandaban espías a mis homilías. Luego, por una inercia no recomendable, en el inicio de la Transición, pasamos demasiado por alto los crímenes de ETA. Un día entré a la catedral del Buen Pastor y me encontré con un cortejo fúnebre que salía del templo. En él, había una mujer joven y enlutada, que caminaba sostenida por el entonces ministro José Barrionuevo. Estaba totalmente destrozada. Aquello me produjo un gran impacto y fui consciente de un gran pecado de omisión”.
Fue entonces cuando abandonó un poco su obra de pensamiento, para escribir con frecuencia artículos de denuncia, muchos de ellos demoledores. Están en el libro Siempre a vuestro lado, de 2009. En esa batalla le acompañó el también jesuita Antonio Beristain, fallecido en 2009 y alma del Instituto Vasco de Criminología. Su campaña, como auténticos abanderados de la memoria, iba a abrir muchos ojos. A otros les iba a llenar de vergüenza o remordimiento por no haber pedido la Iglesia católica perdón a las víctimas del terrorismo.


Opinión:

Una vez leída la información publicada hoy por ABC reitero mi opinión sobre el uso del artículo LAS y en consecuencia sobre el uso incorrecto que se produce en algunos medios al hablar de LAS víctimas del terrorismo.
Que se escriba un titular diciendo “el teólogo de LAS víctimas de ETA” ofrece al lector la oportunidad de creer que LAS víctimas de ETA conocíamos al jesuita vasco Alfredo Ayestarán. No pondré en duda jamás la honorabilidad, la valentía y el buen hacer del que hablan los que le conocieron pero, con toda sinceridad, yo jamás le conocí ni hablé una sola palabra con el señor Ayestarán, motivo por el que para mi, por muy buena persona que fuera (y reitero que no pongo en duda su fortaleza) no representa ningún tipo de abanderado moral. Podrá serlo para las víctimas que tuvieron el placer de conocerle y ellas deberán ser las que opinen al respecto pero, evidentemente, LAS víctimas no le conocimos como para estar o no de acuerdo con ese titular.
Este titular me recuerda a otros del tipo “LAS víctimas se manifiestan contra...” o “LAS víctimas acusan a...” cuando, siendo rigurosos, LAS víctimas jamás hemos sido consultadas a sobre esos temas, como mucho lo habrán sido algunas cercanas a las juntas directivas de ciertas asociaciones.
Sinceramente, me provoca dolor la muerte de alguien de quien, sin concerle, solo escucho parabienes pero no puedo aceptarlo como un “referente moral” para mi porque jamás había oído hablar de el... aunque también se distinguir la diferencia entre el señor Ayestarán y aquel famoso obispo, hoy por suerte ya retirado, llamado Setién.
Por cierto, si desplegó el sacerdocio durante 59 años significa que el 19 de junio de 1987 ya era sacerdote al ocurrir el atentado de Hipercor. Pero no recuerdo haber recibido una sola palabra de ánimo o de consuelo por parte del señor Ayestarán.
Bueno, ni por parte de el ni de ninguno como el... sea dicho con el máximo respeto. Debe ser que, como el viernes 24 decía la eurodiputada de UpyD Maite Pagazaurtundua en una televisión, ETA ha causado mucho dolor en el País Vasco... ¿y a los de fuera... que nos den...?
Pues debe ser eso.

Recuerdo que el diario ABC publicaba el día 24 los siguientes titulares:

Una vida al servicio de la verdad y la justicia de los más desprotegidos

Mas de lo mismo. Sirva la opinión supracitada también para este titular. No había pensado oportuno entrar en el tema pero viendo que no solo ABC (por lo obvio del suceso) sino también El País ha cometido el mismo error, he decidido presentar mi opinión. La cual es compartida por muchas otras víctimas con las que he hablado este fin de semana al respecto, especialmente al recordar que cuando la antigua AVT tuvo la valentía de enfrentarse al entonces Obispo Setién, nadie, absolutamente nadie del clero vasco se dignó contactar con nosotros para darnos consuelo, cobijo, esperanzas o lo que hubieran creído oportuno ofrecer. Na-die.

Repito: No pondré en duda jamás la honorabilidad, la valentía y el buen hacer del que hablan los que le conocieron pero, con toda sinceridad, yo jamás le conocí ni hablé una sola palabra con el señor Ayestarán, motivo por el que para mi, por muy buena persona que fuera (y reitero que no pongo en duda su fortaleza) no representa ningún tipo de abanderado moral. Para mi, mis abanderados morales son todas aquellas víctimas que jamás han utilizado su dolor y su triste experiencia para vivir del dolor, ni del propio ni del ajeno… aquellas víctimas que han sido ejemplo de dignidad y de paciencia, independientemente de cual fuera su creencia religiosa, suponiendo que la tuvieran

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