05 septiembre 2016
¿Quién escribe la
historia? Cinco años después de ETA
Cinco años después
del cese definitivo de ETA, Euskadi afronta el reto de lograr un relato
ecuánime de su pasado reciente
La noche es cálida, y el gentío que llena la calle Ledesma, en el corazón de Bilbao,
no presta atención a las pantallas de televisión, que cuentan en directo la
segunda investidura fallida de Rajoy.
A pocos metros, un Urkullu en
mangas de camisa cubre la imponente fachada de Sabin Etxea, sede central de los
nacionalistas vascos. Instantáneas de un paisaje político normalizado, a pesar
de la excepcionalidad del momento. Como dice un veterano socialista, hoy
Euskadi es el territorio más en calma de Europa. Unas cuantas calles más allá,
sin embargo, una veintena de personas se han reunido en la librería Cámara para
escuchar a una mujer que se emociona cuando habla del coraje de su madre. A
ella se la conoce por el apellido del padre y del hermano, asesinado por ETA: Pagazaurtundua. Maite presenta Lluvia de fango,
una recopilación de artículos escritos entre el 2003 y el 2016. La exdiputada Rosa Díez, que la acompaña,
verbaliza uno de los debates que, como un imperceptible txirimiri, impregna la
aparente tranquilidad vasca: ¿quién está escribiendo el relato de los años de
plomo? La paz no es sólo la ausencia de las pistolas, y la legislatura que
empezará después del 25-S tendrá que culminar los trabajos para un final
ordenado de tanto tiempo de terrorismo. No hay, sin embargo, una unidad de
criterio sobre cómo se tienen que hacer las cosas.
“La única derrota verdadera que ha
sufrido ETA es la militar. Falta la derrota política y social y, como dice Fernando Aramburu, incluso la
literaria”, sentencia la fundadora de UPyD. La tesis es compartida por los
presentes y por el colectivo de víctimas Covite, “pesimistas” con el rumbo de
las políticas encaminadas a reparar a quienes sufrieron la violencia y a sentar
las bases para la convivencia. “No se fomentan las políticas públicas que
acaben con la cultura del odio”, explica un portavoz de la organización. Por
este motivo en su página web han activado un apartado para explicar a la
sociedad quiénes son “los referentes de la izquierda abertzale”. El primero que
aparece es Arnaldo Otegi.
Horas antes de la presentación del
libro de Pagazaurtundua, en San Sebastián el líder de EH Bildu detalla
las conclusiones de su grupo de trabajo, que incluyen reflexiones sobre esta
cuestión. El documento defiende que no hay víctimas de primera y de segunda:
“La no discriminación ni categorización de las víctimas es un argumento
interiorizado” en la sociedad vasca, afirma. Apuesta por elaborar una ley
autonómica de memoria histórica y una “comisión de la verdad” para analizar las
denuncias de todos los que han visto vulnerados sus derechos “por motivaciones
políticas” desde 1937. El objetivo de este planteamiento es hacer emerger a la
superficie las diferentes violencias que se han entrecruzado en Euskadi. Para
sus detractores, se trata de un intento de diluir la responsabilidad de los
terroristas en el magma de un supuesto conflicto de raíz política, en el que
las culpas están repartidas. El informe
Foronda, elaborado por un grupo de expertos de la Universidad del País
Vasco a instancias del Gobierno autonómico, concluyó que ETA ha sido la
responsable directa del 89% de los “asesinatos políticos” cometidos desde 1968
hasta el 2010. Los diferentes grupos vinculados a la extrema derecha y a la guerra
sucia del Estado, del 7% de las víctimas mortales. Esta tensión por el relato
–¿cómo digerimos y catalogamos el pasado?– impide cerrar definitivamente
capítulos dolorosos, con el riesgo de que la sociedad pase página sin que las
heridas hayan cicatrizado.
Julen
Arzuaga, parlamentario
de EH Bildu, asume que es “imposible” construir una narrativa compartida de los
hechos y por eso cree que los esfuerzos se tendrían que centrar en cerrar las
carpetas pendientes. Denuncia, sin embargo, que algunos partidos se resisten a
ello porque “tienen pánico a la causas si se resuelven las consecuencias”.
Afirma el diputado que la presencia de Otegi en la Cámara de Vitoria
–improbable– serviría para “impulsar” la agenda de la paz ya que tiene “la
autoridad y la experiencia” para marcar el rumbo. En el retrovisor de la
izquierda abertzale aparecen los críticos con la línea oficial, minoritarios
pero fuertes en algunas zonas, que alzan la bandera de la amnistía de los
presos. Hay 373 personas entre rejas, según el último informe de Etxerat, el
colectivo de familiares de los reclusos. Florencio Domínguez, periodista y
director del Memorial de Víctimas del Terrorismo, tiene claro que en el libro
final que se escriba tiene que haber una premisa irrenunciable: “La deslegitimación
del terrorismo, para no dejar la puerta abierta a que vuelva”. “Para pasar
página previamente hay que leerla”, avisa.
El Ejecutivo de Urkullu ha
desplegado durante los últimos cuatro años una intensa agenda. El flanco más
polémico han sido los informes publicados, como el que recoge más de 4.000
casos de posibles torturas desde 1960. El Ministerio del Interior también ha
encargado ya sus propios estudios. Algunas experiencias recientes han
demostrado un grado preocupante de desconocimiento entre los jóvenes vascos de
la historia más reciente. Podemos, que puede ocupar un sitio destacado en el
nuevo Parlamento, duda de que este debate acabe siendo “central” en la campaña
del 25-S y reivindica un enfoque “innovador”. Su candidata, Pilar Zabala, es
hermana de un joven miembro de ETA asesinado por los GAL.
Toca levantar acta –¿en singular o
en plural?– de unos hechos que, cinco años después del cese definitivo de ETA,
parecen evaporarse como una lluvia fina. La memoria –las memorias– trabajan a
contrarreloj.
Opinión:
No me repetiré en relación al tema de la historia de lo
ocurrido con la banda terrorista ETA aunque sí debo recordar que estos asesinos
han hecho tanto o más daño fuera del País Vasco, por lo que sería interesante
que se conociera la opinión de quien lo hemos sufrido más allá de sus líneas en
el mapa.
Y a quien habla de categorización de las víctimas habría
que recordarle que, por desgracia, esa clasificación ha sido cierta, muy
cierta, y no por expreso deseo de la víctima anónima. Esa es la clave: a-nó-ni-ma.
Por todo lo demás, un aviso amistoso: que cuenten con la
experiencia y los conocimientos de víctimas ”de verdad”, aquellas que puedan
exponer los relatos en primera persona y, por encima de todo, demostrar escrupulosamente
la realidad de lo que expliquen.
Muchas víctimas estamos hartos de impostores, de inventores
y de aquellos que se han aprovechado asquerosamente del trabajo de los demás en
beneficio propio arrogándose una labor que jamás realizaron.
Pero tranquilos, tiempo al tiempo que todo se irá
conociendo.
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