09 noviembre 2017
Si aterroriza, ¿por
qué no es terrorismo?
¿Cuándo una matanza
es un acto terrorista? ¿Qué diferencia los ataques de Manhattan y Las Vegas?
El FBI pone de ejemplo al matrimonio
Miller. Jerad y Amanda mataron el 8 de junio de 2014 a tres personas en Las
Vegas. Primero entraron en una pizzería donde almorzaban dos agentes de la
policía, Igor Soldo y Alyn Beck. Les tirotearon hasta acabar con su vida. En su
huida, los Miller entraron en un centro comercial Walmart y empezaron a
disparar. El joven Joseph Wilcox trató de parar a Jerad sin darse cuenta de que
iba acompañado de su mujer. Ella le mató. Los Miller eran conocidos en las
redes por sus proclamas antigubernamentales y conspiranoicas. Dejaron una nota
en la pizzería en la que anunciaban el inicio de la "revolución". Era
un mensaje para el entonces presidente Barack Obama, diana de su animadversión.
Para el FBI esto es un ejemplo de “terrorismo nacional”. ¿Se podría aplicar a la matanza en la
iglesia baptista de Sutherland Springs (Texas) del domingo? ¿Qué le diferencia
del ataque con una furgoneta en Manhattan en la fiesta de Halloween?
No hay una definición de terrorismo; hay
muchas —ni siquiera la ONU
ha logrado encontrar la suya en 70 años de historia—. Cada Código Penal tiene
la suya y algunas se parecen. El estadounidense es más parco que el francés,
que a su vez no dista mucho del español. Grosso modo, los analistas consultados coinciden en un
requisito fundamental: la motivación política. "Un tiroteo masivo y un
ataque terrorista son dos cosas muy diferentes", dice John Horgan,
analista estadounidense de la
Universidad de Georgia. "Podríamos pensar que son lo mismo
porque el dolor, trauma y devastación no son diferentes y las víctimas parecen
[elegidas] al azar. Pero un tiroteo masivo sin motivación política no puede ser
terrorismo".
Devin Kelley, el atacante de Sutherland Springs, mató
a 26 personas en su asalto a la única iglesia baptista de la localidad. La
definición de terrorismo del FBI dice que el atacante puede seguir ideologías
de naturaleza "política, social, racial, medioambiental y religiosa".
¿Sería el motivo religioso el que sirvió a Kelley? La investigación ha puesto
algo de luz a la matanza: lo hizo por venganza contra su suegra, que
frecuentaba la iglesia. Fin del debate.
Otra cosa es la brutal masacre cometida por Stephen Paddock
contra los asistentes a un concierto en Las Vegas el pasado 1 de octubre.
Murieron 58 personas. De nuevo las imágenes de terror, de dolor. Un ataque
absolutamente indiscriminado: un hombre de 64 años disparando al azar con su
fusil desde una habitación de hotel. La mayor matanza de estas características
en EE UU. Pero no es, a tenor de las pesquisas, terrorista. El Código Penal
estadounidense dice que un acto de terrorismo nacional debe pretender intimidar
o coaccionar a la población civil, influir en el Gobierno a través del
asesinato, destrucción masiva o secuestro. Pese a la magnitud, la masacre de
Paddock, del que apenas se sabe que jugaba mucho y se armó hasta los dientes,
no encaja en la lista de actos terroristas. "No hay motivación
política", señala Mia M. Bloom, experta canadiense en terrorismo y autora
del ensayo Morir matando: la seducción del terror suicida.
La frontera entre el ataque y el atentado está sin duda en
la intención y motivo y no en el modus operandi. El pasado 21 de agosto, pocos días
después del atentado con una furgoneta en La Rambla de Barcelona, un indiciduo embistió con su vehículo dos
paradas de autobús en la ciudad de Marsella (Francia). Murió una
persona. Pero el autor del atropello tenía problemas psiquiátricos. “No
hay ningún elemento que permita calificar este acto de terrorista”, dijo el
fiscal Xavier Tarabeux. La responsabilidad penal se diluye en caso de un
problema de salud mental.
El Código Penal francés define por un lado "acto de
terrorismo" como aquel que lleva a cabo un individuo o colectivo de forma
intencionada con el objetivo de alterar el orden público a través de
intimidación o terror; por otro, describe el "atentado" como un acto
de violencia que pone en peligro las instituciones de la República o la
integridad territorial. Eso perseguía la célula del Estado Islámico (ISIS, en
sus siglas en inglés) que perpetró los ataques simultáneos en los que fueron
asesinadas 130 personas el 13 de noviembre de 2015 en París. Eso y más:
castigar la colaboración de Francia en la coalición antiyihadista, asesinar a
los infieles, musulmanes entre ellos, que no siguen la ley islámica a
rajatabla...
Más cuestionable parecía la calificación de terrorista de
Yassin Salih, el hombre que decapitó a su jefe y atacó una empresa de gas cerca
de Lyon en junio de 2015. Imitó
el método ISIS, pero declaró tras su detención que no tenía vínculos con el
grupo y que había una disputa profesional. Una postura inusual entre los
asesinos del grupo yihadista. Finalmente le imputaron un delito de asesinato
con fines terroristas, pero se quitó la vida antes de su juicio. Otra rara
avis entre los del
ISIS.
"No hay consenso sobre la definición de
terrorismo", explica el analista norteamericano Max Abrahms, "y no la
habrá nunca por los Gobiernos usan el término para deslegitimar a sus
enemigos". Sobre esto, dos ejemplos recientes: el turco Recep Tayyip
Erdogan y el sirio Bachar el Asad. Ambos han abusado del término
"terrorista" para definir elementos de la oposición. Y si bien esta
práctica no se extiende a democracias asentadas, sí contribuye a descargar paulatinamente
la palabra terrorismo de su significado. Abrahms admite no obstante que entre
académicos hay mayor consenso que entre políticos. "Definimos
terrorismo", señala, "a partir de tres criterios: actos cometidos por
actores no estatales contra objetivos civiles con algún tipo de objetivo
político".
Esta última parte, la motivación política, apunta Abrahms,
es la que no tenía Kelley, el asesino de la iglesia baptista. "Así que el
acto", defiende, "aunque terrorífico, no es terrorismo".
Pero sí lo fue el de Sayfullo Saipov, el uzbeko de 29 años,
autor de la muerte de ocho personas el pasado Halloween en Manhattan. Este
consumidor voraz de propaganda yihadista dejó una nota en su vehículo en la que
decía actuar en nombre del ISIS. Precisamente el reconocimiento y la adhesión
al grupo motivador es rasgo fundamental del acto terrorista.
Mia M. Bloom coincide en que sin motivación política solo
hay "simple violencia". De nuevo, la intención manda
independientemente del escenario. Bloom, pone dos ejemplos muy diferentes: el
asesinato de nueve afroamericanos a manos del supremacista Dylann Roof en junio
de 2015 en una iglesia de Charleston (EEUU) y el ataque perpetrado por el
americano-israelí Baruch Goldstein en
una mezquita de Hebrón (Cisjordania) en febrero de 1994, con un balance de 29
palestinos muertos. El primero, Roof, fue condenado a muerte por crímenes de
odio. El segundo, Goldstein, murió durante el ataque por los golpes de los
supervivientes. Estaba vinculado al movimiento ultranacionalista Kach, a la
postre considerado terrorista, y por esto, aunque de forma tímida en la prensa
de la época, se ha añadido a la lista de ataques terroristas judíos de
envergadura.
Opinión:
Ya iba siendo hora de leer que, aunque parezca increíble,
no existe una definición consensuada sobre lo que es terrorismo. Y es
importante leer que incluso en los que se denominan países adelantados, esa
situación tan surrealista también ocurre. Podríamos hablar de muchos casos en
este país que demostrarían la realidad de la información, casos en los que se
debería aplicar la lectura literal de la legislación pero que, por desgracia, a
menudo se queda en una interpretación personal y muy “sui generis” de lo que en
realidad debería ser aplicado.
Para tener más información solamente hace falta revisar la Ley de Solidaridad con las
Víctimas del Terrorismo 32/1999. Participé en la redacción y presentación de
muchas propuestas que, evidentemente, los eminentes políticos de turno no
aceptaron. Ahora vemos las consecuencias.
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