11 noviembre 2017
Víctimas, ¿todas
iguales o todas diferentes?
Luis Castells Arteche
Catedrático de Historia Contemporánea de la UPV /EHU
Un libro de la Fundación Fernando
Buesa recoge diferentes reflexiones sobre personas que sufrieron el terrorismo
de ETA
Tal es el título de un excelente libro que acaba de
publicar la
Fundación Fernando Buesa recogiendo las ponencias de un
congreso celebrado hace un año. Es la continuación de la meritoria labor que
realiza la Fundación
a la hora de reflexionar sobre nuestro pasado reciente y las consecuencias que
originó la principal lacra que ha padecido nuestra sociedad como ha sido el
terrorismo de ETA.
El libro aborda el tema de las víctimas desde diferentes
perspectivas (jurídicas, psicoló- gicas, históricas, sociológicas…) y el
resultado es un rico y variado mosaico sobre el concepto y situaciones de las
víctimas, muy en especial de las ocasionadas por el terrorismo en España. Son
muchas las ideas, sugerencias y conclusiones que aporta y es imposible en un
artículo de estas características poderlas sintetizar. No obstante, me gustaría
destacar tres aspectos presentes en las diferentes ponencias. En primer lugar
la confusión conceptual y terminológica sobre la idea de víctima, de manera que
el eje central del simposio era preguntarse sobre si son todas iguales o
diferentes. Puede resultar una cuestión perogrullesca, pero en Euskadi el
principio de igualdad de derechos de todas las víctimas se ha vulgarizado en un
«todas las víctimas son iguales», un topos que ha logrado socializarse y que no
hace sino oscurecer y simplificar la naturaleza y la etiología de este
colectivo. Se aplica así un criterio homogeneizador en el que se incluye bajo
tal condición a personas que han sufrido algún daño en condiciones muy
distintas, diluyendo en este confuso magma a las víctimas del terrorismo, y con
ellas a ETA como el mayor causante de la violencia y de la coerción en Euskadi.
Un ejemplo lacerante de esa confusión, conscientemente alentada desde algunos
sectores, fue la comparecencia en la ponencia de Memoria y Convivencia del
Parlamento vasco de Unai González, en condición de víctima, debido al
fallecimiento de su suegra en accidente de tráfico cuando iba a visitarle a la
cárcel donde cumplía una condena de seis años por vinculación a ETA.
Desconocemos las exposiciones de los grupos parlamentarios
ante esa presencia, pero el mensaje público que se proyecta va en la línea de
participar del criterio unificador de las víctimas, a lo que se añade en este
caso la aceptación de una interpretación laxa y equívoca de tal condición.
Frente a esas lecturas, en el libro se expone desde distintos ángulos que las
víctimas son iguales en derechos y en su condición pero diferentes en su
significación, y lo son porque el delito que les convierte en tales es
distinto. Varios autores señalan el componente polí- tico y simbólico de las
víctimas porque se atentaba contra ellas por lo que representaban, pero además,
a través suyo, se mandaba un mensaje intimidatorio a aquella parte de la sociedad
resistente a ETA. Un segundo aspecto reiterado en las ponencias es la lucha
contra el olvido. Un factor común que se genera en las sociedades que han
sufrido una violencia intensa es el mecanismo de no rememorar lo ocurrido y a
esta tendencia no escapa la comunidad vasca. Es un olvido que puede
manifestarse de diversas formas como omitir lo sucedido, pero también tiene
otras estrategias más sutiles. Una es abordar el pasado de forma especialmente
confusa, opaca, eludiendo las responsabilidades de cada cual, sin ahondar en
las partes que puedan resultar más ingratas o inconvenientes para lo que
algunos entienden que es el fin preferente de una etapa posviolenta, llámese
reconciliación o encuentro de la sociedad. Un ejemplo es la reciente
conmemoración del asesinato del ertzaina Agirre a manos de ETA cuando
custodiaba el Guggenheim. Pues bien, en los parlamentos de las tres personas
que en representación de las instituciones participaron en ese acto (el alcalde
de Bilbao, el presidente de la
Diputación de Bizkaia y el director del museo), ninguna
mención a ETA, ninguna referencia a quién le asesinó, infiriéndose que al
parecer no es relevante señalar el motivo o el responsable del crimen.
Proyectando a otros casos tal forma de razonar es como si abordáramos la Segunda Guerra
Mundial solo relacionando los millones de muertos, sin tratar quiénes
provocaron la contienda, la ideología que sustentaban, en suma, sin entender
nada.
El tercer aspecto que aparece es el papel activo de las
víctimas del terrorismo, figura incómoda en tanto que recuerdo vivo de un
pasado dramático, una suerte de espejo en el que lo que se proyecta puede
resultar ingrato para parte de la sociedad. Por eso se ha tardado tanto en la
política española y vasca en atender a la figura de las víctimas, no
reconocidas institucionalmente hasta casi los años 90. Ahora bien, hay otra
forma de marginación de las víctimas, o al menos de una parte, que es la
actitud de la
Administración de contar con las que sean más conformes o
indulgentes con las políticas oficiales, en tanto que se margina a las más
díscolas con ese discurso memorial. Partiendo de que todas son dignas de
justicia y reparación, el repaso de la relación de víctimas propuestas para que
den su testimonio en la
Comisión de Memoria y Convivencia y la llamativa ausencia de
algunas, resulta esclarecedor.
Estos son, pues, unos trazos muy superficiales de un libro
rico en contenidos, de lectura conveniente para el público en general y
obligada para aquellos que desde las instituciones están abordando este
delicado tema, substantivo para entender nuestro pasado reciente.
Opinión:
Con toda sinceridad, cuando me llegan noticias de
que alguien se ha dedicado a escribir sobre “las” víctimas del terrorismo
empiezo a temblar porque, para empezar,es muy posible que se cometan los mismos
errores de siempre:
1.- es casi seguro que se hablará solamente de
víctimas del banda terrorista ETA
2.- es casi seguro que se hablará se víctimas de la
banda terrorista ETA localizadas en el País Vasco
3.- es casi seguro que se hablará de las
experiencias de víctimas que pertenezcan a alguna asociación concreta o a
algunas siglas ideológicas concretas.
No dudo que exista el interés en conocer situaciones
y casos muy paradigmáticos pero no parece que importen las víctimas más allá de
ciertas zonas geográficas. Antes de escribir esta opinión me he revisado unos
pocos datos: en lo que llevamos de año he hablado con mas de 300 víctimas de
ETA DIFERENTES y ninguna, ni una sola, me ha comentado que alguien la hubiera
llamado para conocer su estado. He hablado con mas de 50 víctimas del
terrorismo yihadista y ninguna me ha dicho que alguien se haya preocupado de
saber cómo está... y no me extraña porque hay víctimas ingresadas en un
hospital en agosto pasado que llevan esperando una llamada telefónica de alguna
administración, fundación o asociación desde mediados de agosto...
Por ello, aunque está muy bien que nos expliquen
cositas a nivel estadístico o a nivel numérico, personalmente no conozco un
solo libro que explique las realidades en cuanto a abandono, desidia, desamparo
o trabas recibidas desde las administraciones o desde la propia
judicatura. Es correcto que se hable de las víctimas díscolas o de las que
molestan a ciertos poderes pero sería mejor hacerlo con nombres, apellidos,
sentencias, documentación y relatos verídicos y comprobables... nada que ver
con los que algunos cuentan aprovechándose del dolor ajeno, del
dolor que hemos sufrido por los demás.
Espero resolver muy pronto esta DESinformación. De
momento, en las próximas 48 horas tendré el placer de verme con seis víctimas
del atentado en Hipercor… todos estos especialistas ¿invierten su tiempo en
hacer lo mismo o solo hacen un “copia y pega” de informaciones de prensa para hablar
de las vidas rotas por el terrorismo?
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