30 noviembre
2019
"Se piensa que
la asistencia a las víctimas es ejemplar, pero queda todavía mucho por
hacer"
Robert Manrique (Barcelona, 1962) era carnicero, y había
cambiado su turno en la fatídica tarde del atentado de ETA en Hipercor en junio
de 1987. Su mujer y sus dos hijos iban a ir a visitarle a su puesto de trabajo,
pero “a Dios gracias el pequeño tenía fiebre, y se quedó con su hermano en casa
de mi suegra”. Su mujer se topó con el atentado poco después de la explosión.
Tres décadas después, a Robert Manrique le quedan secuelas, pero ya es abuelo,
además de un hombre comprometido en la defensa de los derechos de todas las
víctimas y trabaja como asesor en la
Unidad de Atención y Valoración a Afectados por Terrorismo
(UAVAT), con sede en Barcelona. “A veces cuando hablamos de terrorismo, lo
centramos todo en ETA. Pero es que en Catalunya han actuado hasta 30 bandas
terroristas”, comenta.
¿Cuáles son sus
funciones en la UAVAT ?
-La labor es la que llevo haciendo hace 30 años. Primero en
asociaciones, luego ya por libre, ahora desde la Unidad. Se trata de
intentar ayudar al máximo posible al mayor número posible de víctimas. Desde la
tarea de localización, porque hay muchísimas a las que hay que buscar, hasta
todo el seguimiento administrativo, jurídico, psicológico, o económico, una
asistencia integral. Desde el momento del atentado una persona entra en una
vorágine de temáticas que desconoce. La inmensa mayoría de gente no tiene
conocimiento de lo que tiene que hacer.
¿Todavía hay víctimas
que no se han localizado?
-La Unidad
está muy centrada en los atentados islamistas de agosto de 2017. De hecho se
creó a raíz de que se perpetraran, pero tengo un listado pendiente de que el
Ministerio del Interior algún día se despierte y haga su trabajo de localizar a
280 víctimas en Catalunya. En 2014 llevé este listado al Ministerio, con
víctimas que no sabemos si por su cuenta han ido al Ministerio, pero que en las
asociaciones no los conocíamos, y el Ministerio me contestó textualmente que
quien quisiera algo que viniera a verlos. A esto hay que añadir las víctimas
que están apareciendo tras los atentados de agosto de 2017. Partiendo de la
base del auto de procesamiento, hay 29 heridos físicos en Alcanar, 126 en las
Ramblas, 3 por el atentado a Pau Pérez, y 12 en Cambrils. Y lo que es triste es
encontrarles, y que te digan que nadie les ha informado de nada. Sin olvidar a
todos los testigos presenciales que desarrollan algún tipo de secuela
psicológica, que llega a ser incapacitante en lo laboral o personal. En la Unidad ahora mismo
atendemos a 214 víctimas.
¿Cómo puede ser que
en un tema tan sensible, con dos gobiernos diferentes desde 2017, el Estado
falle aún en su atención?
-Pero los trabajadores y la gente de la oficina son los
mismos. Nos pensamos que la asistencia a las víctimas es ejemplar. Hombre,
claro que hay cosas que han mejorado, pero queda mucho todavía por hacer. Te
podría enumerar un lista de heridos físicos de aquellos atentados a los que les
hemos encontrado, y la primera vez que han visto su nombre en un listado ha
sido cuando les hemos enseñado el auto de procesamiento, donde estamos
personados.
¿No se consideran a
sí mismo víctimas porque fueron heridos leves?
-Los hubo incluso graves, que estuvieron hospitalizados,
pero no saben sus derechos. Parece que todo el mundo conoce la normativa, pero
hay mucha gente que la desconoce, inclusive muchas extranjeras. El miércoles
estuve hablando con un matrimonio que su hija de 6 años estaba en Ramblas en la
lista de heridos físicos, y el Ministerio del Interior les ha desestimado el
reconocimiento como víctimas. El listado de la Audiencia Nacional ,
que sí que lo tenemos, no es el mismo que el del Ministerio del Interior, que
no sabemos cuál es. ¿Por qué en uno salen 170 víctimas y en el otro 137? ¿Por
qué hay tanta diferencia?
Parece mentira.
-Y a eso añádele que el atentado de Alcanar no lo quieren
reconocer como atentado, sino como explosión fortuita. Esta es la labor que
estamos haciendo nosotros, porque desgraciadamente no la está haciendo nadie.
Es triste tener que crear una Unidad para hacer lo que la Administración
tendría que hacer. El Ministerio del Interior nos dice que pusieron una oficina
de Atención a las Víctimas en Barcelona, pero el atentado fue el 17 de agosto,
y la pusieron del 22 al 29 de agosto. Javi Martínez, el padre de Xavi, un niño
muerto en el atentado de las Ramblas, me contaba cómo en mitad del tanatorio
dos personas preguntaron por él y su mujer, con papeles para tramitarle la
indemnización del Estado. ¿No se podían esperar unos días? ¿Eses es el trato
que merece un padre que le han asesinado a su hijo de 3 años?
Una falta de empatía
incomprensible.
-Te agradezco que uses esa palabra, porque casi nadie la
usa. Y es lo que hay que tener con la víctima del terrorismo o del delito en
general. Pero no puedes tratar a una víctima de un atentado de esa manera en el
tanatorio. ¿Tú te crees que ese padre en ese momento está pensando si su hijo
está valorado en tanto o en cuánto? Ponle un psicólogo, alguien que le atienda.
Y luego están los heridos. Que te venga un chaval que trabajaba en un kiosco de
las Ramblas, que estuvo en el hospital ingresado y que no supiese que su nombre
estaba en el listado de víctimas heridas físicas, y te diga que no tenía ni
idea que su nombre estaba ahí. No es tan difícil de encontrarlo, que trabaja
allí. Llegas a la conclusión de que no quieren encontrar a la gente porque da
trabajo, es una responsabilidad y es un gasto. Hay mucho que mejorar todavía.
¿Abrirse a otras
víctimas fue parte de un proceso de evolución?
-Tuve el enorme honor de pertenecer a la antigua Asociación
de Víctimas del Terrorismo. Nada que ver con la de ahora ni con lo que pulula
por ahí. Me di cuenta de que había muchos errores en el juicio de Hipercor, en
1989, con solo otra víctima asistente en un rincón. Cuando la sala quedó vacía
después del primer día, vi a un señor llorando y me acerqué. Era Álvaro
Cabredizo. En el atentado le mataron a su mujer y a sus hijas. Se había
enterado del juicio por una amiga que trabajaba en un juzgado. En cambio, la
única víctima citada a declarar, según la sentencia, había curado sus lesiones
a los dos días sin secuelas.
Todo esto lo achaca a
la indolencia de la
Administración.
-Evidentemente. Hablamos de un atentado con 21 muertos y de
45 heridos, de los cuales 14 estuvimos en riesgo de muerte. Eso cambió en 2003,
cuando tuvimos el segundo juicio contra Caride y Arrospide que ya estaban
detenidos, los extraditaron, y claro, yo ya había aprendido mucho en esos años.
Entonces me llevé 20 víctimas del atentado. Cuando la sala las vio declarando,
cómo cambió la cosa. Así que en 1989 me quedó aquella sensación de injusticia.
No fue un juicio serio. ¿Dónde estaban las víctimas para declarar? Pregúntale a
una viuda que se ha quedado con dos huérfanos de 5 y 7 añitos cómo había sido
su vida en esos dos años y medio, y qué necesita. Claro, si esa viuda hubiese
explicado esto, se hubiese demostrado que el Estado en aquel momento no había
hecho nada con aquellas víctimas. ¿Solución? Pues que no vinieran. Es mi
conclusión. Qué duro, ¿no?
¿Está cansado de que
le formulemos las mismas preguntas? ¿Hay alguna cuestión que le cause especial
dolor?
-Entiendo que cuando se habla de un delito, lo importante
es que expliques qué ha ocurrido. Hay víctimas que les duele tener que
recordar, a mí personalmente no. Quizá porque estoy vivo. Si me hubieran matado
a un familiar, a lo mejor no estaría tan predispuesto a explicarlo. Pero cuando
te lo planteas a nivel colectivo, y has hablado con infinidad de víctimas del
11-M y ves que sus problemas en 2004 eran como los míos en 1987, como los de
las víctimas de la extrema derecha en 1977, como los de una viuda del Grapo de
1981, concluyes que esto hay que explicarlo. La gente tiene que entender que la
infinita mayoría de víctimas lo que pedimos es un reconocimiento al saber
estar, a la paciencia, a la dignidad, a la bondad..., la infinita mayoría de
víctimas hemos aprendido a vivir con lo que nos ha pasado, no hemos hecho
partidismo de lo que nos ha pasado, y tampoco nos hemos dedicado a vivir sin
trabajar de lo que ha ocurrido. Así que nos quiten de ese saco donde
desgraciadamente algunas de las víctimas están jugando constantemente. Tendría
que haber un reconocimiento colectivo de la mayoría de víctimas que nos hemos
lamido las heridas y no hemos aprovechado a encabronar el ambiente.
¿Pesa mucho ser
referido y presentado como víctima en Hipercor?
-¿Sabes lo que ocurre? Que yo estoy hablando ahora aquí
contigo pero sé que estoy diciendo lo mismo que piensa Enric, Nuri, Amparo,
Mari Carmen... y así te digo cien personas.
Según la psicóloga
Sara Bosch, dada la dimensión de la explosión en Hipercor, la carga de memoria
sensorial es muy potente. ¿A usted aún le vienen flashes, sueña con ello?
-Constantemente. Conozco a Sara desde el año 91, y siempre
me ha dicho que la labor que yo hago es mi terapia. Y le doy la razón. Yo ahora
mismo me estoy desahogando, haciendo terapia, hablando en nombre de gente que
le tengo un respeto inmenso y también de la gente a la que no respeto porque no
me representa. Esconderse tras un atentado es muy entendible o respetable,
hasta que un día se sale, y ya es tarde desde un punto de vista burocrático. El
Ministerio te da un año. ¿Si apareces a los 14 meses ya no tienes derecho a ser
reconocido?
En este tiempo post
ETA, ¿estamos combinando bien la memoria debida y la necesidad de seguir
adelante?
-El 98% de víctimas con las que he hablado, no solo de ETA,
de cualquier atentado, en algún momento han deseado que su atentado fuese el
último o han apostado por hacer lo que sea, con tal de que no haya más. Eso es
lo que la mayoría de víctimas hemos dicho en algún momento: que se acabe, que
nadie más pase por lo mismo. ¿Hay que hacer cosas que a lo mejor personalmente
no te gustan? Pero entiendes que son un paso para evitar más sufrimiento.
¿La desaparición de
ETA les redignifica como víctimas, o les difumina en un pasado que irá quedando
atrás?
-Contesto con una pregunta: ¿cuántas víctimas nos hemos tomado
la justicia por nuestra mano?
Lo pregunto por si
tal vez pueden darse sentimientos mezclados de alegría y melancolía.
-Si la melancolía se entiende como un hostia,
¿tanto sentimiento para nada? Porque
ETA no ha conseguido nada matando a tanta gente, por mucho que algunos digan
que sí. Para la inmensa mayoría de víctimas es una sensación de se acabó,
seguiré siendo viuda, seguiré siendo huérfano, seguiré con mi hígado hecho un
cristo, qué sé yo, mil cosas. Pero no habrá más víctimas. Por eso, cuando hay
un atentado que ya no es de ETA a mucha gente nos duele, porque sabemos el
sufrimiento que esas víctimas nuevas van a tener. Intenté trabajar durante años
para que no estuviesen tan abandonadas, y veo que va a ser lo mismo, como en
los setenta o en los ochenta. Del atentado a la revista El
Papus, 42 años después quedan 12 heridos por localizar todavía. No
puede ser que yo encontrase a una víctima de Hipercor de puñetera casualidad,
en una conferencia en 2015 a
través de Psicólogos sin Fronteras.
Dentro del catálogo
de horrores y de los diversos terrorismos, hay casos como el de Mikel Zabalza.
-Lo único que veo diferente es que yo soy víctima de una
banda terrorista, ETA, y en cambio, Idoia Zabalza, participante conmigo en el
diálogo organizado por el Foro en el Parlamento, ha sido víctima de algo que
ningún juez declarará que eso fuese terrorismo, con lo cual ya el nivel de
reconocimiento puede variar, desgraciadamente, pero ha sido víctima de
vulneración de derechos humanos. Ni más ni menos. La familia Zabalza tiene una
víctima mortal, tiene unos derechos, y quiere saber.
Y esa vulneración
padecida es común a todos ustedes.
-Evidentemente. ¿Vamos a comparar el dolor porque depende
quién te ha matado? No, no se puede. Yo por suerte no tengo ningún muerto, pero
hay víctimas que han puesto cara, ojos y nombre a quien se lo hizo y otras no.
Eso de cara a superar el duelo y a recomponer su vida sería de una gran ayuda.
Tuvo hace 7 años un
encuentro con Caride, uno de los autores del atentado que usted sufrió y que se
llevó 21 vidas. ¿Encontró en su arrepentimiento un poco de reparación?
-Yo sí, por lo menos uno se arrepiente de lo que hizo.
Desgraciadamente hay tres que no. A mí me llamó Paul Ríos en 2011, y me planteó
que el entorno de Caride le pidió preguntarme si me molestaría recibir una
carta. Pensé que si llevaba años reclamando respuestas, qué mejor que esta para
darlas. La carta era una invitación a vernos, la recibí en mayo y hasta agosto
no hablé con mis hijos y con mi mujer para ver si aceptaba o no. La clave es
que la carta me llegó antes del cese de la actividad terrorista de ETA. Si me
hubiera llegado después habría dicho que no, porque me hubiera quedado la
sensación de que cada uno buscaba como sea irse por patas. Él lo hizo antes, y
bajo un concepto de reparación que acepté. Porque la ley permite que el
delincuente intente reparar el daño causado. Queda mi responsabilidad de si lo
acepto o no. Y dije que sí. Me di cuenta que en ese encuentro tendría la
oportunidad de hacerle una serie de preguntas que no eran mías a este
individuo. Yo tenía mi pregunta, pero había preguntas de otras víctimas que
habíamos compartido en distintos momentos, conversando incluso en bodas o en el
fútbol, y siempre salía el tema. Al fin y al cabo todos nos planteábamos lo mismo:
por qué, por qué Hipercor, qué han conseguido con esto... Lo que no hice con
Caride fue darle la mano. No podía dar la mano al terrorista y la semana
siguiente encontrarme con una víctima y darle esa misma mano.
“La inmensa mayoría de víctimas hemos aprendido a vivir con
lo que nos ha pasado, y no hemos hecho partidismo”
“Es evidente que ETA no ha conseguido nada matando a tanta
gente, por mucho que algunos digan que sí”
“Cuando se producen atentados después de ETA nos duele el
sufrimiento de las nuevas víctimas”
“¿Vamos a comparar el dolor de una víctima dependiendo de
quién ha matado? No se puede hacer eso”
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