sábado, 5 de junio de 2021

04 junio 2021 (3) Diario Vasco (opinión)

04 junio 2021 


 

«El BVE la mató a golpes con un bate de béisbol»

María José Bravo. El Ayuntamiento de Donostia descubrirá mañana una placa en memoria de la joven de 16 años asesinada por la extrema derecha el 7 de mayo de 1980

Zuriñe Bravo era un bebé de apenas seis meses cuando el Batallón Vasco Español asesinó en San Sebastián a su tía, la joven donostiarra de 16 años María José Bravo del Valle. «Un comando del grupo ultraderechista la señaló como etarra. Le pegaron una paliza a su novio. Y a ella la secuestraron, la violaron y la golpearon con un bate de béisbol hasta la muerte en un camino que va de Loiola a Zorroaga», resume. Su memoria de lo que sucedió aquel 7 de mayo de 1980 la ha construido con los recuerdos que ha ido sonsacando, casi con cuentagotas, a su aita, el hermano mayor de María José, y a otros miembros de la familia. «A mi aita se le cambia el gesto cada vez que sale el tema, así que lo sacamos lo menos posible», reconoce Zuriñe Bravo. Nunca olvidará el día que le preguntó a su padre a ver quién era la chica de la foto que había en el salón. «Me dijo que era su hermana y quise saber dónde estaba. Su respuesta fue: «La mataron». «¿Pero quién?», insistía yo. «La mataron», me repitió con enfado. Y ahí acabó el tema».

«Si es que solo tenía 16 años... No tenía nada que ver con ETA. Y como ella un montón de chavales de 19 años de la época. Por estar donde no debían estar... Y están todos en el olvido», se lamenta.

Mañana, sábado, 41 años después del asesinato, el Ayuntamiento de San Sebastián rendirá un homenaje a María José Bravo con la colocación de una placa en la plaza Latsari del barrio de Loiola, junto al portal de la casa donde vivía con sus aitas y sus dos hermanos, Alfonso y Rosa María. Será la primera placa que el consistorio dedica a una víctima de la extrema derecha y con ella son doce las que ha colocado en la ciudad para dar visibilidad en el espacio público a las víctimas del terrorismo y la violencia de motivación política.

A las 19.30 de aquel 7 de mayo, un joven muy malherido ingresó en la entonces Residencia Nuestra Señora de Aránzazu en Donostia, a donde había llegado auxilia-do y acompañado en un coche por un monja de Zorroaga. Presentaba hundimiento craneal con fractura del hueso temporal, herida inciso-contusa en la frente, hematoma consecuente en un ojo y raspaduras en espalda y extremidades. Tan solo recordaba que había oído gritar a su novia, pero no sabía dónde estaba ni qué había ocurrido. Aquel joven se llamaba Javier Rueda y era el novio de María José Bravo. Todos los días recorrían juntos el camino que va desde su barrio Loiola por la zona de la Misericordia hasta la clínica Asepeyo, donde le curaban las quemaduras de la mano derecha que se había quemado en el trabajo.

No fue hasta el día siguiente por la tarde, más de 20 horas después, cuando, en una ladera del camino, a unos 200 metros del lugar donde fue recogido Javier, inspectores de la Brigada Judicial localizaron el cadáver de María José, desnudo de cintura para abajo, con brutales heridas en la parte posterior de la cabeza y arañazos en tronco, muslos y extremidades. La autopsia certificó que había sido violada, y después, asesinada con golpes reiterados en la cabeza. Su caso nunca se investigó ni se detuvo a nadie, pero se cree que fue asesinada en otro lugar y arrojada, posteriormente, por el terraplén, ya que en el lugar no se hallaron restos de sangre ni otros indicios. El BVE reivindicó el asesinato.

«Las ropas que llevaba se llevaron al Gobierno Civil en el barrio de Amara, y desaparecieron. Cuando fueron mi padre y mi aitona a ver qué pasaba con la investigación, nadie sabía nada. No estaba ni la manta en la que la habían trasladado. No había nada, ni se hizo nada. Mi padre sí que recuerda que había mucho revuelo en el cuartel de Loiola», relata Zuriñe Bravo mientras recuerda que el novio de su tía falleció ocho años después por las secuelas del brutal ataque.

«Ni una condolencia»

Agradece el reconocimiento que le rendirá mañana el Ayuntamiento «ya que entonces no se hizo nada, ni una condolencia ni un palabra de un representante político. No fue nadie a decirles nada, nadie les llamó». Zuriñe explica que muchos años después, cuando Patxi López fue lehendakari, sumadre intentó mover el tema y estuvieron varias veces con Maixabel Lasa para ver si conseguían el reconocimiento como víctima. «Finalmente, el Gobierno Vasco la reconoció, pero el Gobierno central no ha admitido el caso de María José», explica convencida de que hay que seguir reclamando. «Nohay que dejarlo en el olvido», cita.

María José Bravo estudiaba Administrativo en el colegio Nazaret. «Como a su ama le gustaba mucho coser y se entrenaba haciendo trajes a las muñecas». Algunas amigas de su tía le contaron en un homenaje a las víctimas en el Kursaal «lo contenta» que estaba su tía «porque la habían elegido paraser mi madrina en mi bautizo. Con mucha emoción me explicaron que estaba muy ilusionada y que no hacía más que decirles todo lo que iba a hacer conmigo cuando fuera un poco mayor y cómo me iba a cuidar».

Opinión:

Vaya por delante la admiración por los deseos de saberla verdad que presenta Zuriñe. Y en relación a lo ocurrido, recordar que hablamos de 1980 y ya unos años antes la extrema derecha había perpetrado numerosos atentados en diferentes lugares.

Por experiencia propia conozco las dificultades que presenta el investigar un atentado de la extrema derecha y no digamos que las víctimas sean reconocidas como víctimas del terrorismo. En mi etapa como delegado en Catalunya de la antigua AVT conseguimos que el atentado contra la revista “El Papus” de octubre de 1977 fuera finalmente reconocido como tal y los afectados lo fueran como víctimas del terrorismo.

Otro tema sería la asistencia que hayan recibido por parte del Estado. Recuerdo cuando en marzo de 2014 me presenté en el Ministerio de Interior para solicitar ayuda en la localización de casi 280 víctimas de atentados en Catalunya (incluyendo los de la extrema derecha de las décadas de los años 60 y 70) y la respuesta fue: “Quien quiera algo que venga a vernos”. Sí, esa fue la triste y asquerosa respuesta del Ministerio de Interior. Concretamente de la Dirección General de “Apoyo” a Víctimas del Terrorismo.

Mientras tanto, tiempo después pudimos conseguir que en la Plaça Castilla de Barcelona, una placa recordara lo ocurrido en la sede de la revista “El Papus”.

Y luego nos vendrán los de siempre con aquello de que las víctimas merecen recuerdo, memoria y respeto…

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