31 mayo 2021 (29.05.21)
«Lo único positivo de este juicio es que por primera vez se ha reconocido que las víctimas hemos sido desatendidas, que nos han tratado sin ningún tipo de protocolo ni seguimiento».
Como explica Miguel López, uno de los muchos testigos que vivieron el horror del 17-A desde primera línea, y como la sentencia conocida este jueves destaca, los afectados por la masacre yihadista lamentan haber sido los grandes olvidados en este proceso.
Él, que va en silla de ruedas desde hace tiempo, paseaba por la Rambla con su hija cuando se vio sorprendido por el furgón conducido por los terroristas y fue reconocido como víctima por los hematomas sufridos después de que le cayera literalmente encima uno de los arrollados por el vehículo.
Miguel decidió no seguir el juicio porque tras las primeras sesiones empezó a sufrir ansiedad. «Yo y otros afectados hemos sentido desasosiego, rabia e impotencia y hemos confirmado el abandono por parte de las administraciones que sufrimos desde el primer momento», denuncia en conversación con ABC. Su queja, compartida por muchos testigos presenciales de las masacres de Barcelona y Cambrils, se basa en que tras el atentado se echó en falta una mejor atención psicológica, que él se acabó costeando por su cuenta, y en que apenas se dio información a los afectados sobre qué trámites debían seguir para ser reconocidos como víctima.
Su hija, además, no tuvo la misma suerte que él ya que «solo» sufrió secuelas psicológicas y no está considerada víctima. «Es una verdadera injusticia. Ella corrió conmigo para huir, ella lloró conmigo al llegar a casa», recuerda emocionado Miguel, que ahora analizará, sentencia en mano, si luchar para que su hija sea reconocida.
«Casi nos atropellan»
En una situación similar está Carme Dolz. Su marido, Rafael, sí fue considerado víctima por los psicólogos forenses pero no ella ni sus dos hijas, aunque los cuatro estaban juntos en Cambrils esa madrugada fatídica. Veraneaban en Salou y fueron a cenar allí y volvían por el paseo marítimo al apartamento y confiesa que siempre se arrepentirá de no haber cogido antes el bus de vuelta a casa.
«Vi un coche que corría mucho. Pensé que eran jóvenes de marcha pero de repente vimos a la policía con la sirena, como el vehículo giró a toda velocidad y como casi nos atropellan», cuenta todavía aterrorizada. Su familia acabó pasando la noche, hasta la siete de la madrugada, en el apartamento de una mujer desconocida, que desde el balcón les invitó a refugiarse en su piso cuando huían, todavía sin saber de qué, de la «zona cero».
«Tuvimos la gran suerte de que no vimos sangre, heridos ni muertos, solo el coche con los yihadistas, pero cuesta mucho asimilar que nos podían haber hecho daño a nosotros», comenta, recordando aún que frenó a sus dos hijas de cruzar cuando vio el vehículo a toda velocidad. Ellas lo sufrieron especialmente: Sílvia, que entonces tenía 18 años y que padece un trastorno del espectro autista (TEA) y Natàlia, de 11 en ese momento y con sensibilidad auditiva, todavía lo arrastran.
«Nos hemos tenido que obligar a vivir, a volver a hacer todo lo que hacíamos antes. No es para nada fácil», revela a ABC. Ella cree que quizás por el hecho de haberse esforzado por recuperar la normalidad y volver a la calle y a sus rutinas los psicólogos forenses consideraron que ellas habían superado el trauma por los atentados. Al shock de haber vivido en primera línea el suceso de Cambrils se le suma la mala atención recibida por parte de las administraciones, algo en lo que coinciden buena parte de las víctimas.
De hecho, como otros testigos presenciales, la familia no supo hasta meses después del atentado que podía ser considerada afectada por el terrorismo, algo por lo que la Unidad de Atención y Valoración a Afectados por Terrorismo (UAVAT) ha estado ayudando desde principios de 2018 a decenas víctimas. «En nuestro caso nos enteramos de ello cuando quedaban dos meses para poder presentar los papeles y la atención fue indignante», explica.
A modo de ejemplo, Carme no entiende cómo una persona que ha visto el terror tan cerca tiene que estar haciendo trámites burocráticos junto a ciudadanos que renuevan su pasaporte. O como alguien que todavía tiene presente el shock por los atentados tiene que vivir interrogatorios «que parecían un tercer grado». Sus hijas, comenta, todavía se sobresaltan al oír un ruido inesperado o han llegado a huir de los probadores de una tienda al sonar una simple alarma.
A pesar de ello, a Carme todavía le quedan fuerzas y estudiará si le merece la pena intentar ser reconocida como víctima junto a sus hijas. «No tiene sentido que un psicólogo decidiera que mi marido lo es y que nosotras no. También nos ha cambiado la vida. Y no es cuestión de una indemnización porque no existe una suficiente para compensar el sufrimiento vivido», sentencia.
Opinion:
Agradecer tanto a Carme como al resto de victimas de los atentados en Catalunya de agosto de 2017 la enorme colaboracion al ofrecerse a comentar con diversos medios de comunicacion sus vivencias personales.
Y recordar que la sentencia aporta la confirmacion a lo que tantas han comentado: el desconcierto y abandono vivido hasta que la UAVAT aparece en su camino para asesorarles y asistirles en todo lo necesario.
Asi se ha constatado, por ejemplo, en la reunion mantenida este domingo por la manana.
No hay comentarios:
Publicar un comentario