07 junio 2021
Los diálogos para regresar de las tinieblas
Diez años. Los primeros encuentros restaurativos entre víctimas de ETA y presos disidentes de la banda se hicieron en mayo de 2011. Duraron algo más de un año y participó una treintena de personas
Se cumplen diez años de los dos primeros encuentros restaurativos entre víctimas de ETA y presos disidentes de la banda terrorista. Tuvieron lugar el 25 y 26 de mayo de 2011. Tras ellos llegaron otros doce cara a cara realizados de manera oficial con los permisos de la Administración penitenciaria del entonces Gobierno socialista. Media docena más se activaron de manera extraoficial. La experiencia tiene su origen en la denominada vía Nanclares que llevó a la cárcel del mismo nombre a internos disidentes de ETA que habían rechazado públicamente la violencia y se habían desligado del colectivo, reconociendo el daño causado a las víctimas.
Todo empezó cuando estos reclusos trasladaron su deseo de acercarse al mundo de las víctimas y los responsables de Instituciones Penitenciarias no vieron mal que se activara la experiencia.
«De no haber existido y no haber sido expresada esta voluntad de acercamiento por parte de los presos disidentes de ETA, jamás se habrían producido los encuentros», rememora Txema Urkijo, exadjunto a la Dirección de Víctimas del Gobierno Vasco y una de las personas que estuvo en primera línea en la gestación de estos diálogos. En 2012 llegó el cambio de Gobierno «y sin decir nunca ‘no seguís’, el PP nos fue cerrando puertas y entendimos que era un no. No fue un no explícito, pero se torpedearon los encuentros y quedaron varios abiertos», explica la doctora en Derecho Penal Esther Pascual, a quien Urkijo embarcó para ser la coordinadora de la experiencia. Los encuentros duraron poco más de un año y hoy, una década después, algunos de los mediadores y víctimas que participaron están convencidos de que «se van a poder reactivar». Esperan que suceda a la vista de que el actual Gobierno de Pedro Sánchez y la secretaría general de Instituciones Penitenciarias están «muy en sintonía» con la justicia restaurativa.
La preparación de estos diálogos, con los que se buscaba poder regresar de las tinieblas provocadas por el horror de la violencia terrorista, comenzó en enero de 2011, pero fue unos pocos meses y muchas reuniones preparativas después cuando, justamente el 25 y el 26 de mayo de hace diez años, llegó el momento del estreno. El primero de todos se produjo entre Iñaki García Arrizabalaga, hijo de García Cordero, asesinado el 23 de octubre de 1980 en San Sebastián, y el exetarra Fernando de Luis Astarloa, que no había participado en ese atentado. El segundo lo protagonizaron Maixabel Lasa y Luis Carrasco Aseginolaza, el asesino de su marido, Juan Mari Jáuregui, exgobernador civil de Gipuzkoa, el 29 de julio de 2000.
En el primer caso, el escenario elegido fue la Oficina de la Dirección de Víctimas del Terrorismo en Vitoria. García Arrizabalaga recuerda que a Astarloa «le costaba mirarme a los ojos». Le transmitió que «era consciente de que todo lo que había hecho no había servido más que para generar dolor y sufrimiento». El hijo de García Cordero le detalló «con pelos y señales» cómo lo había pasado su familia y todos los problemas que les generó aquella tragedia. «Al bajar de la entrevista me tuve que sentar en el portal porque las piernas me flaqueaban», rememora consciente de que «la razón» estaba de su parte y de que era importante poner «luz y taquígrafos para que no vuelva a pasar».
García Arrizabalaga, que sigue en contacto con Astarloa, ya en libertad, defiende, igual que Maixabel Lasa, que cada etarra que se reinserta «es una victoria del sistema democrático, no una traición».
«¿Qué gano yo?»
Antes de llegar hasta esos dos cara a cara, se celebró una primera reunión preparatoria en San Sebastián, el 15 de marzo de 2011, a la que asistieron ocho víctimas. Allí escucharon las explicaciones de la mediadora. «Nos planteó que había un grupo de presos de ETA que querían contactar con víctimas y manifestar su arrepentimiento de todo el horror que nos habían causado», recuerda Lasa, entonces directora de la Oficina de Víctimas del Gobierno Vasco. En aquella cita salieron muchas dudas: «¿Qué gano yo con esto?». «Yo no necesito ni quiero que me pidan perdón». «¿Hay beneficios penitenciarios por presentarse o participar en los encuentros?»... Pascual fue contestando a todo: «Por supuesto que no hay beneficios, el objetivo no es pedir perdón ni perdonar, sino reunir a dos personas en el mismo espacio, unidas por el dolor, una por haberlo sufrido y la otra por haberlo producido», les dijo.
El 26 de mayo, Lasa fue a la cárcel de Nanclares. «Las cosas de la vida, yo fui en coche con mis escoltas porque estaba amenazada por ETA, a hablar con un preso disidente de la banda, la persona que había matado a Juan Mari», recuerda. Le acompañó Pascual. Les recibió el director y les llevó a una sala pequeña. «Había una mesa redonda, no sé si tres sillas o cuatro... Al poco llegó Luis Carrasco. Esther nos presentó, nos dimos la mano, nos miramos a los ojos y no sé si empezó el primero a hablar, pero yo le cosí a preguntas, le pregunté si conocía a Juan Mari, si sabía quién era y su trayectoria... Me pidió perdón desde el primer momento y repetía que no veía nada bueno en él, que todo era negativo. Su autoestima estaba por los suelos, y en un momento le dije que si todo fuera malo no habríamos estado hablando».
En 2012, otro miembro del comando que asesinó a Jáuregui, Ibon Etxezarreta, le escribió una carta a través de su abogado y, en mayo de 2014, se produjo un encuentro en una casa de uno de los mediadores en Navarra. El resultado fue «muy, muy positivo», afirma Lasa. Etxezarreta participó en julio de ese año en el homenaje a Jauregi en Legorreta. Hoy está en tercer grado, trabaja en una panadería en Vitoria y siguen en contacto.
Opinión:
Cuando leo informaciones como la presente noticia, me convenzo cada día más de lo correcto de la decisión tomada para aceptar el encuentro con uno de los terroristas que causaron el atentado en Hipercor, además de otros muchos en los años 1986 y 1987 en Catalunya.
Recibí más de 300 SMS y llamadas de víctimas agradeciéndome aquel gesto. Aún los guardo con mucho cariño y, previa consulta, podré incluir algunos en el libro que me han pedido que escriba.
Estoy en ello aunque casi no tengo tiempo de sentarme a revisar documentos, anotaciones, hemerotecas y datos que guardo en mis agendas. Pero llegará el momento de publicarlo y explicar muchas de las vivencias ocurridas desde 1987 hasta ahora…
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