viernes, 22 de octubre de 2021

17 octubre 2021 (5) La Vanguardia

17 octubre 2021


 

Diez años después de la rendición de ETA

El próximo miércoles se cumplirán diez años de una de las noticias más esperadas en la democracia española: el anuncio, efectuado por la banda terrorista ETA el 20 de octubre del 2011, del "cese definitivo de la actividad armada". Atrás quedaron entonces 53 años de violencia terrorista de atentados, que causaron 853 víctimas mortales y un fundo daño moral al que muy pocos miembros de las sociedades vasca y española pudieron escapar. Afortunadamente, las noticias que hoy tenemos de ETA son de un orden muy distinto. El escritor Fernando Aramburu ha vendido millón y medio de ejemplares de su novela Patria, en la que refleja con precisión ese daño moral al que aludíamos, causado por el terrorismo en una sociedad dividida. Y hace pocas fechas se estrenó Maixabel, una aproximación cinematográfica de Icíar Bollaín a los efectos del conflicto. Vivimos por tanto en la hora de la revisión y, por supuesto, de la reflexión sobre las causas y las penosas consecuencias de las acciones terroristas que durante las acciones terroristas que durante decenios nos sobresaltaron con tanta frecuencia y nos dejaron un negro poso de tristeza. A juzgar por el actual pulso político del País Vasco, por el aspecto de las localidades que antaño fueron feudos rras, por las informaciones procedentes de las unidades lucha antiterrorista, el rastro de ETA se ha diluido a velocidad. No puede borrarse el dolor que ocasionó, particularmente en quienes lo sufrieron en su círculo más próximo. Pero el protagonismo que tuvo este grupo terrorista en la vida vasca y en la española es ya un amargo recuerdo. Quedan, eso sí, terroristas que se fugaron y exiliaron, muchos de los cuales han rehecho, en la medida de lo posible, sus vidas y trabajan ahora en ámbitos que poco tienen que ver con el del activismo armado. Y quedan menos de dos centenares de presos en cárceles españolas. Pero en conjunto de la sociedad vasca, ETA solo es una sombra lo que fue. Las posibilidades de que algún día se reorganice parecen ahora mismo remotas, por no decir nulas. La propia izquierda abertzale, antaño monolítica, poderosa y ciplinada, ha cedido el paso a una constelación de formaciones políticas. Fuera de estos ámbitos, la añoranza los años de plomo es escasa. En el futuro de una sociedad avanzada, adulta, no hay lugar para el terror. La Vanguardia publica hoy el primero de una serie de cuatro reportajes, que concluirá el día del décimo sario del cese de la actividad armada de ETA. Es una con la que aspiramos a reflejar la nueva y mucho mejor situación del País Vasco. Se trata de lebrar la actual circunstancia e invitar a reflexionar sobre los errores del do, sobre el sinsentido y las consecuencias del terror. Vivimos en un sistema democrático, regido por la Constitución de 1978, que no limita las libertades políticas, pero etaque fija unas normas de convivencia que debemos respetar. Es una ley superior que, como tal, garantiza derechos e impone obligaciones. Su objetivo no es otro que preservar la libertad colectiva, la de los individuos y la convivencia. La violencia no es una alternativa. ETA trató de contradecir este axioma y su único legado ha sido un compendio de arbitrariedad, muerte y dolor. Si algo bueno puede buirse a su existencia es la enseñanza que, a un alto precio, nos ha permitido corroborar que no es posible, en un marco democrático, imponer unas condiciones basadas en los mecanismos de la violencia. Los adversarios políticos nen todo el derecho a discrepar. Pero están obligados a pactar en pos de la convivencia pacífica. El resto es rie. Una barbarie en la que no debemos volver a caer.» La violencia no es una alternativa, su único legado es la muerte, la arbitrariedad y el dolor

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario