02 noviembre 2021
Etarras amnistiados: pese al perdón que les dio la democracia todavía no han aclarado los crímenes que cometieron
Mas de 1.200 terroristas se beneficiaron del indulto general, pero decenas de atentados cometidos por ellos siguen sin esclarecerse
La falta de generosidad de lo smiembros de ETA, su falta de empatía hacía las víctimas que ocasionaron, llega hasta el extremo de dejar sin autor conocido decenas de atentados, pese a estar expresamente amnistiados por una Ley promulgada en plena Transición Democrática, en un gesto más de reconciliación nunca agradecido por los terroristas. Dicho texto legal, según datos publicados por las propias víctimas, dejó más de 70 asesinatos sin responsabilidad penal. En total, fueron amnistiados más de 1.200 etarras, de los cuales unos 700 se reintegraron en la banda. El 9 de diciembre de 1977, el último etarra preso, Francisco Aldanondo, “Ondarru”, abandonó la cárcel de Martutene, en San Sebastián. La Ley de Amnistía fue entendida al revés por los terroristas que inmediatamente siguieron matando y protagonizaron los terribles “años del plomo), 1978, 1979 y 1980.
Ahora que llegan a España un grupo de europarlamentarios para interesarse por esos crímenessin esclarecer, LA RAZÓN trae a sus páginas el recuerdo de aquellas víctimas, asesinadas en atentados cuyos autores se desconocen (salvo por alguna investigación periodística o revelaciones de ex etarras) y que ya no podrán obtener justicia. Y jamás sabrán quiénes apretaron el gatillo o activaron la bomba. La joven democracia española les perdonó y ellos hicieron lo posible para acabar con aquella democracia.
Hay que remontarse al 29 de agosto de 1972. El policía municipal de Galdácano Eloy García Cambra, asesinado por tres miembros de ETA que lograron darse a la fuga. Hasta hoy. Casi un año después, fueron tres jóvenes gallegos, que habían pasado a Francia desde el País Vasco. Fueron confundidos, dentro de la paranoia de los pistoleros, con policías y, el 24 de marzo fueron asesinados, tras haber sido torturados. Eran José Humberto Fouz, Fernando Quiroga Veiga y Jorge Juan García. ETA nunca ha dicho donde se encuentran sus cuerpos.
El 20 de diciembre de ese mismo año se produjo el magnicidio contra el almirante Luis Carreo Blanco, en el que también perdieron la vida su policía de escolta Juan Antonio Bueno y el chófer del coche oficial, José Luis Pérez Mogena. Los autores se conocen (pero no fueron juzgados) y hasta ETA escribió un libro; el que conectó los cables para que estallara la bomba, Miguel Beñarán, “Argala”, murió después en un atentado en Francia cometido por un grupo anti-ETA.
El Guardia Civil Manuel Pérez Vázquez fue asesinado el 3 de junio de 1974 en la localidad guipuzcoana de Ataun. Fue ametrallado por cuatro terroristas. Se sabe quiénes fueron: no
Cafetería Rolando
Capítulo aparte merece el atentado contra la cafetería Rolando, en la calle, de El Correo de Madrid, el 13 de septiembre de ese mismo año, en el que fueron asesinadas 13 personas. Tuvieron que pasar muchos años, hasta 2018, para que ETA reconociera, tras callar de forma cobarde, que ellos habían sido los autores de la colocación de la bomba, sin decir, por supuesto, quiénes fueron, pese a estar amnistiados. Los nombres de las víctimas mortales: Antonio Alonso Palacín, mecánico; María Jesús Arcos Tirado, telefonista; Félix Ayuso Pinel, inspector del Cuerpo General de Policía; Francisca Baeza Alarcón, maestra; Baldomero Barral Fernández, panadero; Gerardo García Pérez, camarero; Francisco Gómez Vaquero, cocinero; Antonio Lobo Aguado, Ferroviario; Luis Martínez Marín, agente comercial; María Josefina Pérez Martínez, ama de casa; Concepción Pérez Paino, Administrativa; María Ángeles Rey Martínez, estudiante; y Manuel Llanos Gancedo, camarero.
El subteniente Luis Santos Hernández y el guardia Argimiro García Estévez, ambos pertenecientes a la Benemérita, fueron asesinados el17 de diciembre de 1974 en Mondragón (Guipúzcoa). Los autores huyeron del lugar.
El 29 de marzo de 1975, la víctima fue el subinspector del Cuerpo General de Policía José Díaz Linares, en San Sebastián. Su esposa contempló el crimen y tuvo que ver cómo huían los terroristas. José Ramón Morán González, inspector de Policía, fue asesinado el 22 de abril siguiente en la localidad vizcaína de Guecho. Andrés Segovia Peralta era guardia civil y ETA acabó con su vida el 6 de mayo de ese año en Guernica. El inspector de Policía Fernando Llorente Roiz fue asesinado al día siguiente en Bilbao.
No había pasado muchos días, el 5 de junio. La víctima fue Mariano Román Madroñal, guardia civil asesinado en San Sebastián. El delito de Carlos Arguimberri Elorriaga, conductor de autobús, asesinado el 7 de julio siguiente en Deba, es que era de origen carlista y le acusaron de ser un “txibato” de la Policía. A Francisco Expósito Camio, taxista, lo asesinaron el Usúrbil el 31 de julio de ese mes. También fue acusado de confidente.
Estrategia: extender el terror
ETA no dejaba ninguna profesión sin atacar, dentro de su estrategia de extender el terror. A Demetrio Lesmes Martín, guardia jurado, lo mataron el 8 de agosto de ese año en Hernani. El 5 de octubre siguiente, la banda criminal asesinó en el Santuario de Aránzazu a los guardias Esteban Maldonado Lorente, Jesús Pascual Martín Lozano y Juan Moreno Chamorro.
No terminó el año sin que ETA matara a otro taxista. Germán Aguirre Irasuegui, el 12 de octubre, en Villarreal (Álava). Seis días después, la víctima fue el guardia civil Manuel López Treviño en Zarauz.
Los políticos han sido, en distintas épocas, objetivos de la banda. El 24 de noviembre asesinó a Antonio Echeverría Albisu., alcalde de Oyarzun. La banda aprovechó para amenazar a todos los representantes municipales.
Una de las grandes mentiras de ETA es que había nacido para luchar contra Franco. Murió y los pistoleros siguieron matando, sencillamente porque lo hacían no contra el que ocupara la Jefatura del Estado, sino contra España. Prueba de ello es que 17 de enero de 1976 fue asesinado en Villafranca de Ordicia el guardia civil Manuel Vergara Jiménez. Los terroristas cumplen sus macabras amenazas y el 9 de febrero siguiente asesinaron al alcalde de Galdácano, Víctor Legorburu Ibarreche.
A Julián Galarza Ayastuy, mecánico, lo asesinaron al día siguiente en Cizúrquil. ETA dijo que se había equivocado de objetivo y punto.
1 de marzo. Lezo (Guipúzcoa). El atentado que costó la vida a Emilio Guezala Aramburu, inspector de autobuses, formaba parte, asimismo, de la eliminación de “confidentes”. No lo eran, pero bastaba que no fueran de la “causa separatista” para que se les acusara. Otro taxista. Manuel Albizu Idiáquez, asesinado el 13 de marzo en Guetaria. Vicente Soria Blasco, obrero, fue asesinado 30 de marzo en Placencia de las Armas (Guipúzcoa).
Tiro en la nuca
Si todos los atentados son terribles, el de los inspectores de Policía José María González Ituero, de 25 años, y José Luis Martínez Martínez de 31, fue especialmente cruel. Cruzaron la frontera de Irún para dirigirse a Hendaya y desaparecieron hasta que, el 19 de abril de 1977,unos jóvenes que estaban en la playa Chambres D’Amour, de Anglet, se metieron en un búnker construido por los alemanes durante la Segunda Guerra Mundial, y encontraron los cuerpos semienterrados. Los habían torturado, cortados los dedos.... y asesinados mediante un tiro en la nuca.
El guardia civil Miguel Gordo García murió electrocutado en Baracaldo al retirar una ikurriña el 11 de abril. En circunstancias similares, tras haber acudido a retirar una ikurriña, falleció el 3 de mayo, el guardia Antonio de Frutos Sualdea. Le pusieron una bomba trampa al paso de su coche. Al abogado Luis Carlos Albo Llamosas lo asesinaron el 9 de junio Basauri.
ETA, como banda mafiosa, también mataba a los suyos. Le ocurrió a Eduardo Moreno Bergareche, Pertur, desapareció el 23 de julio de 1976. El periódico “La Voz de España” de San Sebastián, que dirigía Jesús María Zuloaga Zuloaga, publicó la exclusiva (que hoy nadie discute) de que los autores eran los miembros de los comandos “bereziak” Miguel Ángel Apalategui, “Apala”, y Francisco Múgica, “Pakito”. Aquello le costó al periodista engrosar la lista de objetivos y, finalmente, tener que abandonar el País Vasco junto con su familia.
El 4 de octubre de aquel año un “comando” de la banda criminal asesinó a Juan María de Araluce Villar, presidente de la Diputación de Guipúzcoa, consejero del Reino y procurador en Cortes, así como a su conductor, José María Elícegui, los policías nacionales Alfredo García González, Antonio Palomo Pérez Y Francisco Sanz Flores. Los terroristas dispararon con sus ametralladores, en aquella vil acción, hasta cien proyectiles (tal era la saña con que se empleaban) y acabaron con la vida de los cinco.
El guardia civil Constantino Gómez Barcia tenía veintiún años cuando fue asesinado el 13 de marzo de 1977 en Mondragón. El siguiente crimen, cuyos autores están amnistiados, pero no se conoce su identidad, fue en la persona del sargento de la Guardia Civil Antonio Galán Aceituno el 29 de abril en Tolosa.
18 de mayo de 1977, en San Sebastián, fue asesinado el policía armada Manuel Orcera de la Cruz. El 26 de junio, en la Puebla de Arganzón (Burgos) la víctima fue el también policía Valentín Godoy Cerezo.
El 8 de octubre, en Guernica, las víctimas fueron el presidente de la Diputación de Vizcaya Augusto Unceta Barrenechea, y los miembros de su escolta. Los guardias civiles Antonio Hernández Fernández-Segura y Antonio Rivera Navarrón. El 2 de noviembre, con la amnistía ya aprobada, fue asesinado en Irún el sargento Policía municipal José Díaz Fernández.
LA RAZÓN publica todos estos nombres, cuyas muertes quedarán impunes por la citada Ley de Amnistía, para que, en el marco de la visita de los euro parlamentarios se les tenga también en cuenta. Y sobre todo, se recuerde el pago que dio ETA a tan generoso perdón: no aportar datos de los autores y seguir matando hasta que, acorralados por la Guardia Civil, tuvieron que inventarse el “proceso de paz”.
Opinión:
Ciertamente, sería un detalle que se pudiera poner final a tantos atentados de los que no se conoce la autoría real, es decir, nombres y apellidos de los que cometieron tales asesinatos. Los que conocemos a algunas de esas familias tenemos muy presente el sufrimiento añadido que se genera cuando desconoces los nombres y apellidos de quienes te destrozaron la vida.
Pero recuerdo la década de los años 90 del siglo pasado cuando la antigua AVT ya propuso investigar todos esos atentados y… prefiero guardarme la respuesta que obtuvimos. Lástima que entonces no hubieron europarlamentarios interesados en venir a enterarse, de primera mano, de cómo estaban las cosas.
Espero que ahora hayan cambiado.
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