22 agosto 2022
Borràs, sumas y restas
Una minoría ensombrece el homenaje de Catalunya a las víctimas de La Rambla
Más allá de la vergüenza ajena, más allá del vedetismo narcisista de Laura Borràs, más allá del fanatismo de unos pocos, y más allá de los que mojan pan hipócrita en un espectáculo lamentable, muy similar al que ellos mismos crearon con otros mimbres (el PP y El Mundo sobre el 11-M), está lo que debemos analizar políticamente tras la escena en La Rambla, en el homenaje a las víctimas de los atentados yihadistas del 17-A.
Hagamos algo de historia. El nuevo independentismo –el que crece a partir del 2010 tras la sentencia del TC contra el Estatut– rompe la maldición histórica del separatismo catalán, que fue minoritario antes de la Guerra Civil y siguió siéndolo en los 70 y 80. Es a partir de 1989, con la refundación de ERC como partido independentista, que se crea un espacio nuevo. El tripartito del president Maragall, con la presencia de los republicanos, normaliza la marca independentista, no sin costes. A ERC se le escinden los sectores que se consideran “auténticos”, una parte de los cuales –tras muchas idas y venidas– aterrizan en el universo convergente y en la ANC.
La conversión de Artur Mas al independentismo invita a las clases medias alprocés y evita el discurso de “los puros”, sumando así apoyos. Pero ese enfoque más abierto se resquebraja cuando Mas –sospechoso de “poco creíble” a ojos de ERC y otros– da el paso al lado, por imperativo de la CUP y aconsejado por sus fieles, como Jordi Turull. Algunos celebraron que un independentista de pura cepa como Puigdemont se convirtiera en president, pero eso no sumaba ni daba variedad al movimiento. Con Quim Torra en Palau, los irredentos entran en la cocina del procés , y se reduce todavía más el perímetro del independentismo.
En paralelo, en la consolidación de Junts, los que provienen de Convergència acaban aceptando la retórica antipolítica de algunos independientes y rebotados de ERC. Borràs –del mismo palo purista que Torra– se hizo con las bases de Junts en las primarias para las autonómicas. Su personalismo creció sin límite y nadie lo frenó. El segundo congreso de Junts plasma el intento de Turull de colocar el partido bajo su control y alejarlo de una radicalización retórica que da protagonismo a los frikis. Esos frikis son los que rompieron el minuto de silencio en La Rambla y a los que Borràs saludó, en un gesto que pone de relieve su grave pérdida de sentido institucional.
Turull tiene dos problemas: conseguir que Borràs (presidenta de las siglas) no hunda la marca Junts en su imparable teatro peronista hacia la santificación, y desmontar la fascinación que produce en parte de sus bases la gestualidad antipolítica. El secretario general de Junts creció bajo el lema pujolista de “sumar i no restar”, sabe lo que está en juego. Sumar sensibilidades diversas era crucial para Pujol. Por eso en Convergència convivían figuras tan diferentes como Miquel Roca y Josep Espar Ticó, recientemente fallecido. Turull necesita sumar. ¿La actitud de Laura Borràs suma o resta hoy en Junts? Esa es la pregunta.
Opinión:
Absolutamente de acuerdo con el titular de la noticia. “UNA MINORIA…”, así fue, una minoría que ensombreció lo que fue un acto preparado hasta el más mínimo detalle poir la organización del Ajuntament de Barcelona con la colaboración, en lo relacionado a la asistencia de víctimas, de la UAVAT.
Un acto en el que la clase política cumple a rajatabla la condición propuesta desde 2018 por la UAVAT: mantenerse en segundo lugar, tras las víctimas. Y sin proclamas políticas ni banderas de ningún tipo durante la celebración del acto, cuestión que en otros años no ha sido respetada por algunos asistentes y de lo que hablaré en los próximos días por haber sido testigo presencial desde el minuto uno en agosto de 2018…
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