jueves, 11 de marzo de 2021

09 marzo 2021 El País

09 marzo 2021 

 


 

La doble venganza del 11-M

En estos atentados se combinaron dos propósitos: el de personas determinadas a ocasionar daño y el de organizaciones decididas a provocar tormento

La venganza es uno de los más potentes motivos para el terrorismo. Hay quienes se implican en actividades terroristas y participan en la ejecución de atentados para satisfacer voluntades individuales de venganza. También los líderes de las organizaciones terroristas planifican actos de terrorismo que suelen tener entre sus objetivos in-mediatos el de hacer efectiva y publicitar una venganza colectiva. En los atentados del 11 de marzo de 2004 en Madrid, todavía hoy los más mortíferos jamás perpetrados en Europa occidental, se combinaron esos dos propósitos de venganza. Por una parte, el de personas determina-das a ocasionar daño destruyendo vidas y bienes. Por otra parte, el de organizaciones decididas a provocar tormento a través de la violencia. En ambos casos con España y con los españoles como blanco del terror.

Al marroquí que en diciembre de 2001 tomó la decisión de atentar en España, Amer Azizi, le animó la venganza. Lo hizo tras eludir su detención en el curso de la ‘operación Dátil’, iniciada el mes anterior por el Cuerpo Nacional de Policía (CNP), que condujo al desmantelamiento de la célula con que Al Qaeda contaba en España desde 1994 y a la cual pertenecía, así como al encarcelamiento de la mayo-ría de sus miembros. Pero no de todos. Entre los no detenidos estuvieron Serhane ben Abdelmajid Fakhet ‘el Tunecino’, Jamal Zougam o Said Berraj, quienes comenzaron a reunirse en marzo de 2002, siguiendo las instrucciones que les transmitía Azizi, para reactivar una célula yihadista en Madrid que será el embrión del la red del 11-M. En esos encuentros, tal y como describió un informante del CNP que asistió a varios de ellos, «nunca se hablaba de los pilares del islam, sino de venganza».

En septiembre de 2002, los integrantes de la red del 11-M, que estaba ya en una fase avanzada de su formación, incorporaron a Allekema Lamari. Este argelino, que en 2001 había sido condena-do a catorce años de prisión en España por su pertenencia a la célula que tenía en Valencia una organización yihadista con base en Argelia, fue puesto en libertad en junio de 2002 debido a la descoordinación entre tribunales. En un documento del Centro Nacional de Inteligencia (CNI) con referencia C/9997, fechado el 18 de mayo de 2004, se afirmaba que, de no haber fallecido el 3 de abril de ese año en la explosión suicida de Leganés –más tarde se supo que fue uno de los siete terroristas del 11-M que ese día mu-rieron matando–, Lamari iba a «continuar con su venganza particular contra la población y los intereses españoles con la ejecución de nuevos atentados».

Lamari estaba muy relacionado, dentro de la red del 11-M, con Mohamed Afalah. Este último, marroquí, huyó de España tras lo sucedido en Leganés y llegó a Irak. En mayo de 2005 perpetró un atentado suicida cerca de Bagdad, cuya autoría asumió la rama iraquí de Al Qaeda. Así lo confirmaron las fuer-zas británicas desplegadas en la zona y así lo comunicó la Embajada del Reino Unido en Madrid a las autoridades españolas el 6 de junio del mismo año. Lamari y Afalah utilizaban uno de los vehículos robados en que los terroristas del 11-M se trasladaron a las estaciones en las cuales subieron a los cuatro trenes de Cercanías donde hicieron estallar diez bombas, ocasionando 192 muertos. En ese vehículo, un Skoda Fabia hallado en Alcalá de Henares, había una cinta de audio con cánticos yihadistas dedicados a recalar que «la venganza es una obligación». Además, a la decisión inicial de atentar en España como venganza por las actuaciones policiales antiyihadistas en nuestro país que compartían Azizi, La-mari y otros individuos que se unieron a la red del 11-M durante 2002, se sumó el afán de venganza por la participación española en la contienda iraquí que enardeció a Jamal Ahmidan ‘el Chino’, y otros delincuentes de su misma banda radicalizados en un salafismo belicoso, quienes fueron reclutados en el verano de 2003. Más aún, el 18 de octubre de 2003, Osama bin Laden, entonces máximo dirigente de Al Qaeda, señaló públicamente a España como país donde la organización yihadista amenazaba con atentar en venganza por la presencia de tropas españolas en Irak. Esta disposición, unida al hecho de que el fugado Azizi era desde mayo de 2003 adjunto al jefe de operaciones externas de Al Qaeda, hizo posible que su directorio aprobase y facili-tase los atentados del 11-M.

Así pues, la matanza en los trenes de Cercanías se ejecutó por venganza añadida a la venganza. Primero fue la venganza buscada por unos yihadistas que vieron como la mayoría de sus correligionarios en España habían sido detenidos y encarcelados. Después vino la venganza con que los líderes de Al Qaeda quisieron castigar a España por el des-pliegue de sus tropas en los territorios islámicos de Irak. En el comunicado mediante el cual esa organización yihadista se hizo responsable de los atentados de Madrid, remitido el mismo 11 de marzo de 2004 por la tarde al diario londinense en lengua árabe que era destinatario preferente de sus proclamas desde 1996, hay una frase que sintetiza el significado de esa doble venganza que quisieron materializar con el 11-M: «Libe-rad a nuestros presos y salid de nuestra tierra».

Fernando Reinares, Director del Programa sobre Radicalización y Terrorismo en el Real Instituto Elcano.

Autor de ‘11-M. La venganza de Al Qaeda’

 

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