14 mayo 2012
Sin miedo y sin rencor
Borja Sémper representa a una generación de dirigentes del PP vasco que han crecido con escolta pero que tienen voz propia respecto al final de ETA
Mayka Navarro
Es leal pero «políticamente incorrecto», porque siempre dice lo que piensa. «Solo faltaría, después de todo lo que nos ha tocado vivir». Borja Sémper representa, junto con Antonio Basagoiti, Antón Damborenea, Arantza Quiroga e Iñaki Oyarzábal, a esa nueva generación de dirigentes que han sacado al PP vasco del armario. Y es Sémper quien emplea la metáfora para recordar que durante años los populares sobrevivieron «escondidos» , con un único discurso «de resistentes, de trinchera, de supervivencia» , preocupados en que no les asesinaran, hasta que pudieron «romper esa camisa de fuerza» y empezaron a hablar de otras cosas, además de ETA.
Sémper lo tiene muy claro. Ahora es la dirección nacional la que consulta a los populares vascos cuando toca legislar sobre terrorismo. «Porque somos nosotros los que estamos aquí», argumenta. Y asegura que aquellos que ahora les acusan de traidores por apoyar medidas de acercamiento a los etarras que rompan con la banda «son los ortodoxos e inquisidores que dan consejos desde despachos europeos o del Congreso, pero que pisan poco Euskadi». No hace falta que los cite, pero se refiere, entre otros, a Rosa Díez y a Jaime Mayor Oreja.
Vitalista y osado
Casado, padre de un hijo de seis años y abogado, Sémper lleva toda la vida metido en política. Es parlamentario, preside el PP de Guipúzcoa y con 19 años, un amigo le advirtió de que ETA llevaba meses intentado pegarle un tiro en la nuca. Sigue con escolta y se reconoce vitalista y osado. Vivir sabiendo que en cualquier momento podían haberle matado le ha hecho más valiente, más libre y más independiente. Por eso habla de todo lo que se le pregunta, sin miedo, y defiende el oficio de hacer política como un compromiso honesto. Al menos, en su caso. Y suena sincero.
Asegura que
Cuenta que ahora toca reconstruir los cimientos morales del País Vasco. No tiene amigos aberzales, «no por nada» , y asume que su hijo pueda un día enamorarse de la hija o el hijo de un aberzale que, en el pasado, hubiera aplaudido que le asesinaran. Y eso, tarde o temprano, llegará. Lucha a diario por ello. Sin rencor. Y sin perder la sonrisa.
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