20 agosto 2012
elplural.com
Enric Sopena
“ ‘Hay que escuchar a Mayor Oreja’, dijo Don Mariano y así le va a usted, siempre fuera de juego”.
El día 12 de mayo de 2005, en el transcurso del debate sobre el Estado de la Nación, Mariano Rajoy, en su calidad de presidente del Partido Popular, dijo lo siguiente: “Si su mandato, Sr. Zapatero, terminara aquí, usted pasaría a la historia como el hombre que (...) sembró las calles de sectarismo y revigorizó a una ETA moribunda”.
Y añadió: “Es usted quien se ha propuesto cambiar de dirección, traicionar a los muertos y permitir que ETA recupere las posiciones que ocupaba antes de su arrinconamiento”. El presidente del Ejecutivo le replicó con rotundidad: “Ha quedado claro que ustedes han decidido no apoyar al Gobierno en la lucha contra el terrorismo”.
Canalladas verbales
Y así aconteció a lo largo del proceso de paz en relación a ETA. Rajoy –tenido estúpidamente por algunos como un político moderado- no sólo no se arrepintió de sus canalladas verbales contra Zapatero, lanzadas en el Congreso de los Diputados, sino que aprobó la oleada de manifestaciones callejeras, montadas desde Génova 13 y por el PP y destinadas a instrumentalizar en beneficio político propio a la Asociación de Víctimas del Terrorismo (AVT), José Francisco Alcaraz, Federico Jiménez Losantos y Pedro J. Ramírez, entre numerosos personajillos de patada y tentetieso.
A cañonazos
Aquellas concentraciones fueron cañonazos, disparados contra el Gobierno socialista. Los malos –que eran los terroristas- pasaban casi inadvertidos. Para el PP de Rajoy, los malos de verdad eran Zapatero y sus seguidores. Los enemigos de ETA eran los populares. Los cómplices de ETA, los socialistas. Este esquema, primario y diabólico, trataba de desmantelar al Gobierno con el objetivo de que la derecha ganara en las elecciones de 2008. Las víctimas –que no eran la mayoría ni muchísimo menos- ejercían de comparsas.
Especie de Frankenstein
El Partido Popular de Rajoy fabricó una especie de Frankenstein que ha terminado acosando a sus progenitores. Ahora, cuando los hechos han confirmado que la política antiterrorista del PSOE, con Rubalcaba en primera fila, estaba respaldada por los demás partidos, con la excepción del PP, y que iba bien encarrilada, el Gobierno se ha visto obligado a asumir la realidad. ETA está prácticamente disuelta y derrotada. Pero los halcones –tanto del PP como de alguna asociación de víctimas- se revuelven contra Rajoy y Fernández Díaz. El Mundo ataca, obsesionado Pedro Jota por liquidar a Rajoy. Otros medios reaccionarios lo secundan.
El mayor farsante
Jaime Mayor Oreja, el mayor farsante o gurú de estar por casa, desde la transición a la actualidad, no abre la boca después de que desde el Ministerio del Interior se le haya otorgado el tercer grado al etarra Josu Uribetxeberría Bolinaga. ¿Pero por qué calla Mayor Oreja? Porque fue, siendo ministro del Interior, el que, como adelantamos en ELPLURAL.COM aprobó la concesión del tercer grado a los terroristas a punto de morir. Preguntado Rajoy en una entrevista con El País sobre Mayor Oreja, el jefe del PP dijo: “Hay que escuchar a Mayor Oreja como hago yo”. Y así le va, don Mariano, siempre está usted fuera de juego.
Opinión:
Me duele reconocer que, una vez mas, tenía razón al denunciar en su momento que aquellas manifestaciones supuestamente organizadas contra ETA se volverían contra los organizadores y contra quienes se prestaron al juego partidista.
Ahora estoy a la espera de que se organicen más manifestaciones... a ver qué pasa. De lo que estoy seguro es de que muchos de los políticos que se dejaban ver en las pancartas, incluso sonriendo (algo extraño al hablar de terrorismo y víctimas), no aparecerán ahora porque la manifestación es contra ellos mismos.
Este tema lo hemos hablado entre diferentes víctimas, todas ellas muy veteranas en el mundo del VERDADERO asociacionismo, y siempre hemos llegado a la misma conclusión: acabará mal.
Y está acabando peor de lo esperado.
Mientras tanto, hay que seguir haciendo pedagogía tanto entre muchas víctimas del terrorismo como entre innumerables ciudadanos anónimos, porque tanto unos como otros asisten a los últimos acontecimientos plasmando en sus rostros y en sus consultas una mezcla de sorpresa y de desinformación.
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