08 julio 2014 (07.07.14)
Rosa Rodero: "Somos muchas las víctimas que estamos a favor del perdón"
A Rosa Rodero le criticaron mucho haber dado un abrazo a la exjefa de ETA Carmen Guisasola, hoy arrepentida y líder del colectivo de Nanclares. La exetarra acudió, en noviembre de 2013, al homenaje a Josefa Goikoetxea, sargento mayor de la ertzaintza, asesinado por ETA en 1993. Allí, la viuda saludó a Guisasola y al ex militante de ETA Andoni Alza. “No somos minoría las víctimas que creemos en la reinserción y en el perdón a los exetarras, como fórmula para el final de la violencia y la consecución de la convivencia. Lo que pasa es que ciertas asociaciones politizadas se arrogan la representatividad de todo el colectivo” dice Rosa, y añade: “Carmen Guisasola y yo tenemos algo en común: las dos pensamos que hay que aprovechar este momento para que llegue la paz definitiva, sin olvidar jamás a las víctimas del terrorismo”.
Por eso, la viuda del sargento Goikoetxea pide al Gobierno y al nuevo Rey que “den pasos, que trabajen para la paz. La “Vía Nanclares” tiene que desbloquearse, porque ha dado buenos resultados”. Rosa no pudo entrevistarse con el exetarra Jose Luis Martín Carmona, uno de los asesinos de su esposo, pese a los intentos de ambos por materializar la cita, enmarcada en los encuentros restaurativos entre víctimas y presos
Disidentes de ETA que los gobiernos vasco y central pusieron en marcha en febrero de 2011.
“En 2012, el PP impuso que en las entrevistas estuviese presente un funcionario y que se elaborase un acta. Nos negamos”, lamenta Rodero
Opinión:
Al igual que Rosa Rodero, hay muchas víctimas del terrorismo que deseamos, por encima de todo, que nadie mas sufra lo que ya hemos sufrido nosotros. Algunas hemos accedido a la propuesta de hablar con el terrorista que nos quiso asesinar o que, desgraciadamente, cumplió su macabro objetivo acabando con la vida de algún familiar (mi caso y el de Rosa, respectivamente)
Coincidimos en muchas cosas y también en que deseamos el cumplimiento de la legislación… y si algún miembro de ETA se acoge a esa legislación acataremos sin problema que reciba las ventajas que esa misma ley le pueda otorgar.
Del mismo modo no aceptaremos jamás que existan víctimas (o pseudos víctimas, que también las hay) que hablen en nuestro nombre en un momento tan vital e importante como el que estamos viviendo. Alguien que jamás ha pisado un hospital o asistido a un funeral, aunque se invente heridas y secuelas que nunca ha sufrido, no ostenta ni la representación ni la dignidad suficiente para hablar de nada… y menos si se aprovechan del dolor ajeno… y de gentuza así, Rosa Rodero y un servidor conocemos a algun@s
Resto del artículo de Ana Pascual:
De “gudaris” a traidores. Para los defensores de ETA, sus disidentes don chivatos y colaboracionistas. Para muchas víctimas, siguen siendo terroristas.
A Manuel Carrasco varios paisanos de Lasarte (Guipúzcoa) le felicitaron cuando se descubrió que su hijo, Koldo, pertenecía a ETA. Ocurrió hace 13 años, tras la detención del joven por su participación en dos asesinatos. Hoy, esos vecinos le niegan el saludo a Carrasco porque su hijo ha renegado de la banda, ha pedido perdón e incluso mantiene una relación cordial con la viuda de una de sus víctimas. Los disidentes han abierto un camino sin retorno en Euskadi. Que no es fácil.
A primera hora de la tarde quedan pocos pintxos en la barra del Ekaitza (tormenta, en euskera), un bar amplio y luminoso en Santesteban (Navarra, 1680 habitantes). Algunos parroquianos toman café y un grupo de quinceañeros conversa a voces en la terraza. Desde allí, las vistas del monte Mendaur son espectaculares.
Mónica, la dueña del Ekaitza, dedica afables sonrisas a los clientes mientras vigila a sus dos hijos, que juegan a la pelota. Es una mujer delgada y morena, que habla con marcado acento andaluz, pero que sorprendentemente no desentona con el euskera de los jóvenes de la terraza, sino que ambos idiomas se funden en un agradable murmullo. Parece como si los vientos de la convivencia se hubieran posado en el Ekaitza.
Así plácida aparentemente, transcurre la nueva vida del exmilitante de ETA Iñaki Recarte Ibarra (Irán, Guipúzcoa, 1972): Mónica, sus hijos, su negocio… Peo tiene presente la muerte de tres personas en un atentado en Santander, en 1992, crimen por el que pasó veinte años encarcelado. Nadie diría que el amable, fornido y bien parecido dueño del Ekaitza apretó el mando a distancia del coche bomba que explosionó en el barrio cántabro de La Albericia y segó la vida del joven Antonio Ricondo del matrimonio formado por Julia Ríos y Eutimio Gómez.
Iñaki no esconde esos asesinatos ni los justifica. Hacia la mitad de la condena, las dudas afloraron y dieron paso a la culpa, a la conciencia del crimen cometido: “Me di cuenta de que a esas personas las había matado yo, no un ejercito como ETA hace pensar a sus militantes. No.
Fui yo, Iñaki, quien mató. La vida entonces se me rompió –relata Recarte-. De nada me servía pertenecer a un grupo [el EPPK (colectivo de presos políticos vascos), el llamado frente de makos]. Nada podía consolarme. El camino a partir de ahí fue en solitario, hasta que hablé con un histórico de ETA y me confesó que pensaba igual que yo. Eso me dio alas”
Eso y Mónica. Ella era una joven psicóloga que trabajaba en la prisión de Puerto de Santamaría (Cádiz), una gaditana que no entendía ni una palabra de lo que el preso le contaba sobre España, los enemigos de Euskadi, la ocupación,
los gudaris… “Estaba hecho un lío, sus justificaciones eran descabelladas, hasta que los argumentos se le fueron cayendo como losas. El proceso de culpa lo salvó”, apunta Mónica. En 2006 se casaron. El ya estaba al margen de la disciplina etarra. “Cuando nos hicimos novios, todos en la prisión pensaban que ya habíamos hecho de todo, y no nos habíamos dado ni un beso”, recuerda sonriente Recarte.
Iñaki rompió con ETA mucho antes de acogerse a la conocida como Vía Nanclares, un proyecto puesto en marcha en 2010 por el Gobierno de Rodríguez Zapatero para dinamitar el frente de makos, impulsar la disensión entre los presos etarras, tras constatar de díscolos de la banda. Consistía en agrupar a los disidentes en la prisión alavesa de Nanclares de Oca; se les acercaba al país Vasco, obteniendo así un primer beneficio. “La Vía Nanclares comenzó en la prisión de Villabona (Asturias). Un trabajador social nos tanteó a Valentín Lasarte y a mi a ver qué opinábamos. Nosotros ya habíamos aceptado trabajos en el economato, algo que ETA prohíbe”.
Un arrepentimiento sin más contraprestaciones que las que otorga el artículo 100.2 del Reglamento Penitenciario, que permite una progresión en la clasificación del recluso según su evolución personal. “Es un proceso individual. Entre otras cosas, hay que comprometerse a resarcir económicamente a las víctimas” recalca Iñaki.
El viraje de Koldo
En el barrio de La Esperanza de Lasarte-Oria (Guipúzcoa), todos conocen a Manuel Carrasco, de 85 años. Fue uno de los fundadores del barrio, mediante una cooperativa. Trabajó en Michelin y sacó adelante a cuatro hijos. El pequeño, Luis, al que llaman Koldo, le ha dado las mayores penas de su vida. “Se metió en ETA con 23 años (en 1994). Su madre y yo sospechábamos algo, porque siempre estaba haciendo barricadas”. Koldo Carrasco fue detenido en agosto de 2001 y cumple condena en la prisión de Zaballa (Alava) por los asesinatos de Santiago oleada, director financiero de El Diario Vasco, y de Juan Maria Jáuregui, ex gobernador civil de Guipúzcoa.
Entonces mucha gente, que no era ni amigos ni conocidos, se arrimaron a nosotros. Nos felicitaban por la calle porque el hijo era de ETA. Yo les decía que mi hijo había sido engañado. Pero, al final, estás prácticamente obligado a colaborar con el colectivo de familiares de presos de ETA (Etxerat). Había que ir a todas las manifestaciones que organizaban. Nos daban una ayuda de 115 euros al mes”, cuenta Manuel.
Los primeros siete años de condena los pasó Koldo en la prisión de Almería. Hasta allí llegaban sus padres todos los meses. Manuel habrá conducido en ese tiempo unos 170.000 kilómetros . “Me he dejado la mitad de mi pensión en los viajes; en esos años solo le fallamos una vez”, recuerda Manuel.
Un viraje en la ideología de Koldo mejoró mucho la vida de sus padres. El recluso renunció al terrorismo y se acogió a la Via Nanclares. Fue trasladado a la prisión de Asturias y después a la de Alava. “Un día mi hijo me llamó por teléfono y me dijo: ‘Papá, te estoy llamando desde Nanclares’. La alegría fue indescriptible –recuerda Manuel-. No solo por la cercanía (100 kilómetros ), sino porque había dado pasos definitivos para salir de esa secta que es ETA. Ha disfrutado de dos permisos y la Navidad la pasará en casa”.
Manuel se siente orgulloso, no lo puede disimular. “Mi hijo entró en prisión siendo un crío desorientado y ahora lo veo un hombre muy normal. Enseña yoga a los presos y tiene un trabajo administrativo”. No fue fácil salir del entorno de ETA para Manuel, pero mucho menos para su hijo. “Salimos a la vez de ese mundo. Mi mujer y yo cada vez íbamos a menos concentraciones de Etxerat. No estábamos de acuerdo con lo que se decidiía en las reuniones. Fuimos alejándonos a la vez que Koldo. Un día me dijo: “Papá, romped”. El ya lo había hecho. Noto las miradas de reproche de algunos vecinos que me esquivan por la calle. Hay gente que ya no me saluda desde que se sabe que Koldo se ha arrepentido. Un hombre, cuando entra
En ETA, o es un vendido o está equivocado o es un valiente. Pero para salir, hay que ser mas valiente aún, porque siempre se ha creído que de ETA solo se sale con un tiro en la nuca, como le pasó a Yoyes”. Pese al ejemplo, Manuel asegura que no tiene miedo a represalias: “Creo que los tiempos están cambiando. Los vascos quieren vivir en paz”.
Pasarse al enemigo
En mayo de 2010, Koldo Carrasco suscribió, junto con otros siete históricos exetarras – Carmen Guisasola, Josefa Urrusolo Sistiaga, Rafael Caride Simón, Kepa Picabea, Andoni Alza, Fernando de Luis Astarloa y José García Corporales – una misiva en la que pedían a la dirección de ETA qua acabara con el terrorismo y animaban a los mas de quinientos presos de la banda a reflexionar sobre la necesidad de reparar a las víctimas.
Fue un hecho histórico. El mundo abertzale radical se les echó encima. El blog Hacia Euskal Herria Libre publicó estas lindezas de ellos: “Ocho hijos de puta, ocho repugnantes sujetos que hasta asco me da decir sus nombres (…) Se puede entender que alguien se arrepienta
de haber militado en ETA cuando lleva años sufriendo la terrible represión del gobierno invasor español. Cuando la vida le está tratando con una crueldad inusitada por haber dado lo mejor de su vida a una causa cuya única recompensa es el dolor y el sufrimiento, aunque, eso sí, llene al luchador de dignidad.
pero lo que no tiene la más mínima justificación, lo que es inadmisible, es pasarse al enemigo de la forma tan ruin y miserable como lo están haciendo estos sujetos”.
Represalias y amenazas
Iñaki Recarte recuerda que pasó miedo cuando obtuvo el tercer grado y salía de la cárcel a diario para trabajar: “Miraba todos los días los bajos de mi coche. ETA siempre se ha alimentado del miedo. Yo he estado entre ellos, sé cómo funcionan
Cómo piensan”, afirma. El dueño del bar Ekaitza recuerda que el local antes era lla Erico taberna (bares donde se reúnen los simpatizantes de la izquierda abertzale radical) de Santesteban, localidad gobernada por Bildu. “Estaba decorado con todos los símbolos proetarras. Pensé que no iba a quedármelo. Pero en ese momento llegaron dos individuos y me amenazaron: tendría consecuencias si abría el bar. Les dije que no les tenía miedo y me quedé el local”. Su clientela es variada. “Viene gente de todo tipo. Mónica y yo estamos consiguiendo un pequeño milagro: la convivencia mientras se va de potes”.
Veinticinco años pasó encarcelado Fernando de Luis Astarloa, bilbaíno de 53 años, por dos asesinatos: el del peluquero Agapito Sánchez y el del taxista Juan José Uriarte. “He tenido que rehacer mi vida fuera de Bilbao –cuenta a esta revista- porque me dejaron de hablar algunos. Me pusieron algunas zancadillas. Elegí Vitoria, donde no me conoce tanta gente”. Astarloa fue el primer disidente que logró la libertad condicional, en mayo de 2012. “A los de la ‘vía Nanclares’ nos caen palos por todos los sitios: muchas víctimas se niegan a prdonar y no quieren ni hablar de reinserción. Otros son incapaces de abrir su mente y comprender que las cosas hay que hacerlas de otra manera. La lucha armada no sirve”. Astarloa no se considera un traidor. “Entré y salí de ETA voluntariamente. Yo solo, si ir de la mano de nadie”.
Confirma desde su vivencia personal el padre de Koldo Carrasco, uno de los primeros arrepentidos de ETA en apuntarse a la llamada Vía Nanclares, que se necesita ser más valiente para salir de la banda terrorista que para entrar. Es lo que ocurre en todas las sectas. Siempre ha sido más fácil y bonito que te consideren un héroe, aunque sea mentira, que te traten como a un traidor, aunque sea injusto.
Los pioneros de toda clase han tenido que pagar un precio por serlo. Lo explicaría, si pudiera, María Dolores González Katarain, Yoyes, que mientras paseaba con su hijo de tres años fue asesinada en 1986 por sus compañeros de banda, que juzgaron una traición su distanciamiento. O Miguel Francisco Solaun, que después de haber organizado durante el franquismo la fuga de la cárcel de Basauri, también murió a manos de sus cafres cofrades por negarse a atentar contra unas viviendas de la Guardia Civil.
Poco antes de su asesinato, Yoyes había escrito en su diario: “El mito de ETA, la hidra sangrienta que nos atenaza: en este mito, la persona de carne y hueso es un sustrato, no existe más que como tal sustrato, no es humana”. Vuelve a ser humana cuando se enfrenta, en parte o en todo, al sufrimiento que causó a otros y recupera la capacidad de compadecer.
El miedo, como explica Stefan Zweig en un relato así titulado, “es peor que el castigo, porque este es algo determinado y, duro o blando, no se puede comparar con el temor que despierta en nosotros lo incierto, una tensión espantosa que no conoce límite”. Sufrirlo en propia carne es el purgatorio que para la reinserción han de pasar los arrepentidos.
Opinión:
El reportaje de Ana Pascual certifica que, pese a tanto daño y dolor causado por los miembros de ETA, las leyes se van cumpliendo y los miembros (o exmiembros de la banda) han ido saliendo de prisión cuando correspondía.
Por tanto, si alguien está en desacuerdo con las leyes que también ofrecen beneficios a los terroristas, ya sabe que debe dirigir sus reclamaciones a los autores de esas mismas leyes… aunque recuerdo a quien quiera escuchar (o leer) que en 1995 un reducido número de víctimas conseguimos cambiar el Código Penal de 1973 para que la condenas se endurecieran pasando de 23 años de condena (con beneficios) a 30 años de condena (sin beneficios).
Después de tantos años de pedagogía “jurídica” realizada con cientos de víctimas del terrorismo es muy decepcionante ver que ahora aparecen l@s que nada hicieron en aquellos duros años para desinformar y plantear vanas esperanzas de un mayor endurecimiento de las condenas para aquellos (etarras especialmente) que atentaron entre 1995 y el comunicado de octubre de 2011.
Por ello, pese al sentimiento innato en el ser humano de incomprensión ante el hecho de que quien ha asesinado pueda estar paseando por la calle e incluso “rehacer” sau propia vida, no me queda mas que esperar que nunca, nunca mas, nadie pueda sufrir lo que yo y mi familia hemos sufrido antes.
Y es una opinión compartida por muchísimas víctimas del terrorismo con las que mantengo contacto desde 1987 hasta, por ejemplo, esta misma mañana.
Lo que hagan o digan otros en nombre de una supuesta representatividad, ni me importa ni me afecta lo mas mínimo.
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