17 mayo 2016
Exetarra en libertad
tras acogerse a la Vía Nanclares
Urrusolo Sistiaga:
“Soy consciente de todo el daño que hemos generado”
Josefa Urrusolo Sistiaga (San Sebastián, 1957) entró en ETA
en su juventud. Participó en los comandos Madrid y Barcelona y fue uno de los
terroristas más buscados en los años 80 e inicios del 90. Abandonó ETA por
discrepancias con su dirección en 1994 y fue detenido en Francia en 1997. Fue condenado por 16 asesinatos y dos
secuestros a 449 años. Pionero en la reflexión autocrítica de los presos
de ETA, la Vía Nanclares, salió de prisión el 28 de febrero. Lamenta
el dolor causado a las víctimas: “Les diría que soy consciente de todo el daño
que hemos generado y que siento de verdad el daño que hemos creado". Cree
que “mucha gente ha vivido cómodamente alrededor de la violencia”
Pregunta. Entró en ETA en 1977. ¿Cómo se
explica si ya había muerto Franco?
Respuesta. Estaba el poso de la Guerra Civil y del
franquismo. Estaba muy reciente el fusilamiento de Txiki y Otaegui. La
represión continuaba. Había muertos en las manifestaciones. Ante unas
instituciones que sentíamos lejanas, estaba la referencia de ETA, que gozaba de
una especie de legitimidad para buena parte de la sociedad vasca.
P. ¿Pasó pronto a la clandestinidad?
R. En 1981, tras pasar unos meses en
la cárcel de Soria con unos 120 presos de ETA al ser detenido por integrar un
comando legal [no fichado]. Salí convencido de que debía seguir luchando por
ellos.
P. ¿No le dio qué pensar el asesinato
de Yoyes en 1986?
R. Claro que me afectó. No estuve de
acuerdo. Pensaba que tenía derecho a volver a su casa.
P. En 1989, ETA rompe las
negociaciones con el Gobierno. Hubo atentados como el de Hipercor ¿No se abrió
un debate?
R. Fuimos pocos los que cuestionamos
la falta de debate, de información, el tipo de atentados y la ruptura de aquel
proceso. En ese momento ya pensaba que había que reconducir la situación, que
la reforma política y el Estatuto se asentaban en Euskadi, que perdíamos apoyo,
que se nos cerraban puertas y que la represión era más selectiva. Empecé a
chocar con la mentalidad de los aparateros que
se genera al utilizar la violencia.
P. En 1992, la cúpula de ETA es
detenida en Bidart. ¿No le pareció ETA muy vulnerable?
R. Algunos vimos que podía pasar.
Txomin Iturbe decía: “Si no negociamos ahora, lo que vendrá luego será una
derrota”. Fue una desgracia que muriera porque tenía la personalidad y
legitimidad para afrontar un final ordenado de ETA. Quienes le sucedieron
optaron por huir hacia adelante.
P. ¿Cómo reaccionó usted?
R. Critiqué el intento de aparentar
fuerza utilizando gente que era rápidamente detenida; utilizar cuarteles de la Guardia Civil como
objetivo por el riesgo para sus familias o contra el turismo y la kale
borroka. Discutí
mucho y dejé ETA en 1994 por la imposibilidad de cambiarla.
P. Estuvo dos años, hasta su detención
en 1997, viviendo en Francia, al margen de ETA. ¿Su disidencia se limitó al
funcionamiento?
R. No solo. Ya pensaba que ETA tenía
que terminar.
P. ¿Cómo vivió desde la cárcel el
asesinato de Miguel Ángel Blanco y el masivo rechazo a ETA?
R. Todas las contradicciones que vivía
con ETA se me desbocaron. El largo secuestro de Ortega Lara, el frívolo titular
de Egin —‘Ortega
Lara vuelve a la cárcel’—. Las detenciones y el secuestro de un concejal joven
como represalia hizo que estallara todo lo que cuestionaba desde hacía tiempo.
Al poco, un grupo de presos escribimos una carta pidiendo un debate, tomando
como referencia el proceso irlandés. En la cárcel en París había hablado con
muchos presos de ETA y con un militante del IRA, cuya organización tenía muy
adelantada la reflexión sobre final de la violencia y al que le sorprendía cómo
andábamos. También me impactaron las reflexiones de Mandela.
P. ¿En qué sentido?
R. Cuando decía que tratar de
funcionar como colectivo es inviable en la cárcel y que había que hablar con la
administración penitenciaria. Mandela sabía que si lo planteaba a sus
compañeros lo rechazarían. Él asumió la responsabilidad e incluso aceptó un
régimen de vida diferente. Solo uno tuvo reticencias. Es la realidad, porque el
mundo de los presos no es monolítico. Seguí ese camino.
P. ¿Cuándo salta de la crítica a la estrategia
de ETA a la crítica ética de la violencia?
R. Militando en ETA ya distinguía lo
que se podía y no se podía hacer y me creaba problemas. Discrepaba de atacar
cuarteles para no dañar a las familias. El siguiente paso fue plantearme lo que
nunca te planteabas. ¿Se puede dañar al otro? Ese cuestionamiento lo inicié en
ETA y, cuando el Gobierno nos trasladó a Nanclares en 2009, hubo un marco
favorable para formalizarlo.
P. ¿Cómo fue Nanclares?
R. El Gobierno socialista, tras la
ruptura del proceso de 2006, dio por agotada la vía negociadora y nos propuso a
los críticos vías legales —cambios de grado— si nos desmarcábamos de la
violencia y reconocíamos el daño causado. Abrimos la reflexión crítica del
pasado de los presos y propusimos encuentros con víctimas y talleres de
convivencia
P. ¿Cómo abordaron su responsabilidad
ante las víctimas?
R. Hay que abordarla globalmente.
Muchos hemos sido partícipes de los atentados. No solo los autores materiales.
También los que hemos tenido responsabilidad en ETA y en la izquierda abertzale. Hay que recordar que las víctimas de
ETA además de perder a su familiar sufrieron un vacío social. Hay que
reconocerlo para recuperar una convivencia normal.
P. Salió hace dos meses de la cárcel.
¿Qué cambios percibe?
R. Antes todo giraba en torno a ETA.
Hoy, las referencias a ETA han quedado ancladas en el pasado a una velocidad
difícil de imaginar.
P. ¿Cómo ha sido acogido a su salida
de prisión?
R. La gente me dice que se alegra de
que ETA haya terminado y de que yo vuelva al pueblo.
P. ¿Cómo ve a la izquierda abertzale?
R. Tiene que decir que ETA desaparezca
y hacer una declaración sobre la historia de ETA que sirva como reflexión para
el futuro y posibilite que los presos se sitúen en sus coordenadas.
P. ¿Qué le ha parecido el pacto del
líder de Sortu, Arraiz, con la fiscalía, en el que reconoce el daño causado y
la reparación a las víctimas?
R. La izquierda abertzale da pasos como los nuestros cuando
comparece ante los tribunales. Mejor que lo hubiera hecho antes. Echo en falta
una reflexión a fondo sobre el pasado para recomponer la convivencia y que los
presos avancen.
P. ¿Qué diría a las víctimas de ETA?
R. Siento el dolor que les hemos
causado, que fue una barbaridad haber utilizado la violencia sin considerar que
lo primero es la vida de las personas y sus derechos. Entiendo que sea difícil
para ellas creer que nuestro planteamiento es sincero. Pero lo es.
P. ¿Cree que ha cambiado la mentalidad
del uso de la violencia con objetivos políticos?
R. Para los jóvenes es incomprensible
que se mate en nombre de unas ideas.
P. ¿Cómo es posible que ETA haya
durando tanto?
R. Es chocante en una sociedad que
vive bien. Ha habido una inercia y mucha gente que ha vivido cómodamente
alrededor de la violencia. En la izquierda abertzale han
tardado mucho en decir lo que pensaban, dando cobertura al empeño desastroso de
ETA. Ha habido una radicalidad artificial.
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