30 mayo 2016
Sucedió en Vic
Recuerdo las llamadas de Juan Antonio y Roberto nada más
producirse el atentado; por entonces ellos eran los responsables de una
desconocida e idealista AVT. Recogí a Juan Antonio y Paulino en el aeropuerto y
nos trasladamos a Vic. Roberto ya estaba allí para empezar a intentar ayudar a
las víctimas. Lo que vimos, lo que vivimos, cuesta mucho describirlo.
Sinceramente, tuve sensación de inutilidad. No sabía qué hacer. Recuerdo
llantos, recuerdo silencios, recuerdo tristeza, recuerdo rabia y muchos porqués.
Poco después, la Guardia Civil
en Llisá de Munt asaltó la casa donde se encontraban los criminales. Monteagudo
y Erezuma intentaron enfrentarse y cayeron abatidos; Juan José Zubieta Zubeldia
se escondió y fue detenido. Años después, llegó el juicio. Zubieta apareció
sonriente ante sus familiares y amigos que le vitoreaban, mientras que él, en la
famosa “pecera” de la Audiencia Nacional ,
permanecía como si nada de lo que estaba sucediendo pudiera afectarle. El
juicio no sería técnicamente complicado. Pero había dos cosas que yo debía
hacer en la Sala. La
primera, algo que no debe hacer un abogado, humillar al enjuiciado; pero ese
criminal chulo y sonriente lo merecía. Preparé tres preguntas que sabía que no
me iba a contestar y que debía hacerlas rápidamente antes de que el presidente
del Tribunal me cortase: 1. “¿Es cierto que mientras sus compañeros se
enfrentaban a la Guardia Civil ,
usted se escondió?”. 2. “Es cierto que se defecó encima cuando intervino la Guardia Civil ?”. 3. “¿Es cierto
que la Guardia
civil tuvo que dejarle un mono de los suyos y que cuando usted fue esposado
llevaba ese mono, en el que estaba la bandera de España y el escudo de la Guardia Civil ?”. Con razón el
presidente cerró esa línea de interrogatorio, pero yo quería borrar de su cara
esa despreciable sonrisa. El otro aspecto que me preocupaba era más relevante:
demostrar que cuando pusieron el coche cargado de explosivos en la rampa del
cuartel forzosamente tuvieron que ver que había niños jugando en el patio.
Efectivamente, conseguimos demostrarlo. Obviamente, Zubieta no nos contestó n a
mí ni al fiscal, ni a mi compañero de acusación, pero sí que, al final,
aprovechó su turno de palabra para decir aquello tan monstruoso de que la culpa
de la muerte de los niños la tenían los guardias civiles que, sabiendo que eran
objetivos, ponían a sus hijos como escudos. Hoy, Zubieta está ya en libertad y
los niños y los adultos muertos son apenas recordados. Como mucho, de aniversario
en aniversario. Zubieta nunca renegó de lo que hizo, como tampoco han renegado
otros a los que derrotamos, sí, derrotamos entre todos. Zubieta no era de los más
listos; los listos dicen que son “hombres de paz” y, como mucho, dicen
comprender el dolor de las víctimas. Los cementerios siguen cubriendo muchas
tumbas solitarias. Los “hombres de paz” reciben los abrazos de los suyos cuando
salen de prisión e incluso son recibidos como héroes en instituciones democráticas.
Bienvenidos a la paz, pero lecciones de moral, ni una, bastarda banda de
vencidos.
Opinión:
Este artículo de
José María Fuster-Fabra resume perfectamente la realidad de lo ocurrido tras el
atentado en Vic. Aunque haya quien quiera esconder la verdad arrogándose un
trabajo que jamás realizó, la verdad es la que es y José María lo confirma. El
y yo sabemos que no coincidimos en muchas cosas pero siempre, a la hora de
ponernos a trabajar por y para las víctimas, dejamos a un lado nuestras
opiniones personales para buscar el beneficio del colectivo que, a la larga,
repercutía en el beneficio de la sociedad.
Lástima que ahora
algunos presenten ideas personales como si fueran las únicas y sin pedir la
opinión previamente a nadie.
Pero de aquel
trabajo hecho tras el atentado, de la asistencia a los afectados, de los
trámites en Comandancia de Manresa, de los cientos de horas de conversaciones
con propuestas y asesoramiento de Juan Antonio, de la asistencia psicológica
por parte de Sara Bosch, de aquel primer juicio de José María contra ETA
(menudo estreno...), de los casi 60 viajes realizados a Vic en estos 25 años,
de las discusiones y diálogos con el ayuntamiento... todo eso queda para el
recuerdo de un enorme trabajo y de amistades que el paso del tiempo no podrá
borrar.
Y conste que de los
que ayer estaban en Vic jamás me acompañó nadie.
Del hecho de que
Zubieta Zubeldia esté ya en la calle sólo tiene la culpa el Código Penal
vigente en el momento del atentado. Si hubiera ocurrido en 1995 y con el Código
Penal que desde la antigua AVT conseguimos modificar, estaría en prisión hasta el
año 2025.
Sobre el último
párrafo que escribe de los que antes mataban o excusaban y ahora hablan, solo
decirle que es excelente. “Bienvenidos al mundo de la paz pero lecciones de
moral, ni una”. Imposible definirlo mejor.
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