jueves, 26 de mayo de 2016

26 mayo 2016 (2) La Vanguardia

26 mayo 2016



Florencio Domínguez: “Si la historia de ETA queda con algún tipo de justificación abierta, alguien podría querer continuarla”

Florencio Domínguez, director del Memorial de Víctimas del Terrorismo, dice que la izquierda abertzale “no reconoce la ilegitimidad” de la banda terrorista “porque supondría admitir el sinsentido de su historia”.

Homenajear a las víctimas, recoger su memoria y deslegitimar a partir de ella el terrorismo. El Centro Memorial de Víctimas de Vitoria da sus primeros pasos con esos tres objetivos claros. Al frente de esta institución se encuentra Florencio Domínguez (Caparroso, Navarra, 1956), periodista con una dilatada carrera y experto en el terrorismo de ETA. Sus amplios conocimientos de la trayectoria de la banda hicieron que hace un año fuese nombrado director del centro con el consenso de todos los grupos políticos.

¿Es complicado ahora mismo escribir el relato del terrorismo en España?
Desde que ETA ha puesto el punto y final a su actividad se han producido dos reacciones sociales distintas. Por un lado, una posiblemente mayoritaria, que es la de pasar página y considerar que éste es un capítulo cerrado: olvidar lo que ha supuesto el terrorismo de ETA y pensar que pertenece al pasado. Por otro, desde los sectores más próximos a la banda, se ha buscado una justificación retrospectiva del terrorismo y simultáneamente se ha realizado una tarea de exculpación de los terroristas mediante el procedimiento de generalizar culpas y difuminar la culpabilidad. Es la situación que describía Hanna Arendt: “Cuando todo el mundo es culpable, nadie lo es”.

¿Qué objetivos tiene el Memorial de Víctimas en ese contexto?
Hay que buscar una reflexión sobre el pasado, promover un reconocimiento sobre lo ocurrido y deslegitimar el terrorismo para que no queden secuelas que puedan animar a alguien que quisiera retomar el terrorismo en el futuro. Si la historia de ETA queda con un halo romántico o con algún tipo de justificación abierta, cabe la posibilidad de que alguien quiera continuarla. La mejor vacuna es asegurarse de que hay una deslegitimación.

Con respecto a esa actitud de querer pasar página, ¿la sociedad vasca no quiere hablar del tema?
Es una actitud hasta cierto punto comprensible, se viene de una situación dura, de muchos años de terrorismo y con las heridas sociales que ello supone, y entonces es una especie de respiro después de muchos años de agobio. Pero, por otro lado, es una actitud de no querer revisar cómo fue la actuación del conjunto de la sociedad durante todos los años del terrorismo.

Más de cuatro años después del anuncio de su cese, ¿por qué no se ha producido todavía la disolución de ETA?
Porque ETA no se lo ha planteado. En un debate interno lo que decide la banda es continuar como organización. No se sabe muy bien cómo, si quiere hacer una papel de tutela política, de influencia en la sombra… Pero ha decidido positivamente no disolverse aunque haya renunciado al terrorismo.

¿Es para conseguir contrapartidas?
No, esto es independiente de otros propósitos. Lo que se plantea es su subsistencia como una decisión política.

Muchos sectores en el País Vasco han acusado al último Gobierno del PP de “entorpecer el proceso de paz”, ¿es verdad?
Eso tendrían que explicarlo aquellos que lo critican. Cuando ETA no desea disolverse, no hay nada que entorpezca esa decisión, es una decisión voluntaria de la banda, de nadie más.

¿Es importante que se produzca el desarme?
Cuando una organización terrorista deja la violencia ya no tiene en ésta su instrumento de presión. El desarme es ahora el instrumento de presión de ETA a los gobiernos de España y Francia. Pero en realidad no es una cuestión efectiva, es simbólica. Primero, porque no se conoce el número de armas de las que dispone una organización clandestina. Se pondrían hacer trampas en el recuento, de hecho hay otros grupos que lo han hecho. Segundo, ETA no se plantea su desarme en el sentido de entregar sus armas a los gobiernos de España y Francia, se lo plantea como una operación de propaganda. Y tercero, ETA condiciona todo a una negociación sobre los presos e incluso todavía sobre retiradas policiales.

Dentro de los presos de ETA y ahora también de la izquierda abertzale, hay un pequeño sector crítico con la línea oficial. ¿Qué puede suponer eso?
Es un sector minoritario que ha estado en desacuerdo desde el principio con las estrategias seguidas por ETA y Batasuna en los últimos cinco años. Ahora fundamentalmente han hecho bandera de la amnistía. Cuando Batasuna y los propios presos de ETA han asumido que lo de la amnistía es una fantasía, este sector crítico ha hecho bandera de esta demanda. Puede hacer alguna reclamación pública de estas cuestiones, pero es muy minoritario: no están en condiciones de hacer una mínima competencia a la izquierda abertzale oficial.

La izquierda abertzale ha iniciado un tímido proceso de autocrítica. ¿Qué falta?
Falta todo. No se puede considerar autocrítica a decir que asumen que han causado dolor. Eso ya lo sabían cada vez que había un atentado y quedaba de manifiesto en cada comunicado que publicaban. Los atentados se hacían precisamente para eso, para causar dolor. Lo que tienen que reconocer es la ilegitimidad del terrorismo de ETA y la legitimidad del Estado de Derecho. En ese camino todavía no han dado pasos.

¿Se puede producir de aquí a un tiempo?
Se están resistiendo todo lo posible porque reconocer la ilegitimidad de ETA supondría admitir el sinsentido de su historia política. De momento no están dispuestos a eso.

¿Funcionó la ‘vía Nanclares’?
Vistas las cifras en su conjunto fue un grupo de presos muy reducido, de más importancia simbólica que práctica. Se desmarcaron de la línea oficial de ETA, asumieron la legalidad, se distanciaron de la línea que marcaba la banda y decidieron aceptar los procedimientos legales. En ese sentido se adelantaron a lo que ahora dicen que quieren hacer, aunque con dudas, el conjunto de presos de ETA.

¿Cómo está en el País Vasco la convivencia a nivel de calle?
La situación del País Vasco no tiene nada que ver con la de los años pasados. Es una situación normalizada desde el momento en el que el grupo que amenazaba y mataba ha dejado de hacerlo. La situación de convivencia ha mejorado de forma notable y los márgenes de la libertad individual se han ensanchado. No existe el grado de miedo e intimidación que sí había en el pasado por la presencia de ETA, una sombra que se cernía sobre la sociedad.

¿Y a nivel político? ¿Lleva otros ritmos?
La normalización no consiste en que todo el mundo se quiera, sino en que todo el mundo respete las normas de funcionamiento. Que se respete la legalidad y que por defender determinadas posiciones políticas no seas asesinado, amenazado o atacado. En cuanto a normalización, los adversarios políticos no deben entenderse, deben respetarse.


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