03 mayo 2019
Ignacio Camacho
La paz es lo contrario de la desmemoria voluntaria, del silencio
encubridor y de la reconciliación simulada
En torno al terrorismo vasco hay una noticia buena y otra
mala. La buena es que la disolución de ETA significa el reconocimiento de que
ha sido derrotada, aunque lo admita a su modo torcido, deshonesto, innoble y
lleno de falsa arrogancia. La mala consiste en el riesgo cierto de que su
derrota no quede clara; en la posibilidad de que el relato de esta siniestra
etapa se vuelva confuso o ambiguo para una sociedad ansiosa de pasar página. Y
en que la desaparición de la banda, sin pedir perdón a todas sus víctimas, sin
colaborar con la justicia en el esclarecimiento de los trescientos crímenes
pendientes de autoría y sin una entrega real y efectiva de las armas, dé lugar
a la continuidad de su proyecto a través de uno o varios partidos dispuestos a
asumir su herencia impartiendo encima lecciones de democracia.
La paz es algo distinto de la ausencia de violencia armada.
La paz significa memoria, dignidad, justicia y verdad, como las víctimas
reclaman, pero también un escenario político y social en el que los autores y
cómplices del sufrimiento no puedan aspirar a ninguna clase de relevancia. No
ya a la que esperan con el burdo montaje de esta semana, con esa mostrenca
escenificación destinada a tratar de obtener ilusoria alguna contrapartida
penitenciaria, sino a la que les pueda conceder una parte de la población vasca
con el entendimiento reblandecido por cierta especie de amnesia espontánea. La
paz es lo contrario del silencio encubridor y de la indiferencia voluntaria. La
paz después de tanto dolor no puede brotar de un empate autoconcedido, ni de un
ignorancia forzosa o inducida, ni de una reconciliación simulada. La paz no
puede incluir la prolongación política –el partido ETA– de los postulados que
sustentaron la agresión armada, ni aceptar la fraudulenta teoría del conflicto,
ni contemplar que la estructura civil de los asesinos quede intacta.
El propósito de convivencia es engañoso porque el designio
totalitario del independentismo radical no ha desaparecido. La cohesión
democrática de España, bajo zozobra tras la revuelta catalana, estará en
peligro si el Estado y sus agentes públicos ceden a la tentación del olvido y se
conforman con el mero cumplimiento formal –y aun así incompleto– de unos
exiguos requisitos. La banda está vencida pero su proyecto de ruptura
excluyente no ha prescrito, y lo que pretende es continuarlo bajo un disfraz
representativo. Y aunque las leyes actuales no lo pueden impedir, las
autoridades y las instituciones están ante el imperativo de continuar exigiendo
responsabilidades en sus términos más estrictos. No sólo con penas de
cumplimiento íntegro, sin componendas ni beneficios, sino con una pedagogía
política que transmita tal como fue la experiencia del sufrimiento de un pueblo
digno acosado por una manada de asesinos.
Sin esa narrativa de la verdad, lo que vendrá no es la paz
sino el posterrorismo.
Opinión:
Puedo coincidir en algunas de las apreciaciones del señor
Camacho pero al utilizar el artículo “LAS” y el adverbio “TODAS” cuando se
refiere a la opinión del colectivo de víctimas, creo necesario aclarar que hay
víctimas que entendemos como la mejor noticia que la banda terrorista ETA ya no
destrozará más familias como lo ha hecho con las nuestras… eso es lo realmente
importante para muchas víctimas a las que, desgraciadamente, no nos preguntan
la opinión.
Por otro lado, muchas también creemos que la banda
terrorista ETA está derrotada, entre otras muchas razones, porque su
“argumentario ideológico” no ha conseguido nada en absoluto. Es decir, hay que
recordar a aquellos que mezclan
terrorismo con ideología política que la banda terrorista ETA no ha conseguido
ninguno de sus proyectos ni de separación del Estado, ni de la imposición de un
idioma o de un entamado marxista (me atengo a lo que ya exigían mediante la
llamada alternativa KAS, algo de lo que ya casi nadie habla).
Pero también me gustaría hacer mención a aquella frase tan
manida: “en ausencia de violencia se podrá hablar de todo”. Por lo que parece,
a algunos solo les interesa hablar de los años tan duros vividos sin apreciar
la mejora en la vida de miles y miles de personas en la actualidad.
Y conste que no me sirve aquello de hay quien mantiene un
ideario separatista porque, al menos que yo sepa, pensar así no está prohibido.
Al menos por ahora.
Qué lejos queda aquella frase memorable del presidente
español el 22 de noviembre de 1998: “siempre es mejor tomar posesión de un
escaño que de una pistola. Ahora lo que hay que evitar es que se intente
compatibilizar ambas cosas”.
Pues eso ¿no?
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