martes, 7 de mayo de 2019

06 mayo 2019 El Mundo del Siglo XXI (opinión)

06 mayo 2019   


Elecciones 2019: El PP vasco, crónica de una desaparición
El PP vasco, objetivo sangriento de la banda terrorista ETA, trata de sobrevivir entre errores estratégicos que le han llevado a no conseguir ningún diputado en las generales del 28-A

El PP vasco se hunde en las urnas ante la indiferencia de sus dirigentes y la sonrisa cruel de quienes un día jalearon a sus asesinos. La "justicia poética" que durante la campaña electoral anunciaba Arnaldo Otegi se cobró la cabeza política de Javier Maroto, la penúltima esperanza para los cada vez menos afiliados y votantes del partido que lloró 20 víctimas que van quedándose en el olvido. Hasta en Ermua, el gran icono de la lucha social contra el terror tras el secuestro y asesinato de Miguel Ángel Blanco, los ciudadanos dejan de lado las papeletas del PP para meter en las urnas las de un PNV que identifican con un dulce bienestar.
La dirección del PP en Euskadi aún no se ha reunido una semana después de que se produjera la más humillante derrota en las urnas. Su presidente, Alfonso Alonso, reclamó el martes en Génova la necesidad de situar de nuevo a su partido en el “centro político” tras la campaña de las generales, sin ningún atisbo de autocrítica. Sólo el representante del PP en las Juntas Generales de Guipúzcoa, Juan Carlos Cano, ha manifestado el "error de primera magnitud" de la campaña electoral personalizada por Pablo Casado junto a Teodoro García Egea y Javier Maroto. Alfonso Alonso, al que Mariano Rajoy encomendó en 2015 revitalizar un partido que se descomponía lentamente, ha evitado los focos mediáticos tras reclamar un regreso al "centro político" con el que pretende eludir, al menos de momento, su responsabilidad en la catástrofe.
Porque la lenta e inexorable pérdida de votos en los últimos 20 años amenaza con convertir al PP vasco en irrelevante ante la mirada divertida de Otegi y de sus siglas blanqueadas. El PP vasco ha perdido 232.415 votos desde el cielo de las autonómicas del año 2000 (326.933) al infierno del pasado domingo (94.518) y, salvo milagro, la sangría de votos aún puede agravarse más el próximo 26 de mayo si sus candidatos locales no atrapan a los miles de electores (54.000) que en menos de dos años se han ido hacia Vox y hacia el PNV.
"Sabíamos que se iba a sufrir mucho", admite Borja Sémper, el dirigente al que Alonso ha confiado la tarea de ganar tiempo mientras se diluye el 28-A al activarse una nueva campaña electoral. Sémper no elude el riesgo de desaparición del PP en Euskadi ("el riesgo siempre existe") y pasa de puntillas a la hora de buscar culpables en el desastroso balance de una dirección de la que ha formado parte en los últimos 20 años.
El presidente del PP de Guipúzcoa guardó silencio público cuando Génova le impuso a Iñigo Arcauz como candidato y calla ante la perdida del 41,6% de los votos entre las generales de 2016 y las del 28-A. "En Guipúzcoa competimos con un Ferrari [por el PNV] y cuesta mucho encontrar gente en los pueblos para que quiera ser candidato a alcalde", se autojustifica Sémper, que está al frente de un partido con siete concejales, un juntero y dos parlamentarios vascos. En Guipúzcoa, el próximo domingo 26 de mayo se elegirán 968 concejales y 51 junteros y para el PP sería un éxito conservar la exigua representación lograda en 2015.
Los 102.000 votos en 2015 parecían un sólido suelo al que había descendido por errores propios la formación que con Jaime Mayor Oreja al frente osó disputar al conjunto del nacionalismo vasco el liderazgo político en Euskadi. Diecinueve años después, el diagnóstico de los males que aquejan a aquel partido está más claro fuera que en las sedes del PP.
"Los dirigentes no se lo han currado, siguen en su zona de confort y pueden desaparecer como le sucedió al CDS", advierte Gorka Angulo, el periodista y autor de La persecución de ETA a la derecha vasca. Angulo desvela en las 351 páginas de su excelente ensayo las dificultades extraordinarias padecidas por los políticos y simpatizantes del centroderecha en Euskadi los últimos 40 años. Aporta claves imprescindibles sobre el mérito de Mayor Oreja al liderar la refundación de Alianza Popular en 1986 y la pérdida de respaldo y de influencia tras su marcha y la de Carlos Iturgaiz, su delfín en Euskadi. "No ha existido ni un proyecto político sólido, ni un liderazgo asentado. Sólo Antonio Basagoiti se presentó a dos elecciones autonómicas consecutivas y ante la pérdida de apoyos no se ha adoptado ningún cambio", resume Angulo. Porque el devenir de liderazgos en el PP vasco esconde una soterrada rivalidad interna que se visualiza en la desaparición política de María San Gil –tentada sin éxito por Casado para volver a la política-, Basagoiti (con una precipitada marcha a México en 2013) y Arantza Quiroga (empujada a dimitir en 2015) y, en último lugar, con el abandono de la política de Iturgaiz tras ser situado en un puesto sin opciones de repetir como eurodiputado.
Abandonos en la cúspide sin más relevo que el grupo de jóvenes en los que confió Ramón Rabanera entre 1999 y 2007 para curtirse en las instituciones alavesas que el PP gobernó en un hábil golpe de mano liderado por quien fuera diputado general de Álava. "Superamos el recelo de la gente hacia el PP colándonos en las cocinas de los pueblos", recuerda Rabanera, el político que colocó a la Diputación de Alava frente al plan Ibarretxe advirtiendo que de llevarlo adelante propiciaría la salida de Álava del País Vasco. Objetivo de ETA en un atentado frustrado por un fallo eléctrico en el coche bomba en 2000, reclama "cambios" ya. "Me rebelo ante el hecho de que Álava se haya quedado sin representación en las Cortes Generales", advierte. "La pérdida de votos no ha sido ni por una calamidad, ni por un fenómeno natural sino que ha sido un proceso que exige de una profunda reflexión por los responsables", insiste, animando a "volver a intentarlo".
Una resurrección cada día más difícil ante la imagen lograda por el PNV de Iñigo Urkullu y de Andoni Ortúzar de centralidad ocultando el acuerdo parlamentario con EH Bildu con el que pretenden presionar a Sánchez para lograr una relación "bilateral" a partir de un Estatuto soberanista que sólo reconoce la disposición constitucional en la que se inmortalizaron los derechos históricos como fundamento del autogobierno vasco. La relación con los nacionalistas también emerge en el diagnóstico que ex cargos institucionales como Carlos Samaniego hacen tras el 28-A. "El PP vasco ha sido un partido que no se ha hecho valer con bandazos incomprensibles para los afiliados y votantes", señala el número dos de Rabanera en los años más dulces para los populares en Álava.
Samaniego hace balance de pactos como el de la legislatura con el socialista Patxi López como lehendakari o el apoyo prestado por Alonso al lehendakari Urkullu. Y lamenta la nula rentabilidad política y social. "Se regaló por nada el apoyo a López y se le dio estabilidad a Urkullu por migajas cuando era imprescindible trasladar a la sociedad que éramos un partido con convicciones y útil", insiste mientras constata el esfuerzo diario asumido por los cargos públicos que en cada ayuntamiento se la jugarán el próximo 26 de mayo.
Dos de ellos intentan elevar su moral y la de sus compañeros ante tanta incertidumbre. "Yo tengo aún más ilusión que el 28-A", responde acelerada Leticia Comerón, la casi única esperanza del PP vasco. Concejal con Javier Maroto y heredera del legado del político alavés en horas bajas, confía en una victoria que le dé opciones de recuperar la Alcaldía que ostentaron Maroto y Alfonso Alonso. "Somos de fiar, llevamos cuatro años trabajando y los resultados del domingo (el PP fue tercero en Vitoria) no se repetirán", asegura al finalizar el primer acto electoral en plena resaca de las generales.
A apenas setenta kilómetros, en la localidad vizcaína de Ermua, las incertidumbres se multiplican. Fernando Lecumberri -el concejal del PP que volverá a recordar a Miguel Ángel Blanco el 13 de julio- no repetirá en las listas del Ayuntamiento en el que ha trabajado desde 2007. "Tras estas elecciones desastrosas es una incógnita lo que puede suceder", advierte sin hacer la mínima referencia a que ha sido apartado en un proceso de renovación interna tras el relevo en la dirección del PP de Vizcaya, que volvió a evidenciar las eternas tensiones internas. Lecumberri -el enlace entre el equipo del ex presidente Antón Damborenea y los concejales de Vizcaya- sólo reclama unidad. "He dado 25 años de vida a este partido, sigo siendo del PP", sentencia mientras una persistente lluvia penetra en las chapas de acero del monumento que Agustín Ibarrola levantó en recuerdo de Miguel Ángel Blanco y de las víctimas del terrorismo de ETA.

Opinión:

¿En serio hay quien piensa que por haber sido víctimas de la banda terrorista ETA hay que seguir votando a un partido concreto? ¿Es que no piensan que en el mismo periodo de tiempo transcurrido desde los atentados terroristas sufridos también han cometido enormes errores en otros campos de la vida de un país? ¿De veras hay quien cree que por ser víctima del terrorismo merece mas o menos votos que los demás? ¿Aún habrá quien niegue que se utiliza el dolor ajeno para conseguir votos? ¿Se han mirado quien consta en algunas de las listas electorales? ¿Han pensado en cuántas víctimas del terrorismo etarra NO pertenecen a las siglas que se consideran con el derecho a ser votadas por haber sufrido un atentado?

Desde el máximo respeto, que cada cual extraiga sus conclusiones.

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