06 mayo 2019
Elecciones 2019: El
PP vasco, crónica de una desaparición
El PP vasco, objetivo sangriento de la banda terrorista
ETA, trata de sobrevivir entre errores estratégicos que le han llevado a no
conseguir ningún diputado en las generales del 28-A
El PP vasco se hunde en las urnas ante la indiferencia de
sus dirigentes y la sonrisa cruel de quienes un día jalearon a sus asesinos. La
"justicia poética" que durante la campaña electoral anunciaba Arnaldo
Otegi se
cobró la
cabeza política de Javier Maroto, la penúltima esperanza para los cada
vez menos afiliados y votantes del partido que lloró 20 víctimas que van
quedándose en el olvido. Hasta en Ermua,
el gran icono de la lucha social contra el terror tras el secuestro y asesinato
de Miguel Ángel Blanco, los ciudadanos dejan de lado las papeletas del PP para meter
en las urnas las de un PNV que
identifican con un dulce bienestar.
La dirección del PP en Euskadi aún no se
ha reunido una semana después de que se produjera la más humillante derrota en
las urnas. Su presidente, Alfonso Alonso, reclamó el martes en Génova la necesidad
de situar de nuevo a su partido en el “centro político” tras la
campaña de las generales, sin ningún atisbo de autocrítica. Sólo el
representante del PP en las Juntas Generales de Guipúzcoa, Juan
Carlos Cano, ha manifestado el "error de primera
magnitud" de la campaña electoral personalizada por Pablo Casado junto a
Teodoro García Egea y Javier Maroto. Alfonso Alonso, al que Mariano Rajoy encomendó
en 2015 revitalizar un partido que se descomponía lentamente, ha evitado los
focos mediáticos tras reclamar un regreso al "centro político" con el
que pretende eludir, al menos de momento, su responsabilidad en la catástrofe.
Porque la lenta e inexorable pérdida de votos en los
últimos 20 años amenaza con convertir al PP vasco en irrelevante ante la mirada
divertida de Otegi y de sus siglas blanqueadas. El PP vasco ha perdido 232.415
votos desde el cielo de las autonómicas del año 2000 (326.933) al infierno del
pasado domingo (94.518) y, salvo milagro, la sangría de votos aún puede
agravarse más el próximo 26 de mayo si sus candidatos locales no atrapan a los
miles de electores (54.000) que en menos de dos años se han ido hacia Vox y hacia el
PNV.
"Sabíamos que se iba a sufrir mucho", admite Borja Sémper,
el dirigente al que Alonso ha confiado la tarea de ganar tiempo mientras se
diluye el 28-A al activarse una nueva campaña electoral. Sémper no elude el
riesgo de desaparición del PP en Euskadi ("el riesgo siempre existe")
y pasa de puntillas a la hora de buscar culpables en el desastroso balance de
una dirección de la que ha formado parte en los últimos 20 años.
El presidente del PP de Guipúzcoa guardó
silencio público cuando Génova le impuso a Iñigo Arcauz como candidato y calla
ante la perdida del 41,6% de los votos entre las generales de 2016 y las del
28-A. "En Guipúzcoa competimos con un Ferrari [por el PNV] y cuesta mucho
encontrar gente en los pueblos para que quiera ser candidato a alcalde",
se autojustifica Sémper, que está al frente de un partido con siete concejales,
un juntero y dos parlamentarios vascos. En Guipúzcoa, el próximo domingo 26 de
mayo se elegirán 968 concejales y 51 junteros y para el PP sería un éxito
conservar la exigua representación lograda en 2015.
Los 102.000 votos en 2015 parecían un sólido suelo al que
había descendido por errores propios la formación que con Jaime
Mayor Oreja al frente
osó disputar al conjunto del nacionalismo vasco el liderazgo político en
Euskadi. Diecinueve años después, el diagnóstico de los males que aquejan a
aquel partido está más claro fuera que en las sedes del PP.
"Los dirigentes no se lo han currado, siguen en su
zona de confort y pueden desaparecer como le sucedió al CDS",
advierte Gorka
Angulo, el periodista y autor de La persecución de ETA a la derecha vasca.
Angulo desvela en las 351 páginas de su excelente ensayo las dificultades
extraordinarias padecidas por los políticos y simpatizantes del centroderecha
en Euskadi los últimos 40 años. Aporta claves imprescindibles sobre el mérito
de Mayor Oreja al liderar la refundación de Alianza
Popular en 1986 y
la pérdida de respaldo y de influencia tras su marcha y la de Carlos Iturgaiz,
su delfín en Euskadi. "No ha existido ni un proyecto político sólido, ni
un liderazgo asentado. Sólo Antonio
Basagoiti se presentó
a dos elecciones autonómicas consecutivas y ante la pérdida de apoyos no se ha
adoptado ningún cambio", resume Angulo. Porque el devenir de liderazgos en
el PP vasco esconde una soterrada rivalidad interna que se visualiza en la
desaparición política de María
San Gil –tentada sin
éxito por Casado para volver a la política-, Basagoiti (con una precipitada
marcha a México en 2013) y Arantza Quiroga
(empujada a dimitir en 2015) y, en último lugar, con el abandono de la
política de Iturgaiz tras ser situado en un puesto sin opciones de repetir como
eurodiputado.
Abandonos en la cúspide sin más relevo que el grupo de
jóvenes en los que confió Ramón
Rabanera entre 1999
y 2007 para curtirse en las instituciones alavesas que el PP gobernó en un
hábil golpe de mano liderado por quien fuera diputado general de Álava.
"Superamos el recelo de la gente hacia el PP colándonos en las cocinas de
los pueblos", recuerda Rabanera, el político que colocó a la Diputación de Alava frente al plan Ibarretxe advirtiendo
que de llevarlo adelante propiciaría la salida de Álava del País Vasco.
Objetivo de ETA en un atentado frustrado por un fallo eléctrico en el coche
bomba en 2000, reclama "cambios" ya. "Me rebelo ante el hecho de
que Álava se haya quedado sin representación en las Cortes Generales",
advierte. "La pérdida de votos no ha sido ni por una calamidad, ni por un
fenómeno natural sino que ha sido un proceso que exige de una profunda
reflexión por los responsables", insiste, animando a "volver a
intentarlo".
Una resurrección cada día más difícil ante la imagen
lograda por el PNV de Iñigo Urkullu y de Andoni Ortúzar de centralidad
ocultando el acuerdo parlamentario con EH Bildu con el que pretenden presionar
a Sánchez para lograr una relación "bilateral" a partir de un
Estatuto soberanista que sólo reconoce la disposición constitucional en la que
se inmortalizaron los derechos históricos como fundamento del autogobierno
vasco. La relación con los nacionalistas también emerge en el diagnóstico que ex
cargos institucionales como Carlos Samaniego hacen tras
el 28-A. "El PP vasco ha sido un partido que no se ha hecho valer con
bandazos incomprensibles para los afiliados y votantes", señala el número
dos de Rabanera en los años más dulces para los populares en Álava.
Samaniego hace balance de pactos como el de la legislatura
con el socialista Patxi López como lehendakari o el apoyo
prestado por Alonso al lehendakari Urkullu. Y
lamenta la nula rentabilidad política y social. "Se regaló por nada el
apoyo a López y se le dio estabilidad a Urkullu por migajas cuando era
imprescindible trasladar a la sociedad que éramos un partido con convicciones y
útil", insiste mientras constata el esfuerzo diario asumido por los cargos
públicos que en cada ayuntamiento se la jugarán el próximo 26 de mayo.
Dos de ellos intentan elevar su moral y la de sus
compañeros ante tanta incertidumbre. "Yo tengo aún más ilusión que el
28-A", responde acelerada Leticia Comerón,
la casi única esperanza del PP vasco. Concejal con Javier Maroto y heredera del
legado del político alavés en horas bajas, confía en una victoria que le dé
opciones de recuperar la Alcaldía que ostentaron Maroto y Alfonso
Alonso. "Somos de fiar, llevamos cuatro años trabajando y los resultados
del domingo (el PP fue tercero en Vitoria) no se repetirán", asegura al
finalizar el primer acto electoral en plena resaca de las generales.
A apenas setenta kilómetros, en la localidad vizcaína de
Ermua, las incertidumbres se multiplican. Fernando Lecumberri -el concejal del PP que volverá a recordar a Miguel
Ángel Blanco el 13 de julio- no repetirá en las listas del Ayuntamiento en el
que ha trabajado desde 2007. "Tras estas elecciones desastrosas es una incógnita
lo que puede suceder", advierte sin hacer la mínima referencia a que ha
sido apartado en un proceso de renovación interna tras el relevo en la
dirección del PP de Vizcaya,
que volvió a evidenciar las eternas tensiones internas. Lecumberri -el enlace
entre el equipo del ex presidente Antón
Damborenea y los concejales de Vizcaya- sólo reclama unidad.
"He dado 25 años de vida a este partido, sigo siendo del PP",
sentencia mientras una persistente lluvia penetra en las chapas de acero del
monumento que Agustín
Ibarrola levantó en
recuerdo de Miguel Ángel Blanco y de las víctimas del terrorismo de ETA.
Opinión:
¿En serio hay quien piensa que por haber sido víctimas de
la banda terrorista ETA hay que seguir votando a un partido concreto? ¿Es que
no piensan que en el mismo periodo de tiempo transcurrido desde los atentados
terroristas sufridos también han cometido enormes errores en otros campos de la
vida de un país? ¿De veras hay quien cree que por ser víctima del terrorismo
merece mas o menos votos que los demás? ¿Aún habrá quien niegue que se utiliza
el dolor ajeno para conseguir votos? ¿Se han mirado quien consta en algunas de las
listas electorales? ¿Han pensado en cuántas víctimas del terrorismo etarra NO
pertenecen a las siglas que se consideran con el derecho a ser votadas por
haber sufrido un atentado?
Desde el máximo respeto, que cada cual extraiga sus
conclusiones.
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