06 mayo 2019
El
exfiscal y exministro del PSOE narra por primera vez sus citas con ETA
“Las reuniones fueron útiles para la división entre la izquierda
‘abertzale’ y la banda”
Tras haber sido ministro de la Presidencia con Felipe González, fiscal general
del Estado, miembro del Consejo General del Poder Judicial y, anteriormente,
diputado por UCD y luego del PSOE en varias legislaturas, Javier Moscoso del
Prado (84 años) se encontró al final de su carrera pública con su aventura más
singular: su participación en la delegación gubernamental que se sentó con ETA
en 2006 para intentar terminar con el terrorismo. El
exministro nunca ha querido hablar de su participación en aquellas
conversaciones. Lo hace ahora cuando se celebra el primer aniversario de la
disolución de ETA y han transcurrido siete años y medio del cese del
terrorismo.
La aventura se inició en abril de 2006 en una reunión a la
que fue convocado por Alfredo Pérez Rubalcaba, entonces portavoz parlamentario
del PSOE. Rubalcaba le contó que la tregua que había proclamado ETA se había
conseguido en conversaciones privadas entre Jesús Eguiguren, presidente del
PSE, y representantes de la banda terrorista. “El presidente José Luis
Rodríguez Zapatero y él mismo habían pensado que yo era la persona adecuada
para acompañar a Eguiguren. Acepté de inmediato. El objetivo de poder ayudar a
terminar con la pesadilla del terrorismo y mi empatía con sus víctimas entre
las que había amigos muy queridos, me decidieron. Se trataba de una
responsabilidad que no podía ni debía eludir
Rubalcaba le dijo que las conversaciones con ETA se iniciarían
una vez que el presidente Rodríguez Zapatero las anunciara en el Congreso. Pero
no fue así. “Unos días antes de la declaración presidencial, Rubalcaba me llamó
y me dijo que se adelantaban porque ETA había avisado de que la tregua
peligraba. Nos ordenó que asistiéramos y nos limitásemos a escuchar qué
decían”.
El Gobierno no se comunicaba directamente con ETA, sino a
través del Centro Henri Dunant, con sede en Ginebra (Suiza), amparado por la ONU , que cubría la logística. “Fijaban las citas
y no sabíamos dónde nos íbamos a reunir. Nos cambiaban de sitio con frecuencia.
Tampoco sabíamos dónde residían los de ETA. Todo era por razones de seguridad.
A los etarras les notábamos más seguros en Noruega que en Suiza”.
El primer encuentro, celebrado el 22 de junio, fue en
Ginebra. “Lo primero que me sorprendió fue el tremendo recelo de los etarras.
Los del centro nos pidieron que saliéramos del coche porque los etarras querían
comprobar que no nos acompañaba la policía”. Una vez en el hotel, el centro
presentó a Eguiguren y Moscoso al representante de ETA, Josu Urrutikoetxea, Josu Ternera, y a un segundo personaje.
“Urrutikoetxea, al que identificamos, aunque se presentó como George, se mostró
muy educado. Al otro, más cerrado, nos costó identificarle. Más tarde supimos
que era Jon Yurrebaso”.
La reunión fue muy tensa, recuerda Moscoso. “Nos
presentaron una lista de agravios cuya conclusión era que, en la tregua, el
Gobierno les trataba peor que antes. Eguiguren les recordó que en el preacuerdo quedo claro que
las fuerzas de seguridad seguirían actuando con la misma intensidad, y
que hacía muy poco habían incendiado una ferretería de un concejal de UPN en
Barañáin (Navarra). Entre reproches recíprocos transcurrió la reunión. Ellos
negaron ser los autores del atentado y afirmaron que muchos de actos de la kale borroka eran de
incontrolados. El único aspecto positivo de la reunión fue la manifestación de
Urrutikoetxea de que querían seguir con la tregua”. “Antes de finalizar,
Urrutikoetxea me entregó una carta para que se la diera a Zapatero. Al bajar
del avión me fui a La Moncloa y el presidente la leyó delante de mí.
Decía lo mismo que nos dijeron en la reunión sobre su voluntad de llegar a un
acuerdo”.
La segunda tanda de reuniones se celebró entre el 26 y 28
de septiembre en Lausana (Suiza). “Mi principal recuerdo es la impresión fatal
que me produjo la presencia de Thierry al que no conocíamos. No tenía nada que
ver en las formas con Urrutikoetxea. Era grosero, violento. Hablaba a gritos.
Quería demostrar, sobre todo a Urrutikoetxea, que él era quien mandaba. Nos
dijo que él era el jefe de ETA y que ETA solo haría lo que él dijera, y
Urrutikoetxea calló”.
“La reunión fue tan desastrosa que pensamos que no habría
una tercera ronda. Thierry nos dijo que el proceso no nos iba a salir gratis,
que tendríamos que ceder algo para que los miembros de ETA vieran que su
sacrificio había servido para algo. Le respondimos que la postura del Gobierno
era la contraria. Nunca el terrorismo podía tener rentabilidad política y le
recordamos que en el acuerdo con Urrutikoetxea ya quedó claro que solo
hablaríamos de presos a cambio del cese del terrorismo. A pesar de todo no
rompimos. Nos interesaba que la tregua siguiera porque ETA no mataba e
intuíamos que estaban cada vez más divididos. Rubalcaba nos insistía en que no
rompiéramos, que lo hiciera ETA para provocar contradicciones con el mundo abertzale”.
Protagonismo de Thierry
Moscoso notó la división antes, en una reunión con
Eguiguren y los dirigentes abertzales Arnaldo
Otegi y Joseba Permach en un caserío vasco. “Estaban muy interesados en el
éxito del proceso para poder regresar a la política. Percibí que para ellos ETA
era una losa. Vimos anticipadamente lo que más adelante sucedió: que iban a
empujar a ETA a terminar para recuperar la legalidad”.
La tercera tanda de reuniones se celebró en Oslo entre el
11 y el 15 de diciembre. “Fue la más larga e inútil. Desapareció Urrutikoetxea.
Thierry pretendió una y otra vez meter a Navarra en las conversaciones y
siempre nos negamos. Planteó derogar la Ley de Partidos y le respondimos que
dependía del Parlamento. Le tuvimos que explicar que los políticos no podían
condicionar a los jueces. No se creía la división de poderes”. Moscoso pensó
que las conversaciones se rompían, pero volvieron a quedar para enero.
A los pocos días, el 30 de diciembre de 2006, el atentado
de ETA en la T-4 de Barajas, que mató a dos inmigrantes
ecuatorianos, acabó con las conversaciones y con la participación de Moscoso.
“Tras la reunión de diciembre, Rubalcaba me dijo que estaba quemado porque mi
nombre se había publicado. No sé cómo se filtró porque siempre tomé muchas
precauciones”. Hoy, Moscoso está convencido de que aquel proceso fue útil para
el final de ETA. “Lo fue porque profundizamos en su división. Era un mundo en
descomposición, en ruina. Pero, aunque tenía los días contados, podía hacer aún
mucho daño. En ese equilibrio nos movimos”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario