28 enero 2021
‘Altsasu’, cine militante
Dar el protagonismo a los acusados sirve para construir un punto de vista: la apuesta por su inocencia
Cuando una serie (como Altsasu) se anuncia diciendo que “se basa en hechos reales”... hay que empezar a preocuparse. David Trueba nos ha advertido de que no hay que fiarse de esta proclama. A qué realidad responde, se pregunta, “si todo se cuenta mediante un proceso de manipulación”. Y Altsasu no se escapa a este designio a pesar de no detallar totalmente qué pasó de verdad en el bar de la población el mes de octubre de 2016 entre una pandilla de jóvenes y dos guardias civiles de paisano con sus parejas. Sobre este “hecho real”, unos hablan de simple pelea de madrugada (Daniel Innerarity) y otros, de una agresión donde se convierte los verdugos en víctimas (Fernando Savater).
Es un “hecho real” que el episodio desencadenó una instrucción judicial sin medida. La Fiscalía tipificaba la conducta como terrorismo, cosa que escandalizó a juristas como Baltasar Garzón; la juez instructora, Carmen Lamela, conocidísima en Cataluña, recibió una condecoración de la Guardia Civil después de incoar las diligencias del caso y la presidenta del tribunal de la Audiencia Nacional que entendió del asunto, Concepción Espejel, tiene la Orden al Mérito de la Guardia Civil y está casada con un coronel del cuerpo. La Audiencia impuso penas de prisión de entre dos y 13 años. Al final, en el Supremo, la horquilla de penas quedó entre uno y nuevo años y medio de prisión.
En el juicio se discutió sobre la identidad de los autores de la agresión y su gravedad (un vídeo mostraba a uno de los guardias, después de los hechos, en la calle sin lesiones aparentes). Pero ya son “hechos reales” mucho más dudosos que el origen de la trifulca, como insinúa Altsasu, esté entre un joven radical, simplemente dolido por las multas, y un guardia malcarado y agresivo, o que las conductas de incordio cotidiano sean atribuibles casi exclusivamente a la Guardia Civil. El alcalde de la localidad, de Geroa Bai, frente a los relatos angélicos sobre el suceso... lo calificó de agresión a unos agentes, y a los tribunales no les pidió impunidad, reclamó una proporcionalidad que no hubo.
¿Qué hace Altsasu? Dos medios lo han explicado claramente. Deia, considerando que se tomaron los jóvenes condenados como rehenes para vengarse de una comunidad “inasimilable”, defendía Euskal Telebista: “cumpliendo su misión pública, ha salido al rescate” de los jóvenes. Y en el TN de TV3 del día del estreno se dijo literalmente: “La serie muestra el caso desde el punto de vista de los condenados y de su entorno”. ¿Estamos ante una crónica basada en supuestos “hechos reales” o ante un relato que adopta el punto de vista de una de las partes, que se quiere rescatar? Ahora resultará que Som, Baleuko, EITB, TV3 y el departamento de Cultura de la Generalitat de Cataluña, que participan en la producción, hacen cine militante. La metáfora fácilmente descifrable de los buitres merodeando por la zona; dejar en la niebla la escena del bar descartando, eso sí, una agresión organizada; dar el protagonismo a los jóvenes acusados, a su sufrimiento, haciéndolos héroes del relato... son estrategias para construir un punto de vista: la apuesta por su inocencia. El segundo, extenuante capítulo, dedicado a la detención de los jóvenes, con prólogos intimidatorios, remacha esta idea.
La serie ha suscitado un debate vibrante sobre su doblaje. En el original de ETB, los guardias hablan castellano y los vecinos del pueblo, euskera. En la versión de TV3 todo el mundo habla catalán. Ateniéndonos a los “hechos reales”… tan inverosímil resulta oír hablar catalán a los guardias civiles de la población (TV3) como que todo el vecindario de Altsasu sea vascohablante (ETB). La convicción que ponen los actores no salva una narración poco brillante.
Bernardo Atxaga, que ha manifestado estar del lado de los jóvenes, ha dicho que piensa escribir una alegoría sobre este episodio. Y quiere narrarlo como si fuera una novela del Oeste. Los creadores de Altsasu no han osado elegir este registro.
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