22 mayo 2023
En ausencia de violencia
El PP no solo ve a etarras por doquier, sino que demasiado a menudo implica a las víctimas con asuntos que nada tienen que ver con el terrorismo
Joan Cañete
A menudo, las ideas que nos parecen brillantes es mejor dejarlas reposar. Muchas reputaciones se han hundido en las redes sociales por la inmediatez con la que podemos publicar las grandes ideas que se nos ocurren cada día a puñados. Se enciende la bombilla, el zasca nos parece preciso, contundente, demoledor, brillante, y lo publicamos sin filtro ni reflexión. Es el efecto 'aguántame el cubata'. Suele ser una mala decisión.
Sin tener en cuenta que la prudencia acostumbra a ser buena consejera, alguien del equipo de Pedro Rollán –senador del Partido Popular, miembro del Comité de Dirección del partido y vicesecretario de Políticas Municipales– o tal vez él mismo, o quién sabe si alguno de los cocineros de 'talking points' de Génova, pensó que era brillante afirmar que los cimientos de la ley de vivienda "se levantan sobre las cenizas del centro comercial Hipercor, con 21 muertos, cuatro de ellos niños". Toma zasca al 'sanchismo'. Sin duda, Isabel Díaz Ayuso estará orgullosa. Es curioso el fenómeno del PP con ETA. Siendo como es el partido que más suele referirse a las víctimas del terrorismo etarra, a la necesidad de reparar el dolor que sufrieron y de honrarlas, también es la formación del panorama político nacional –al menos hasta la aparición de Vox– que banaliza este dolor de forma más contumaz. Desde las acusaciones –reafirmadas esta semana en el Congreso– a José Luis Rodríguez Zapatero de traicionar a los muertos por encauzar y culminar el proceso que acabó con la derrota de la banda terrorista, el PP no solo ve a etarras por doquier, sino que demasiado a menudo implica a las víctimas con asuntos que nada tienen que ver con el terrorismo. Por ejemplo, la ley de vivienda. Parece extraño que mezclar el dolor de las víctimas con la regulación del mercado de alquiler sea una forma de honrar su memoria y reconocer su dolor.
No lo es. Las víctimas han sido para la derecha española una forma de combate político desde hace tiempo. Azotar al PSOE con la bandera de la defensa del honor de las víctimas da réditos electorales a la derecha, de la misma forma que también es rentable azuzar el anticatalanismo y el miedo a la izquierda 'bolivariana'. Más aún cuando el PP dejó de ser la casa común de la derecha y ahora combate encarnizadamente con Vox en varias zonas fronterizas, como la batalla entre Ghana y Brasil en los tableros clásicos del Risk. No inventa nada nuevo la derecha española, que lo de 'rojos y separatistas' tiene ya unos añitos y una eficacia probada.
Una década después de la disolución de ETA, la actitud de la derecha española –y de una parte considerable del electorado y la opinión pública y publicada– con el mundo nacionalista e independentista vasco es más dura que en los años de plomo. Entonces, se repetía el mantra de que en ausencia de violencia se podía hablar de todo, y que por tanto el independentismo vasco debía deponer las armas y emprender el camino de la política institucional. Eso es lo que hace Bildu, partido legal y legítimo según la ley española, aprovechando el juego de mayorías en el Congreso.
Socios ilegítimos
Pero hoy, en ausencia de violencia, no se puede hablar de todo. La explicación profunda no es (solo) la idea uniforme y uniformizadora de España de una parte muy importante de la derecha y la extrema derecha, sino el cálculo frío del tablero del Risk político español. Cuando se afirmaba que en ausencia de violencia se podía hablar de todo, en España predominaba el bipartidismo. Las mayorías absolutas no eran imposibles, y cuando no se alcanzaban, las negociaciones con los nacionalistas vascos y catalanes obedecían a la lógica del 'peix al cove'.
Hoy, el tablero es mucho más diverso y polarizado, y tan importante es para los dos partidos grandes vencer al adversario como reducir o eliminar sus posibles aliados. Esa es una de las claves del concepto de 'sanchismo': Pedro Sánchez es culpable de gobernar con socios ilegítimos (rojos, separatistas, bolivarianos, terroristas, independentistas) y también lo es de que el PP se vea obligado a gobernar con la extrema derecha. El cordón sanitario, para los demás. Sánchez, en resumen, es culpable de gobernar.
Desde un punto de vista ético es repulsiva la presencia de etarras con crímenes de sangre en las listas electorales, aunque hayan cumplido la sentencia. Desde el punto de vista legal, hoy, no hay inconveniente. Pero el asunto, más allá de estrategias electorales, no va de las víctimas, de ETA ni de los cimientos de la ley de vivienda. Va de la concepción patrimonial del poder de la derecha española.
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