17 agosto 2023
Silencio y cava entre partituras para sobrellevar el terror en La Rambla
La centenaria Casa Beethoven sirvió de refugio a varias víctimas del atentado
Una tienda de partituras que abrió en La Rambla de Barcelona en 1880 bajo el nombre de Casa Guardia. Fue unos años después, ya en 1915, cuando el tío abuelo de Jaume Doncos la adquirió y rebautizó como Casa Beethoven. Jaume lleva ya 44 años al frente del negocio, en lo que considera «un acto de resistencia«, con la aparición de las nuevas tecnologías, la piratería de internet y las grandes distribuidoras.
Pese a ello, la mítica tienda ha sobrevivido gracias a nostálgicos, estudiantes y turistas. «Son los que nos ayudan a salir adelante», cuenta a un lado del mostrador, desde donde explica que, con la desaparición de los comercios característicos de la zona, que se han sustituido por espacios de 'souvenirs' y decenas de restaurantes, ahora Casa Beethoven «desgraciadamente aún luce más». Calcula que atesora unos 50.000 títulos. «No sólo puedes encontrar música de Mahler o Schübert, también Paco de Lucía, sardanas o tango», apunta.
El 17 de agosto de 2017, después de que la furgoneta que conducía Younes Abouyaaquoub arrollase a decenas de personas en La Rambla, el centenario local se convirtió en refugio improvisado para algunas de las víctimas. «Fue un golpe duro. Pero tengo que decirte la verdad, también depende de la filosofía de vida que tengas. No sufrí un shock psicológico después...puede que porque lo viví en directo..no lo sé» cuenta seis años después.
La familia de Elke
Durante aquellas cuatro o cinco horas de encierro, en silencio, pudo reflexionar sobre lo ocurrido. Tras un rato, decidió poner el 'Nocturno' de Chopin, no sabe por qué, la elección fue un impulso, «algo innato». «A los pocos segundos lo quité, a veces la música es ruido y vi que la mejor música entonces era el silencio».
Les ofreció coca-cola y un cava «que estaba caliente». Lo que tenía. Algunos bebieron, para tratar de sofocar el calor y los nervios. Entre quienes se refugiaron en la tienda, una familia belga. El padre, Guy, y sus dos hijos, de 10 y 13 años. Solo querían tener noticias de su madre, Elke. «Pensaban que estaba herida y estaban esperando a que alguien les dijera algo», recuerda Doncos. No fue así, la mujer estaba entre los 14 fallecidos por el atropello. Un año después, los abuelos de los niños visitaron la tienda para darle las gracias. «No hice nada que no hubiese hecho cualquiera. Intenté estar atento a lo que necesitaban», cuenta.
De aquel día, Jaume, igual que todos los que estuvieron allí, recuerda el silencio que invadió el paseo barcelonés. También la «serenidad» que dio su negocio a las personas que pasaron allí varias horas de sufrimiento encerradas
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